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Aquí, no hay timbres y campanas cuyo sonido indique que “Es hora de comenzar la clase”. Aquí, no hay salones cerrados, obligaciones que se acatan sin saber por qué. Aquí,en la Escuela de Agricultura U Yits Ka'an (Savia del Cielo), subsede Hunucmá, la única regla es querer integrarse a un aprendizaje que no sólo será en beneficio propio,sino de la comunidad a la que pertenecemos.
Esta institución es filial de la Escuela de Agricultura de Maní, nacida en la década de los noventa gracias a la iniciativa de los padres Atilano Ceballos Loeza, Raúl Lugo Rodríguez y Augusto Romero Sabido, además de que personal y académicos de la Uady y la Universidad de Chapingo también se sumaron a este proyecto.
Es sábado (día de clase) cuando decido visitar este municipio de Yucatán, a unos 45 minutos de Mérida. Un pequeño y discreto letrero me indica que estoy en el lugar correcto. La existencia del plantel de Maní era de mi conocimiento, pero confieso que sólo un par de días antes me enteré de la existencia de subsedes (Peto, Valladolid…las cuales surgieron por la demanda de la gente y necesidades).
En Hunucmá, el proyecto con cuatro años de existencia, es responsabilidad de Cecilia de los Ángeles Uh Jiménez. Mejor conocida como Ceci, o la maestra Ceci. Ella es un ser humano que, quienes la conozcan, difícilmente podrán olvidar. Su afabilidad, sencillez y buen humor se contagian y hacen sentir bienvenido al extraño (0 sea, yo). Está dispuesta a responder mis preguntas, pero llegué a la hora del trabajo y me indica: “vas a tener que seguirme mientras tomas notas”.
Afortunadamente tengo una grabadora, de lo contrario este reportaje no habría tenido información de lo ágil, eficiente y rápida que es Ceci.
La mujer toma una escoba y comienza a barrer los espacios donde trabajarán los alumnos, quienes partir de las 9 de la mañana comienzan a llegar, listos para trabajar bajo el sol, con botas, tenis, gorras y sombreros. Sus rostros reflejan que las edades que les corresponden podrían ir de los 18 a los 50 años. Pero los años acumulados en las personas es lo de menos porque entre ellos no establecen diferencias: conforme arriban al lugar, cada quién sabe qué le corresponde hacer y se pone en acción, ya se acomodar las sillas para las clases, regar el huerto, revisar las condiciones del apiario…
Ceci cuenta que la Escuela de Agricultura de Maní inició funciones, en un principio, sólo para varones. Años después abrieron cursos para mujeres, los fines de semana, pero los cursos eran por separado. Al preguntarle la razón de esta diferencia, da como motivo “el respeto a las costumbres de los pueblos, pero siempre con la intención de que las mujeres también tuvieran la posibilidad de participar”.
“Las clases eran de martes a viernes y los alumnos ahí comían y dormían, las actividades comenzaban temprano y abarcaban parte de la noche. Durante un tiempo la escuela subsistió con el apoyo de Misterios (recursos financieros de la Iglesia Católica de Alemania) para la infraestructura, comida, mantenimiento”, relata Ceci mientras nuestra plática tiene como marco el sonido de la escoba que deja limpio el suelo.
“Esta ayuda fue sólo un tiempo, al inicio, porque se supone que la institución debería sostenerse por sus propios medios. Posteriormente se formó un patronato y también recibía apoyo de los grupos locales”.
U Yits Ka'an se acerca a la veintena de existencia. ¿Qué ha cambiado en todo este tiempo? “El objetivo de la escuela sigue siendo el mismo. Preferentemente de campesinos para campesinos , es decir que quienes coordinamos la escuela, los cursos, seamos gente campesina y que compartamos el conocimiento con los campesinos. Pero se ha dado el fenómeno generalizado de gente de la zona urbana interesada no sólo en conocernos sino también en practicar la agricultura orgánica porque tienen un terreno o tienen la intención de trabajar el campo de alguna manera”, señala Ceci, quien reside en la subsede de Hunucmá.
