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Resulta curioso pensar o que a alguien se le ocurra que el peso vota, aunque si analizamos la historia del país en las últimas tres décadas, podremos ver cómo a la gente le hubiera gustado votar en contra del partido que le había recetado inflación de dos dígitos, cerrando con una devaluación que ahora quisieran los griegos para reducir un poco sus problemas de deuda.
No era así porque todos sabían que la oposición nunca ganaría, debido a que los organismos electorales eran desconocidos y lo que había era del gobierno y como tal era perfectamente manipulado. Las cosas han cambiado y curiosamente ahora la gente ya no piensa en que el peso vote, debido a que llevamos poco más de una década con una tasa de inflación muy baja y en eso de las devaluaciones, a nadie le espanta que el peso de pronto suba como loco y luego baje, hasta convertirse en el súper peso y sea el azote de los importadores. Con este antecedente no debe espantarnos pensar en que el peso vota, aunque en esta ocasión no nos referimos a esto.
Resulta que los niños con teléfonos inteligentes y tabletas electrónicas despertaron y algunos están saliendo de su letargo y de pronto, dicen los analistas políticos, amenazan con convertirse en un verdadero problema para algunos candidatos, en especial lo que ellos consideran como lo peor del pasado de México, ignorando que no deben ir muy lejos para encontrar que en el presente y en el pasado muy reciente pueden encontrar lo mismo y hasta un poco más, pero en fin. Se sintieron agredidos de diversas formas, entre ellas por los medios de comunicación y ahora estos ya van a llegar al extremo de darles un espacio en horario Premium, para que salgan a dar su opinión y manifestar sus ideas. Realmente en lo poco que se les ha visto ideas no tienen muchas, porque invierten mucho tiempo en teclear sus aditamentos electrónicos, no dándose el tiempo para pensar, que es la base de todo para tener una idea, por lo menos borrosa de las cosas. Luego en materia de opiniones tampoco han manifestado muchas, excepto que son mucho más de los ciento y tantos señalados originalmente, que no pertenecen a ningún partido, que son apolíticos y que si leen y no ven la tele.
En fin, habrá que ver cuantos tienen credencial de elector vigente, aunque como es requisito para que les sirvan de beber y los dejen entrar a los antros, seguramente todos tienen una, pero el verdadero reto será verlos levantarse sin cruda el día de la elección, enterarse en donde rayos está ubicada su casilla, e ir a formarse para votar. Conociendo a esta juventud aplicada y dedicada, seguramente la respuesta será ¡que hueva!, aunque en verdad nos gustaría estar equivocados en todo lo que aquí decimos, pero ya nos apartamos del tema.
El hecho está en que los medios les han abierto el espacio y ya prometieron que van a pasar el debate en cadena nacional, con repetición instantánea, cámara phantom, comentaristas de primer nivel y cuanto truco de mercadotecnia sea necesario para captar una audiencia que a ninguno de los medios le interesa perder. Entonces, ¿el peso vota o no vota? Desde luego que vota y ahora los medios tienen la delicada tarea de abrirles el espacio a este segmento de la sociedad, con tal de no perder el rating. Así como decían en el pasado, billetito habla, ahora es el billete el que manda; esto es, el peso vota.
Por cierto, a los candidatos y sus estrategas de campaña los tomaron con las bragas en las manos y no han sabido dar respuestas coherentes al reclamo y el ímpetu mostrado por los jóvenes, aunque si las cosas funcionan como han funcionado en los últimos 300 años en el país, hay que esperar a que alguien se infiltre al movimiento y empiece a mover gente y a llevar las cosas hacia cierto fin. Movimiento sin líder con una gran ambición política está condenado a morir y es por ello que los señores candidatos deberían analizar la forma como atraer por lo menos a una parte de esa nueva fuerza social y buscar posicionarse, aunque es tanto el deseo entre ellos por descalificarse y buscar qué nueva paja encuentran en el ojo ajeno, que se les va a ir el billete, sin aprovecharlo. El peso vota y cada voto es un peso, o varios; pura economía.