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CIUDAD DE MÉXICO, D.F., 28 de abril.- El convoy avanzaba perezoso bajo un quemante sol. De pronto, una avería detuvo la marcha de la camioneta que llevaba a cinco periodistas y empleados del Gobierno estatal. Quedó varada, el resto siguió su camino a un acto encabezado por Egidio Torre, gobernador de Tamaulipas.
Mientras sufrían periodistas y funcionarios para revivir su vehículo, de pronto una polvareda los hizo voltear al horizonte. Otro convoy, esta vez de camionetas de lujo y todo terreno, pronto les dio alcance. “¿Quiénes son?”, les preguntaron los hombres que iban armados como para iniciar una guerra.
En México, la cobertura de los hechos ligados con el crimen organizado pasó a ser una provocación para los grupos delictivos.
Uno a uno se identificó ante el grupo armado. Los convencieron. “Bueno, ¿en qué les ayudamos?”, dijeron solícitos. Los periodistas enmudecieron. “No, gracias, ya viene el apoyo”, musitó alguien de la oficina de comunicación social del Gobierno estatal. “Aquí vamos a andar, si necesitan algo, a sus órdenes”, ofrecieron todavía antes de arrancar velozmente.
En México la cobertura de los hechos ligados con el crimen organizado pasó a ser una provocación para los grupos delictivos. Medios de comunicación y quienes se encuentran tras micrófonos, grabadoras, cámaras o computadoras viven bajo la incertidumbre de convertirse en blanco de ataque.
En febrero de este año, el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) presentó un informe anual de ataques a la prensa, en el que México se encuentra a la cabeza al reportar la desaparición de 12 periodistas de un total de 35 casos de informantes alrededor del mundo.
En lo que va del año, los medios ubicados al Norte del País han sido el principal foco de atención para el narcotráfico, en la lista se encuentran el Diario de Juárez y el Canal 44, ambos medios situados en Chihuahua.
En el periodico Vanguardia, acaban de asesinar a un fotógrafo de la sección de Sociales y las investigaciones continúan, pues la casa editora reclama justicia, así como sus familiares.
De acuerdo con las autoridades, han capturado a varios de los presuntos responsables de los ataques a El Siglo.
Pero no sólo en el Nnorte. Mural, en Guadalajara, Jalisco, fue víctima de granadazos este 17 de abril, cuando un hombre lanzó el explosivo contra la entrada principal del edificio. Minutos después estalló otro artefacto en el estacionamiento, y aunque no hubo lesionados sí se representó el séptimo ataque contra el Grupo Reforma, cuyas instalaciones de diarios hermanos en Nuevo León se han visto bajo el fuego criminal y ninguno ha sido esclarecido hasta el momento.
Nuevo León, de hecho, es ejemplo del temor que infunde el crimen a los reporteros. Veracruz acumula, deñ 2011 a la fecha, los asesinatos de nueve periodistas, uno de ellos esclarecido recientemente, el de la reportera Regina Martínez, cuyo autor fue sentenciado a 35 años de prisión.
En Tamaulipas, relatan periodistas, en ocasiones son llevados en auto por los mismos grupos armados para atestiguar sus matanzas. Les ordenan redactar notas sobre una ejecución en particular y les dicen qué detalles deben resaltar. Los editores reciben la consigna hasta de la página donde debe ir la información.
Las tácticas de intimidación empleadas por la delincuencia organizada han dejado acorralados a reporteros, fotógrafos y directivos de medios, puesto que a punta de balas y amenazas son obligados a callar o son intimidados para manejar la cobertura de la información a su favor.
Relata un reportero originario de Nuevo León que la investigación entre fuentes policiales para saber quién fue el presunto homicida “es cosa del pasado”. En el 2012 este mismo periodista fue levantado y golpeado cuando se dirigía a un reporte de ejecución. A los pocos minutos fue liberado, pero prefiere no dar detalles de lo que pasó durante el encuentro.
El periodista, investigador y consultor internacional, Marco Lara explica que los periodistas han abandonado algunas de las obligaciones inherentes a su profesión y que esto se convierte también en vulnerabilidad.
“Históricamente, el periodista mexicano promedio ha claudicado de su responsabilidad social y de su vínculo con la comunidad, esto hace que estemos muy desprotegidos”, advierte.