“No importan las profesiones - en Hunucmá hay biólogos, jubilados, alumnos del Instituto Tecnológico de Mérida- aquí viene gente de campo que tiene tierra y quiere trabajarla o ya la esté trabajando y quiera cambiar su manera de pensar y laborar en ella. La escuela está enfocada preferentemente en campesinos, pero muchas veces éste por su tiempo, responsabilidades, no siempre viene o se acerca solamente por la información, la cual se le da incluso a través de los estudiantes, porque la intención es que conforme ellos vayan aprendiendo puedan transmitir esos conocimientos”.
“Sin embargo, le damos preferencia a la gente de aquí, porque es la que lo necesita, buscamos que mejoren sus condiciones y a la vez se alimenten de una manera más sana”, agrega la maestra.
En la escuela, se enfocan más en la agroecología -“una palabra muy moderna que los campesinos ni la conocen, acota Ceci- que abarca todos los aspectos de la vida, el aspecto social , religioso, cultural, gastronómico”. La sustentabilidad es lograr que las personas después de cambiar su mentalidad, de dejar de ver a los animales y plantas como algo para comprar y vender sino algo que es parte de ese todo que nosotros también integramos, se puedan volver más autónomos. “Poder tener nuestras propias semillas, abonos, insecticidas biológicos, que todo lo podamos hacer nosotros sin tener que depender del gobierno o tener que desembolsar para comprarlos, ya que pagamos un alto costo monetario, en la salud y el medio ambiente”.
“Nuestra intención es lograr que la vida de una persona, una vez asumidos esos valores de la agroecología, pueda tener una comida más sana pero también una mejor calidad de vida. O sea, una existencia con dignidad. El agua, las plantas todo es parte de nosotros, si estamos en un desierto sufrimos porque no tenemos nada de eso, por poner un ejemplo. Así, tenemos los árboles, los animales, las plantas y si además podemos producir nuestra propia comida, eso nos da una alta autoestima”, dice la maestra.
Todo lo anterior es un trabajo muy complejo y lento. Tan sólo el curso en la Escuela de Agricultura dura un año, de febrero a diciembre, y el costo es gratuito. “Es una labor de todos los días en la cual se requiere mucho corazón y disposición de cambiar nuestra mentalidad, pero no sólo quedarnos ahí, sino también difundirlo”.
El principal objetivo de la escuela es que los estudiantes- en Hunucmá sobrepasan la treintena, aproximadamente - aprendan a producir sus propios alimentos. Si logran organizarse con su familia o poseen un terreno y producen más, “los excedentes los podemos canalizar a un mercado nuestro, en el que nosotros ofrezcamos directamente al consumidor, no a través de cadenas ni súpermercados porque eso es caer en el juego de la mercadotecnia. Te haces esclavo de ellos para que su bolsa gane, no el consumidor”.
“Aquí en Hunucmá, si alguien cría cabras y tiene excedentes de leche, pues llevarlos al mercado y venderlo a un precio justo y directo con el consumidor”, ejemplifica Ceci.
El método en la escuela se llama de campesino a campesino . “Ahora están en la ‘redefinición’ de lo que es un campesino - ríe Ceci-. Antes era ‘una persona que vive del campo’ pero nadie puede hacerlo ahora, es una verdad. Lo que pretendemos es que la gente no venda su tierra, que la pueda trabajar y tenga un medio de sustento y que por supuesto lo tiene que combinar con otra actividad. Vivir al 100% del campo es difícil porque nadie tiene los medios completos”.
La Escuela de Agricultura “U Yits Ka'an” es educativa que productiva. Se les muestra desde lo primero: manejo del suelo, composta, cómo preparar la tierra, sembrar las hortalizas, cómo obtener las semillas, etc. La cosecha es según la temporada y después se les enseña cómo comerlo, así, se han alimentado de yuca, tomates, huevos de las gallinas de corral, ñame….
