522 palabras
Viernes 9 de noviembre.- Nuestro propio ombligo (tuch en Yucatán) puede resultarnos una vulgar hendidura que vemos cada día, casi un agujero ridículo y al que apenas prestamos atención, pero, sin embargo, es un territorio relativamente inexplorado lleno de vida. Un equipo de investigadores de distintas universidades estadounidenses ha analizado qué escondemos ahí dentro, y resulta que no solo pelusilla. Esas cicatrices que recuerdan nuestro nacimiento albergan toda una jungla microscópica. Nada menos que 2.000 especies diferentes de bacterias y microorganismos, desde las más comunes (como estafilococos) a otras más raras (las arqueas, nunca antes encontradas en la piel humana), «peleonas» como las pertenecientes al género Bacillus -que luchan contra los hongos y los virus-, y hasta las Micrococcus, que son las responsables del olor corporal.
Los científicos, dirigidos por Robert Dunn, de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, encontraron todas estas bacterias en los ombligos de diferentes grupos de voluntarios que participaron en la investigación, publicada en la revista PLoS ONE. Muchas de las bacterias eran raras y aparecían en menos de diez de cada 60 personas del estudio. Sin embargo, las bacterias comunes eran compartida por más del 70% de los ombligos.
«Al principio, comenzamos este proyecto para ayudar a la gente a entender el maravilloso sistema ecológico que nos cubre de la cabeza a los pies, por dentro y por fuera», explica Dunn a PLoS ONE, pero en algún punto, el proyecto pasó de la divulgación a la ciencia. El ombligo está menos expuesto que otras partes de nuestro cuerpo a los productos químicos y la «contaminación» de otras personas con las que nos encontramos cada día, por lo que suponía una muestra de piel ideal para ser analizada por los investigadores.
«No conozco ningún estudio que sea capaz de explicar las diferencias en las bacterias de la piel de una persona a otra. Es un gran misterio que permanece vivo ahora mismo en nosotros», dice el científico. El equipo concluye que si bien ahora sabemos qué bacterias son más frecuentes en el ombligo, todavía son incapaces de predecir cuáles de esas bacterias frecuentes se encontrarán en el ombligo de una persona en particular. «No parece importar ni el sexo, ni la edad, ni el lugar de residencia ni el lugar de nacimiento, así que eso es lo que intentamos averiguar ahora», señala Robert Dunn. De la misma forma, los científicos intentan conocer cómo modificar nuestro comportamiento de manera que podamos favorecer a las especies que nos mantienen sanos y evitar a las que nos hacen daño. (ABC)