Enfatiza que la situación se torna crítica para el periodista por la mala preparación de quienes se dedican a informar. “Nuestro trabajo es deficiente, a esa falta de profesionalización nuestra, se agrega hoy el componente de las amenazas exacerbadas”, agrega.
En cuanto a la determinación de medios estatales de abstenerse a informar hechos violentos que tienen relación con la delincuencia organizada indica que, pese a que este no sea el mejor escenario para los medios y la sociedad en el gremio, no queda más que avalar dichas “medidas desesperadas”, puesto que hasta el momento no se visualiza otra alternativa para ellos.
El silencio mediático impacta en la sociedad, comenta Lara, y “esas cosas cancelan el derecho a la información, libertad de expresión de prensa, libertad de prensa, no únicamente del medio y de los periodistas que trabajan ahí, sino de la comunidad a la que obedece ese medio, donde aparece”.
Son muchos los que sobreviven a la fiereza de grupos de delincuencia organizada, mientras que otros tantos casos de periodistas desaparecidos quedan en el olvido, recluidos en el archivero, sus familiares claman por respuestas concretas por parte de las autoridades.
Tras ocho años de la desaparición del reportero del periódico El Imparcial, de Hermosillo, Sonora, Alfredo Jiménez Mota, dicho rotativo solicitó al actual Presidente de México, Enrique Peña Nieto, que no abandonen en la impunidad el caso del colaborador que cubrió la fuente de seguridad pública y manejó temas relacionados al tráfico de drogas.
En marzo pasado fue asesinado Jaime Guadalupe González director de Ojinaga Noticias, en Chihuahua. El medio digital cerró y el crimen sigue sin esclarecerse, como muchos atentados, algunos públicos y otros que se han quedado en historias relatadas bajo la consigna de no decir nombres para no ser víctimas de la venganza del fuego criminal.
En Morelos, por ejemplo, los fotógrafos hacen su trabajo en grupo, como una medida de seguridad.
Los periodistas y fotógrafos que han sido secuestrados por grupos delictivos en el país no hablan de su amarga experiencia, principalmente por temor a las represalias. Los pocos que bajo el anonimato relatan lo que vivieron durante un secuestro exprés revelan que durante horas fueron torturados psicológicamente y amenazados con insultos.
Informadores fueron orillados a cambiar algunos criterios a la hora de reportear y de informar. En algunos Estados, los periodistas y fotógrafos prefieren dirigirse en grupos a la escena del crimen, sin preguntar detalles registran el hecho violento. Nadie se toma más tiempo del necesario. La simple posibilidad de toparse con alguno de los representantes del narcotráfico ahuyenta a cualquiera.
“A veces llegábamos a la escena del crimen y sólo estaban los policías municipales. De repente llegaban los ‘malitos’ armados y nos corrían apuntando con sus armas, incluso los policías se cuadraban con los líderes”, comenta un reportero del Norte del País. (El Universal)
En Tamaulipas la difusión de la nota policiaca en los medios de comunicación bajó de intensidad como resultado del terror que infunde el narcotráfico en contra de los periodistas. El vacío informativo lo llena la propia sociedad.
“La prensa local calla. El periodismo en Tamaulipas fue silenciado por el terror de las balas, de las ejecuciones, del historial de tantos comunicadores asesinados”, reconoce un reportero.
Añade que en Tamaulipas “nadie en su sano juicio acude a tomar fotos de un ejecutado, un carro bomba que explotó, etcétera. Porque en esos sitios hay halcones observando quién va de la prensa”.
El martes 2 de abril, quien alerta a la sociedad tamaulipeca en Twitter y Facebook a través del usuario denominado Valor por Tamaulipas cerró sus espacios de comunicación a casi un mes de que circularan unos volantes solicitando datos precisos del paradero del o los administradores de la página a cambio de una recompensa de 600 mil pesos. Finalmente cerró: El crimen “sí ganó una batalla”, describió el sitio.
Facebook y Twitter no han sido las únicas trincheras desde las cuales la ciudadanía impulsa su lucha por dar a conocer escenarios cercanos a la violenta realidad que estremece a México.
Después de tres años de operación, quien administra El blog del narco ofreció una entrevista a dos medios internacionales, el inglés The Guardian y la cadena árabe de televisión Al Jazeera. Se describió como periodista mayor a los 20 años de edad, soltera y sin hijos, y que su labor como bloguera surgió bajo la premisa de evidenciar lo que otros preferían callar. (El Universal)