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La técnica de ejecución en silla eléctrica tiene sus orígenes a finales del siglo XIX. Por aquel entonces había una palabra mágica que acaparaba la atención de muchos investigadores y políticos: se llamaba electricidad. Tras la Exposición Mundial de París en 1881 y la presentación de la lámpara de Edison, los nuevos sistemas eléctricos se convirtieron en el logro tecnológico más importante del mundo, ya que podían sustituir el vapor para hacer funcionar los motores y llevar la iluminación a las ciudades.
Había en juego millones de dólares y dos grandes actores se disputaban el tremendo prestigio de conseguir imponer sus sistemas. De un lado Edison, inventor de la corriente continua (CC), partidario de dotar a las ciudades de energía de baja tensión a través de cables subterráneos y de otro, George Westinghouse, precursor de la corriente alterna (CA) bajo un sistema basado en los descubrimientos y las patentes de Nikola Tesla; él apostaba por conducir alta tensión por cables aéreos para ser transportada largas distancias con pocas pérdidas en forma de calor. La rivalidad Edison-Westinghouse y la antagonía de sus argumentos llegó a tales niveles que se inició una fortísima competencia económica y batalla de relaciones públicas para hacerse con el control del incipiente mercado eléctrico y conocida bajo el nombre de «Guerra de las corrientes».
En 1886, el estado de Nueva York nombró un comité para encontrar un nuevo método de ejecución que fuera más humano y que remplazase a la horca y Edison no desaprovechó la oportunidad de desprestigiar a su adversario: consiguió que uno de sus empleados, Harold Brown, inventara una silla eléctrica de CA con la que electrocutó a perros, gatos y hasta una elefanta para demostrar que ese sistema era peligroso para los humanos y no apto para el consumo en el hogar. Con estas acciones, en 1888 el gobernador de Nueva York firmó el decreto que establecía la silla eléctrica como método legal de ejecución de criminales. Se eligió la corriente alterna.
La batalla parecía perdida pero los precursores de la corriente alterna tuvieron su derecho a réplica y dos acontecimientos marcaron la adopción final por parte de la sociedad estadounidense de este sistema en favor de la CC. Por una parte, en una prueba de heroicidad, el propio Tesla se expuso públicamente a una CA que atravesó su cuerpo y no le causó ningún daño. Por otra, los grandes contratos cerrados por Westinghouse con diferentes empresas como la «Niagara Falls Power Company», determinaron que la CC era un sistema más seguro y confiable.