Las clases son los sábados y los alumnos se turnan entre semana para regar el terreno. El día de mi visita, 25 de mayo, el tema fue la preparación de insecticidas orgánicos. Ceci puede ser la maestra oficialmente, pero en realidad la clase la imparten todos. Intercambian experiencias, historias, comentan y preguntan, todo en un ambiente de buen humor y respeto. “Aquí nadie llega de catedrático, todos tienen algo que decir en cuestión de campo”, asevera Ceci.
Tras la clase teórica, se forman equipos y comienzan a trabajar. Ya todos saben qué hacer.
“Tengo la idea de que para los alumnos se integren más y como parte de sus prácticas, por ejemplo, si hay gente interesada que se les visite en sus parcelas y ahí se les enseñe temas relacionados con la composta, manejo integral de plagas… Buscamos la participación social, que lo aprendido no se quede en la escuela, al contrario, que se haga la transmisión informativa desde aquí”, explica Ceci.
“El año pasado vinieron estudiantes de secundaria a aprender, y en 2013 buscamos que nos visiten de primarias o kínders, hay algunos colegios que ya solicitaron un recorrido. Les explicamos cómo funciona y qué hacemos”.
Pregunto qué puede hacer la sociedad para apoyar a “U Yits Ka'an”. La escuela tiene un patronato cuyo fin es obtener recursos, a través de este la gente, si desea colaborar, puede hacer una donación, ya sea en dinero en efectivo o en especie, como mesas, sillas y material para la institución. Ahora están intentando conseguir un aparato de sonido que les permita promover sus campañas por el Día del Medio Ambiente, el Día Internacional de la Mujer y diversas fechas conmemorativas.
La maestra Ceci hace una breve pausa porque hay un tema que no sólo le preocupa a ella, sino a toda la comunidad.
“La escuela ‘U Yits Ka'an’ tiene entre sus objetivos promover la ecología humana. Es decir, yo vivo en un entorno, me comunico con mucha gente, tiene relación con todos los demás y enmedio de la comunidad en que vivo hay problemas. Entonces, la institución también puede dar su palabra con respecto a las cosas suceden”.
Cerca de la subsede Hunucmá están construyendo una gasolinera, “y aunque no estuviéramos cerca , hablaríamos”- recalca Ceci- porque todo esto tiene consecuencias para la comunidad, afecta al medio ambiente, a la tierra, al agua.
“No podemos quedarnos callados porque conforme aprendemos a hacer buen uso del suelo,semillas y todo lo que tenemos, desarrollamos la conciencia que es nuestra responsabilidad cualquier cosa que ocurra en el medio ambiente. El silencio sería una cobardía porque sería ir en contra de lo que enseñamos”. Por lo tanto, están organizándose con carteles para levantar la voz y planean crear un Frente Cívico y organizar un estudio.
La construcción de la gasolinera está muy avanzada, desde hace como un mes comenzaron los rumores de su edificación. Una vez que se confirmó qué sería, se formó una comitiva que solicitó una audiencia al presidente municipal para cuestionarle si ya hay permisos, si se cuestionó a los ciudadanos. Aunque al principio dio evasivas, el primer edil les entregó un documento confuso. “Realmente no hay una buena información”, añade.
De concretarse este proyecto, habría serias afectaciones al manto freático, riesgo de accidentes tanto por el líquido flamable así como por el aumento de la afluencia vehicular (hay una secundaria cerca). Además, parte de la economía de Hunucmá se basa en las frutas y verduras, y los pozos están conectadas; sin olvidar, que la gente bebe agua de los mismos. Esta sería la tercera gasolinera que se construye en Hunucmá.
Precisamente el sábado 25 de mayo, el padre Raúl Lugo se presentó, a petición de Ceci, para ofrecer una plática respecto a este tema, específicamente para ayudar a discernir si la construcción de la gasolinera es un delito o es una violación de los derechos humanos. Los estudiantes intercambiaron sus puntos de vista, ofreciendo argumentos interesantes.
Para los integrantes de la subsede Hunucmá está claro: no se quedarán con los brazos cruzados.