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ROMA, Italia, 28 de abril.- El reelegido Presidente de la República de casi 88 años, Giorgio Napolitano, gran tutor de la difícil nueva fase política italiana, anunció ayer “el único gobierno posible” que encabeza el economista católico liberal de centroizquierda Enrico Letta, de 46 años, número dos del decapitado partido Democrático. La lista de 21 ministros presentó una imagen mejor de lo que todos esperaban, pero con Angelino Alfano, discípulo y brazo derecho de Silvio Berlusconi, líder de la centroderecha, que será vicepremier y ministro del Interior.
El nuevo gobierno fue justamente bautizado de Napolitano-Berlusconi, que con la contribución de Letta han dado vida a un Ejecutivo formado tras dos agónicos meses desde las elecciones anticipadas del 24 de febrero, en los que fue imposible para los partidos hacer un acuerdo institucional. Para llegar al arreglo que hoy permitirá jurar al nuevo gabinete ministerial, y que mañana se presentará al Parlamento para el indispensable voto de confianza, se debió atravesar primero la traumática fase de la elección del presidente de la República para un nuevo mandato.
Dos candidatos del partido Democrático, Franco Marini y el ex premier Romano Prodi, fueron abatidos por el fuego amigo de los francotiradores del mismo partido Democrático, una alianza de ex comunistas y católicos ex democristianos. El desastre político de la sinistra obligó a renunciar a Pier Luigi Bersani, líder del PD.
El nuevo gobierno italiano encabezado por Enrico Letta (d) fue justamente bautizado de Napolitano (i)-Berlusconi.
Napolitano se convirtió en salvador de la patria al aceptar de mala gana la reelección por otros siete años pero pensando en un servicio al país que durará al máximo dos años. Y Berlusconi se convirtió en el gran triunfador del choque que devastó a la centroizquierda.
Dos novedades saltan a la vista en el flamante gobierno, que no es del todo seguro que logrará ser confirmado en el voto de confianza porque persisten las luchas suicidas entre los parlamentarios del Partido Democrático. La primera es el récord de mujeres entre los ministros. Son siete del total de 21 y en puestos importantes.
Silvio Berlusconi será el verdadero poder tras la sombra.
Además se ha producido un recambio generacional, con un promedio de edad de los ministros que son 11 años más jóvenes que en el gobierno anterior. Por otro lado, Napolitano, Berlusconi y Letta concordaron en que había que dejar afuera a los caciques de la alianza de gobierno, que además de la centroizquierda y la centroderecha comprende a los centristas del hasta ayer premier Mario Monti.
La primera sorpresa fue que la líder radical Emma Bonino será la canciller. Ex “ministro” de la Unión Europea, Bonino es una figura de gran prestigio. Economía queda para un “técnico”, el director del Banco Central, Fabrizio Saccomani, mientras que la ministra del Interior, Anna María Cancelliere, pasó a Justicia, otro cargo clave.
Angelino Alfano, hombre de confianza de Silvio Berlusconi, será vicepremier del flamante Ejecutivo que encabeza Enrico Letta.
La promoción femenina no tiene precedentes. Ministra de Salud Pública es la joven Beatrice Lorenzini y Agricultura estará en manos de Nunzia de Girólamo.
Los dos nombramientos mejor recibidos fueron los de la médica negra, nacida en el Congo, Cecile Kyenge, luchadora por los inmigrantes, ministro para la Integración. La campeona mundial y olímpica de canoa, Josefa Idem, nacida en Alemania e italianizada por matrimonio, será ministra de Igualdad de Oportunidades y de Deportes. Otro técnico de buena fama es Enrico Giovannini, director del Instituto de Estadísticas, nuevo ministro de Trabajo.
La Confindustria, central de los industriales, elogió la calidad del gabinete, pero pidió que se pase de la buena imagen “a los hechos concretos para reactivar la economía del país”.
Italia vive una profunda recesión, con un agravamiento de los problemas sociales. Berlusconi y el partido Democrático abogan por reactivar rápidamente la economía, aunque apoyaron durante un año y medio el ruinoso programa de austeridad de Monti.
Berlusconi exige que el nuevo gobierno cumpla con su promesa en la campaña electoral de devolver los 5 mil millones de euros pagados por los contribuyentes por el impuesto inmobiliario a la primera casa en 2012. También reclama que el impuesto sea abolido y que no se suba el IVA. Pero las promesas de los políticos de bajar la presión fiscal insoportable (que según los empresarios llega al 53 por ciento) crean desequilibrios financieros difíciles de resolver. Se estima que en los próximos meses harán falta 11 mil millones de euros para mantener las cuentas públicas en sus precarios desequilibrios. (El Clarín)