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Una leyenda cuenta que un hermano lego (que no era sacerdote) de la orden de los Dominicos, no sabía leer ni escribir, por lo que no podía leer los Salmos, como era la costumbre en los conventos de la época.
Se recomienda inculcar el rezo del Rosario a los niños
Cuando terminaba sus labores por las noches (él era el portero, el barrendero, el hortelano, entre otras cosas) se iba a la capilla del convento y se hincaba frente a la imágen de la Virgen María y recitaba 150 avemarías (el número de los salmos), luego se retiraba a su celda a dormir.
Por la mañana, de madrugada, se levantaba antes que todos sus hermanos y se dirigía a la capilla para repetir su costumbre de saludar a la Virgen.
El Superior de la orden, notaba que todos los días, cuendo él llegaba a la capilla para celebrar las oraciones de la mañana con todos los monjes, había un exquisito olor a rosas recién cortadas y le dió curiosidad, por lo que preguntó a todos quién se encargaba de adornar el altar de la Virgen tan bellamente, a lo que la respuesta fué que ninguno lo hacía y los rosales del jardín no se notaban faltos de sus flores.
Pasado el tiempo, el hermano lego enfermó de gravedad; los demás monjes notaron que el altar de la Virgen no tenía las rosas acostumbradas y dedujeron que era quien ponía las rosas. ¿Pero cómo? Nadie le había visto nunca salir del convento, ni sabía que comprara las bellas flores.
Una mañana, les extrañó que se había levantado, pero no lo hallaban por ninguna parte.
Al fin, se reunieron en la capilla y cada monje que entraba quedaba asombrado, pues el hermano lego estaba arrodillado frente a la imagen de la Virgen, recitando extasiado los avemarías y a cada uno que dirigía a la Señora, una rosa aparecía en los floreros. Así, hasta que al terminar sus 150 saludos, cayó muerto a los pies de la Virgen.
Promesas del Santo Rosario: Los pecadores obtienen el perdón; las almas sedientas se sacian; los que lloran encuentran la alegría; los que son tentados, la tranquilidad; los pobres son socorridos; los religiosos, enfervorizados; los ignorantes, instruidos; los vivos vencen la vanidad; las almas del purgatorio encuentran alivio
Con el correr de los años, Santo Domingo de Guzmán, (se dice que por revelación de la Santísima Virgen) dividió los 150 avemarías en tres grupos de 50 y los asoció a la meditación de la Biblia: Los Misterios Gozosos, Los Misterios Dolorosos y Los Misterios Gloriosos, a los cuales el Beato Juan Pablo II añadió los Misterios Luminosos.
Cuando rezamos el Santo Rosario, Satanás se aleja. Se recomienda rezarlo en familia, porque familia que reza unida, permanece unida.
Cada avemaría repetido, es una preciosa rosa para la Virgen. Quien reza el Rosario obtiene un sinnúmero de gracias.