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Buscador sempiterno de la verdad, predicador constante de la paz y del amor, mentiroso consumado, artífice constante de diferentes realidades, a través de los ardides del lenguaje, Facundo Cabral murió como nunca nadie lo habría supuesto ni esperado, bajo el fuego y las balas de unos asesinos que no lo buscaban a él, pero que lo convirtieron en víctima inocente.
En su juventud, con barba y tono de profeta...
Enhebraba anécdotas de diversos personajes de la historia, que ciertas o no, hacía aparecer como verdaderas y en cada presentación cambiaba o enriquecía pasajes de su vida, que se antojaba un tanto distorsionada, pero verídica.
La vida de Cabral es en si misma una leyenda que raya en lo poético. Se dice que a final de cuentas, su padre hizo por él y su familia lo único que pudo: irse, que su abuelo los echó de casa y que desde entonces, hizo de vagabundear un arte.
Se cuenta que muy niño huyó de casa y emprendió una larga marcha hacia la capital argentina, donde ansiaba entrevistarse con el mandatario de aquel tiempo y su mujer, afamados por dar trabajo a los pobres. De algún modo obtuvo la dirección de la residencia oficial y pudo burlar el cerco de seguridad; ahí se gestó el primero de sus grandes mitos: que Eva Perón dijera que era la primera vez que alguien les solicitaba empleo y no limosna.
Una imagen más actual...
Cabral estuvo preso en un reformatorio por su carácter violento. Padeció el alcoholismo a temprana edad. Fue inicado por un sacerdote jesuita en el vicio de la literatura, hábito que padecería toda la vida. Hizo en tres, estudios que normalmente hubieran llevado doce años. Vivió entre místicos y vagabundos.
Al escuchar el Sermón de la Montaña, tuvo consciencia de haber nacido y tras reflexionar, vino la iluminación y escribió su primera canción: Vuele Bajo, un arrullo hecho para dormir o calmar a ese niño asustado y herido que siempre vivió en su interior.
Tocaba la guitarra, admiraba el folclorismo y a Yupanqui. Su nom de guerre inicial fue el Indio Gasparino. En 1970 grabó No Soy de Aqui, Ni Soy de Allá, tema que resumía lo azaroso de su vida y definía su vocación de poeta errante.
En uno de sus conciertos en México
Fue influenciado por San Francisco de Asís, Ghandi, la Madre Teresa, amaba a Borges y a Whitmann. En sus conciertos reflejó siempre su misticismo, su pasión por la literatura, un ácido sentido del humor y una punzante crítica social.
Tenía la capacidad de mentir convincentemente. De ser asertivo y fecundamente ingenioso y creador. Cuando regresó a Argentina en el 84, junto con otro ícono de la música, Alberto Cortez, realizó la gira Lo Cortez no Quita lo Cabral, donde ambos se combinaron para brindar esa mezcla exacta de humor, amor e ironía.
Otra de sus leyendas dice que a los cuarenta años perdió a su mujer e hija en un accidente de aviación. Se cuenta que a los cuarenta y seis conoció a ese padre inédito que en el pasado lo abandonó y pudo perdonarlo.
Con su compatriota Alberto Cortez, en el espectáculo Lo Cortez, no quita lo Cabral
Se dice que padecía cancer pancreático y que pensó morir, que fue quedando ciego, que en el colmo de la congruencia entre lo que pensaba y decía, jamás poseyó nada, vivía en cuartos de hotel, como resumió en una nota: Fue mudo hasta los nueve años, analfabeto hasta los catorce, enviudó trágicamente a los cuarenta y conoció a su padre a los cuarenta y seis. El más pagano de los predicadores cumple setenta años y repasa su vida desde la habitación de hotel que eligió como última morada.
Desprendido y generoso como era, entregaba a un conductor de taxi, amigo suyo, todos los reconocimientos que recibía. Fue nombrado mensajero mundial de la paz por la UNESCO y ciudadano ilustre de Buenos Aires, no por su trayectoria artística, sino por su infatigable labor como vocero de la armonía y la unidad de los pueblos del mundo.
Una de las portadas de sus discos
Tras presentarse en Guatemala aseguró: ya di las gracias a ustedes (refiriéndose al público), daré las gracias en Quetzaltenango y después que sea lo que Dios quiera, porque el sabe lo que hace. Acaso intuía su muerte. La última canción que interpretó en su actuación postrera en Quetzaltenango fue No Soy de Aquí, Ni Soy de Allá.
Fue asesinado en la madrugada, cuando se dirigía en compañía del empresario que lo contrató y su representante, al aeropuerto para cumplir su siguiente presentación. El predicador constante de la paz, el poeta, el compositor, el bohemio, el visionario, fue arteramente acribillado por ráfagas de sicarios que le quitaron la vida, cuya alegría brindaba a los demás y escanciaba en su copa personal a manos llenas.
Todo era estupor. Todo mundo se negaba a creerlo. Se le consideraba inmortal como a Dalí, porque los símbolos tienen una corteza que resiste la corrosión y la muerte. La noticia de su deceso dio la vuelta al mundo entero, hasta que lentamente, su nombre fue entrando en la leyenda que en 1937 inició, no en balde decía que al quedar las coplas en el alma popular, lo que se pierde de gloria, se gana de eternidad...
Descanse en paz Facundo Cabral. Admito que maten a un político, pero jamás podré tolerar que se asesine a un poeta...
Dios, Patria y Libertad
Guillermo Barrera Fernández