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Conkal fue el lugar de la gran fiesta. Allí Ivonne Ortega demostró su personalidad. Es digna de ser felicitada: logra resultados. Hizo la fiesta. No sólo opacó a Beatriz Paredes, la dejó pequeña e insignificante; demostró quién es la del poder real. Ivonne Ortega Pacheco se afianzó al poder, ejerce el poder y tiene el poder.
Tiene el poder real para convertir los hechos en la dirección que ella escoja. Ahora, los que le rompieron el brazo a Ismael Peraza Valdés, van a ser de la procedencia y con la historia que Ivonne Ortega Pacheco desee. Dentro del vehículo había —según varios testigos han dicho— múltiples juegos de placas. En ese momento portaba de Campeche, que, obviamente, estaban superpuestas.
La historia que le quieren vender a la sociedad —y que algunos hacen como que aceptan para poder escribir a favor de quienes les pagan— es que se trata de un "grupo de choque panista". Ya intervino la gente de Saidén —los mismos que la plantaron un arma al agente que no aceptó jugar su juego— y éste y su grupo transformarán los hechos según le conviene a la mujer del poder, muy comparable a esa mujer que se le llama en ficción política inglesa, "la reina de corazones".
De nuevo: Ivonne Ortega Pacheco es digna de ser felicitada. Lo ha hecho todo en un grado tal de perfección que sólo tiene dos posibles finales: el poder absoluto sobre cada hoja que se mueva en Yucatán o la cárcel.
Pero los actores que se oponen a esta potente yucateca, originaria del pueblo de Dzemul, y ahora de trascendencia nacional, no tienen ni remotamente los elementos necesarios para combatir la perfección con la que el equipo de ella, a todos los niveles, logra transformar los hechos y la realidad. Cuando el poder omnímodo se coloca en la sociedad, no tiene límites. Es lo mismo de que gozó el PRI durante 71 años y es lo mismo que ahora persigue porque ya saben que sólo así se puede mantener el poder en México. La "democracia" no jaló. Todo se ha podrido: lograron transformar las verdades en mentiras y las mentiras en verdades. El México de 2010 es, políticamente, el mismo, idéntico, al México de hace 100 años, con una orden de magnitud de apariencias.
Porque es un país que aún está poblado por mexicanos y éstos, efectivamente, no han cambiado un ápice. Son los mismos de siempre: están tras la chamba o tras la prebenda. O bien, buscan el privilegio para hacer negocios más fácilmente y asegurarse de no necesitar competir. Los panistas tuvieron 2 defectos: 1) ser mexicanos y 2) ser ingenuos y no ejercer el poder. Y cuando trataron de usar el incipiente colmillo que les comenzaba a brotar, ¡se convirtieron en los peores actores con un método que jamás fueron capaces de dominar!
Y qué bueno que no hayan sido capaces. Es un fracaso que debemos, unos cuantos mexicanos —que en verdad buscamos un México democrático, con gobiernos transparentes y una iniciativa privada que no busque privilegios, sino que esté dispuesta a competir y ganarse al consumidor en base a buen producto y servicio— considerar como una lección dolorosa en sus resultados, pero, finalmente, aprendida.
Pero es un fracaso que nos debe mantener muy vigente una lección: no se logra la transformación de la sociedad jugando el mismo juego que se debe erradicar. No se combate la corrupción con corrupción; no se combate la mentira con otras mentiras. Es cierto que han sido pocos los que dentro del panismo han optado —quizás por la desesperación impotente de este final— por mantenerse fieles a sus principios. Pero los hay y ahora observan un poco de lejos que haber hecho su berrinche quizás no fue lo más conveniente.
Es tan fácil definir lo que se busca: democracia, transparencia, rendición de cuentas, apertura, inclusión universal, información clara y contundente, ambiente justo para la libre competencia. Pero, ¿cómo puedes actuar así si los interactuantes no comprenden ni los términos ni las implicaciones de un sistema de vida que se adapte a esos valores?
