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BUENOS AIRES, Argentina, 29 de abril.- Un nuevo papa de América Latina que desea crear “una Iglesia para los pobres” está alimentando esperanzas entre los defensores de la teología de la liberación, un movimiento de activismo social que alarmó a otros papas al desplazarse a tendencias izquierdistas.
El papa Francisco tiene lo que hace falta para arreglar la Iglesia, que está “en ruinas”, que ha “perdido el respeto para lo que es sagrado”, dijo ayer Leonardo Boff, prominente teólogo de la liberación.
“Con este papa, jesuita, del Tercer Mundo, podemos respirar con alegría”, dijo Boff en una feria de libros de Buenos Aires. “El papa Francisco tiene el vigor y tiene la ternura, para crear un nuevo mundo espiritual”.
Papas anteriores presionaron al teólogo brasileño de 74 años a mantenerse en silencio para tratar de marcar una diferencia significativa entre los sacerdotes socialmente activos y las políticas de izquierda. En su condición de principal cardenal de la Iglesia argentina antes de ser papa, Francisco fortaleció esta diferencia, sugiriendo en 2010 que dar a las Escrituras una interpretación marxista solo les busca problemas a los sacerdotes.
Pero Boff dice que la etiqueta de un conservador de mente cerrada simplemente no va con Francisco.
“El papa Francisco viene con la perspectiva de muchas iglesias en América Latina, no tanto discutiendo tesis teológicas que los europeos saben mucho mejor que nosotros. Nuestras iglesias trabajan juntas para apoyar causas que son universales, causas como los derechos humanos, desde la perspectiva de los pobres, el destino de la humanidad sufriente, el servicio a la gente de la periferia”.
La izquierda se expresa optimista ante el papado de Francisco.
El movimiento de la teología de la liberación, que trata de liberar tanto las vidas como las almas, surgió en la década de 1960 y rápidamente se extendió, especialmente en América Latina. Sacerdotes y laicos comenzaron a participar profundamente en la defensa de los derechos humanos y las batallas sociales. Algunos quedaron atrapados entre los gobiernos represivos y los rebeldes, a veces al costo de sus vidas.
Entre los mártires del movimiento están el arzobispo salvadoreño Oscar Romero, cuyas fuertes críticas al gobierno militar del país llevaron a su asesinato mientras decía misa en 1980. Monseñor Romero fue asesinado por sicarios vinculados con la jerarquía militar un día después que dijo desde el púlpito que “ningún soldado está obligado a obedecer una orden contraria a la voluntad de Dios”. Su asesinato fue el comienzo de una guerra civil que dejó un saldo de casi 90,000 muertos durante los 12 años siguientes.
La beatificación de Romero languideció bajo los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI debido a su oposición a la teología de la liberación, pero está nuevamente en camino de convertirse en santo tras la elección del papa Francisco.
Muchos otros teólogos de la liberación fueron asesinados en los años 70 y 80. Seis sacerdotes jesuitas fueron masacrados en su universidad en El Salvador en 1989. Otros sacerdotes y trabajadores laicos fueron torturados y desaparecieron en las prisiones de Chile y Argentina. Otros fueron ultimados a balazos mientras exigían que los pobres en Brasil tuvieran derecho a las tierras. Y un puñado fue más allá y se alzó en armas, o pereció mientras acompañaba a columnas rebeldes en calidad de capellanes, como el jesuita estadounidense James Carney, quien murió en Honduras en 1983.
Boff cree que la etiqueta de un conservador de mente cerrada no va con el nuevo Papa.
Y aunque incluso Juan Pablo II abrazó la “opción preferencial para los pobres”, que era el centro del movimiento, algunos líderes eclesiásticos no estaban contentos de ver a intelectuales de la Iglesia añadir dosis de marxismo y la lucha de clases a su análisis de las Escrituras. Era una poderosa y atractiva combinación para latinoamericanos idealistas que crecieron en la doctrina católica, educados por el ejército de maestros influenciados por el marxismo en la región, e indignados por el hambre, la desigualdad y la represión sangrienta que los rodeaba. (El Nuevo Día)