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NUEVA DELHI, India, 14 de enero.- Ni 24 horas después de que la India afrontase uno de sus domingos más ignominiosos desde que la joven 'Nirbhaya' fuese violada y asesinada aquel 16 de diciembre en Delhi –ayer eran detenidos el sexto sospechoso de la violación en grupo el viernes de una mujer de 29 años, en el estado del Punjab, así como el presunto violador y asesino estas navidades de una niña de 9 años, en el estado de Maharastra-, el subcontinente se desayuna hoy mismo con otra nueva tragedia.
Ha ocurrido esta vez en Bihar, un estado en el noreste de India. Y también en domingo. Fue en la jornada de ayer cuando la policía recuperaba de un huerto de mangos, ubicado en la localidad de Bhagalpur, el cuerpo semidesnudo y con evidentes signos de violencia de una mujer. Tenía 32 años de edad y estaba colgada de uno de sus árboles.
Jyoti Singh Pandey, la estudiante que murió por las heridas que le infligieron en una violación tumultuaria en diciembre pasado.
La víctima era pasajera del 'Correo de Brahmaputra', un tren de largo recorrido que traza la distancia entre Delhi y el estado de Bihar. Por circunstancias que aún se desconocen, la mujer se bajó del tren en Bhagalpur, en este último estado, y fue arrastrada por un número indeterminado de personas hasta un huerto situado a unos 10 km de distancia.
Aunque las informaciones aún son confusas, algunos medios locales publican, citando como fuente a la policía, que el incidente habría sido denunciado por un primo de la mujer y por su propio marido, con quienes la víctima habría viajado junto a su hijo de 10 años.
Según estas informaciones, primo y marido habrían declarado que la mujer sufrió un ataque de ansiedad por la cantidad de pasajeros que suelen doblar -y hasta triplicar- la capacidad de los vagones de los trenes que circulan por India, saltando finalmente del compartimento conforme el tren desaceleraba entre dos estaciones cuando se dirigía al WC, seguida, de cerca, por su primo.
Siempre según declaraciones de los testigos, "de repente", y antes de que nadie pudiera reaccionar, el tren volvió a coger velocidad y se la perdió de vista. La policía desconoce por qué la mujer habría tomado tal determinación. Sólo parece añadir al relato que un grupo de personas "ebrias" la habría arrastrado hasta un huerto de mangos a unos 10 kilómetros del lugar, donde la habría asaltado sexualmente.
Entre las posesiones de esta nueva víctima, la policía sólo recuperó un billete de tren y su número de teléfono móvil escrito en un pedazo de papel. Alrededor, su ropa esparcida en un radio de 50 metros y botellas vacías de licor, en el suelo, después de la 'fiesta'
Suma, así, la tercera víctima de un fin de semana negro. Otra violación ocurrida el viernes, muy parecida en sus modos y en sus formas a las que lanzó a todo un país a la calle para exigir justicia para víctimas y verdugos, apenas solapaba la noticia de la detención, también ayer, de un hombre acusado de violar y matar a una chiquilla de nueve años pocos meses después de salir de la cárcel por otro delito similar fechado en 2003.
Siempre mujeres en un país que sólo parece quererlas de usar y tirar, como esas montañas de envases y plásticos que alfombran cualquier rincón de la India.
"Violada", pero sobre todo "arrojada" son ya, con diferencia, los dos participios más usados por la prensa local desde que hace casi un mes el caso de Nirbhaya pusiera al país en el mapa mediático de la violencia sexual en el mundo.
"Todo el mundo le llama 'menor'. A él, que la golpeó con una barra de hierro que [luego] introdujo en su cuerpo, hasta el fondo, antes de dar un tirón hacia fuera y arrancarle los intestinos mientras le gritaba '¡Muere, perra!'. Y sin embargo, la ley le llama ‘menor’".
Son las durísimas primeras declaraciones públicas de la madre de Jyoti Singh Pandey, desde que ésta fuera violada el pasado 16 de diciembre y falleciera tras la lesiones producidas. Las publica hoy el Times of India y en ellas se refiere al sexto implicado en la agresión sexual que ha provocado una oleada de graves protestas en toda India. Se trata de un supuesto menor de 17 años que dada su edad legal podría ser juzgado por un Tribunal de Menores.
"Era una niña brillante. Siempre fue la primera de su clase", cuenta la madre. "Teníamos grandes sueños para ella y unos cuantos cientos de miles de rupias no sustituirán a mi hija. Lo único que nos va a satisfacer es verlos castigados. Por lo que hicieron, merecen morir".
El hermano menor de la joven violada, quien cuenta que guarda como recuerdo un mechón de pelo de Jyoti y que junto a su familia no se despegó del hospital durante todo el tiempo que ella estuvo con vida, recuerda que vio con sus propios ojos lo que hicieron con ella.
"[Jyoti] nos contó, sobre todo a mi madre, todo lo que el hombre que afirma ser menor de edad le hizo". Incluso destaca la "brutalidad" de un relato que está, insiste, "más allá de toda imaginación". "No merece una segunda oportunidad, él sólo merece la muerte", sostiene. (EL MUNDO)