En el Diario de Yucatán —página electrónica— es posible ver comentarios de quienes —al parecer— creen efectivamente que el PAN pudo haber organizado a "grupos de choque" para intentar matar a Ismael Peraza Valdés. Yo, como ciudadano cualquiera, común y corriente —no cuento con información alguna privilegiada de ningún partido político— sencillamente no puedo, para nada, jamás, creer que quienes están dentro del PAN —a algunos, muy contados, de los cuales conozco personalmente— se hayan reunido para planear algo de ese tamaño.
Es obvio, para mí, que se trata de una acción perpetrada por personal al servicio del gobierno del estado de Yucatán, a los que "se les fue la mano", exactamente igual que "se le fue la mano" al judicial que le disparó al "Charras" para dejar de oír los gritos y amenazas que se habían prolongado por varias horas, cuando la instrucción había sido evitar que estuviera en cierto lugar mientras un operativo se ejecutaba para retirar la dinamita que amenazaba la vida de muchos inocentes.
Aquí probablemente la instrucción institucional haya sido: "hazle ver a ese cabrón que ni lo hemos perdonado ni lo vamos a dejar en paz por su traición". "Hazle ver", sin embargo, tiene diferentes formas de ser interpretado por cada actor involucrado en la línea de la jerarquía de la orden institucional. Y los ejecutores aplicaron su visión del "hazle ver", que, para ellos, incluía un batazo que pudo haberle quitado la vida, a Peraza Valdés, de haberle dado en la cabeza.
La maquinaria del PRI es muy efectiva. Siempre lo ha sido. No debemos olvidar cómo en los 70 y 80 los franceses enviaban a estudiosos para ver "cómo lo hacían". Hoy pueden venir a Yucatán para verlo: ahora van a "aceitar" a todos los medios para que éstos conviertan en verdad la falsedad total de la existencia de un grupo de choque "panista" y que ese grupo sea el responsable de la criminal golpiza a Peraza Valdés.
Pero ya hay participantes "espontáneos" comentando el asunto como si fuera un hecho. Lo saben hacer: están bien organizados. En cambio, los ingenuos panistas dependen de la reacción de la sociedad civil, una muy escasa —casi inexistente— para sus convocatorias. De allí que un "comentario" espontáneo haya hecho referencia a las cifras del mitin del PRI —20,000— comparada con la cifra del mitin del PAN —4,000. ¡Lógico! ¿Qué se esperaba?
Y así, el modelo, una vez más, les ha funcionado a la perfección. Desde el comienzo de esa victoria electoral pírrica del 2000 —que ahora arrastra las de 20 años en Yucatán— hasta el día de hoy, la maquinaria PRI ha hecho bien su tarea: empujar, inyectar, cada día, cada minuto, en el inconsciente colectivo mexicano, la idea de que "todos son iguales". Las encuestas así lo están mostrando. Lo hizo a lo largo y ancho de todo el país.
Yucatán había gozado de un medio, el Diario de Yucatán, que se mantenía al margen del modelo priista. No le llegaban las estupideces. Pero en su interior hubo personas que se enamoraron del ataque pertinaz, destructivo del "nuevo régimen" y se les llenó la boca de tinta cuando escribieron: "...son iguales". Además, sufre de otro problema irreparable: sólo imprime para menos de 20% de las casas de Mérida. Hace 20 años, imprimía para más de 60% de las familias. La posibilidad de homogeneizar la información se ha diluido en la fragmentación que hoy existe.
Así, hemos quedado a la deriva y es incierto lo que a nosotros —los tercos que no creemos en el PRI aunque no nos pague ni el PAN ni nadie por pensar y escribir, sino que lo hacemos porque de esto estamos convencidos— nos pueda suceder a manos de los constructores de "casos". Estamos en un grave peligro. ¿A quién podemos recurrir?
¿Y la elección? ¿Cuál elección? No hay vigilancia ciudadana real; las cifras se maquillarán a final de cuentas. Ya nada es confiable. Así como ordenaron quitar el letrero que podría recordarles algo muy concreto al votante y restarle votos al PRI, desde el interior del IPEPAC se van a ordenar muchas otras cosas en el mismo sentido y a favor de ese mismo partido. Ciudadano: de nuevo, tú eres lo último, sólo sirves para hacer bulto.