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¿Habrá una verdad en la que todos estemos de acuerdo? Si sentáramos a una mesa redonda a tratar asuntos públicos a personas que pertenecen a diferentes partidos políticos, ¿en qué estarían de acuerdo?
Es fácil pensar que aceptarían datos concretos. Pero no: también habría desacuerdos. Alguno diría que los datos “no son confiables”. Otro diría que los datos “pueden haber sido alterados”. Otros, aún aceptándolos, sugerirían que se haga exactamente lo contrario de lo que los datos indicaran que debería hacerse.
Algunos políticos saben que cuando otro político —un adversario— llega a la mesa de la discusión, con datos, si estos son realmente contundentes el objetivo no será analizarlos, sino evitar a toda costa que se tomen en cuenta para sustentar alguna decisión.
La cultura de los datos es aún incipiente en nuestro país. Los que reportan noticias, por desgracia, tienen ya experiencia grandemente desarrollada en resaltar aquello que la llamada “línea editorial” de su medio les dicta. Se esconderán los datos que contradigan la línea y se publicarán los datos —aún siendo falsos— que estén a favor de la línea.
Siendo millones los que vivimos hoy, los que participamos en las redes sociales —unos miles— dejamos entrever lo difícil que es entendernos como sociedad. Entre los comentarios notamos, tristemente, una gran falta de sustento para cientos de opiniones que se asientan. Cuando vemos una secuencia de comentarios a favor de algo y, de pronto, una en desacuerdo total, tratamos de encontrar el sustento de ese dicho. No lo podemos encontrar: está dando una opinión basada en datos falsos. ¿Lo sabrá la participante?
Para el ciudadano medio sería muy fácil saber a quién es conveniente que le entregue su voto: que compare, eso es todo. ¿Qué habría de comparar? Transparencia, respeto a las leyes, respeto a los derechos humanos, respeto entre poderes constitucionales, nivel de endeudamiento, monto de obras, reserva internacional, grado riesgo-país, capacidad de pago, puntualidad en el cumplimiento de obligaciones —sueldos internos, proveedores externos— situación en el mundo y situación de nuestro país dentro de ese contexto, crecimiento real, nivel real del salario, voluntad de combatir la criminalidad, y otros puntos similares.
¿Cuál debe ser la postura justa de un ciudadano frente a un grupo político que desde el gobierno paga, redacta, imprime y distribuye ejemplares con contenido falso, difamador, calumniador, tratando de parecer que es otro impreso con un nombre muy parecido? ¿Qué merece ese grupo político, además de aplicación justa de la ley? ¿Y qué tipo de apoyo del ciudadano merece un grupo político que combate una manifestación que se opone a una obra enviándoles golpeadores sin escrúpulos?
Hay más de 2 millones de personas en Yucatán. ¿Cuántos saben la verdad única acerca de los hechos? En esto radica la tragedia que debemos evitar.