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Durante el tiempo que he tenido ocasión de compartir mis puntos de vista, mis lectores han podido darse cuenta de que he tratado de ser siempre muy respetuoso, especialmente cuando mis señalamientos han sido dirigidos a una mujer. Así, a pesar de formular mis críticas con todo rigor, he mantenido la caballerosidad como divisa. En los tiempos que corren, esto no es una tarea sencilla, sobre todo cuando nos damos cuenta que algunos partidos políticos tienen la piel más sensible que una quinceañera y se apresuran a utilizar modelos y patrones que creen destinados a ellos mismos, antes que se haya señalado al destinatario del ajuar. Diciéndolo en palabras más comunes, se ponen el saco que consideran les queda a la medida y esto último complicará mis buenas intenciones, más reitero, buscaré hacer la caballerosidad prevalecer.Con todo, afirmar que la arquitecta Araujo es inconstante no constituye una ofensa ni una falta de respeto. Forjada a imagen y semejanza de su amiga y preceptora, Ivonne Ortega Pacheco, la tixkokobense ha adoptado ciertos usos y hábitos no exactamente positivos.
Decir que la arquitecta es despreocupada no trata de agraviarla. Que haya dejado abandonada su diputación federal e inconclusa o a medias, su labor legislativa, no es una mentira. No faltará quien diga que retomó el quehacer su suplente. Pero a pesar de todo, no es igual. Nadie puede hacer las cosas como haríamos nosotros mismos.
Manifestar que la arquitecta ha desairado al pueblo meridano al negarse a debatir, no es levantarle un falso testimonio. Diversos sectores sociales, especialmente los estudiantes, clamaron solicitando el intercambio de ideas y ella los ignoró olímpicamente. No dio razones para su negativa y esto indudablemente, no es cortés.
Expresar que la arquitecta se negó a debatir porque temió exhibir sus limitaciones o deficiencias no es calumniarla. Quien confía en sus capacidades no rehúye la confrontación. Esto nos puede dar una ligera idea, de su futura conducta, si llegara a la alcaldía.
Finalmente, asegurar que la arquitecta pagará un alto costo por negarse a debatir, no es especular. Recordemos la actitud de soberbia de López Obrador rechazando intervenir en un evento semejante y el costo que pagó por su actitud de desprecio al deseo de las mayorías: perder la elección presidencial. Digan lo que digan los asesores de su cuarto de guerra, la historia es una maestra que no admite réplicas. Ya tendrá tiempo para percatarse de su error.