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RIO DE JANEIRO, Brasil, 22 de julio.- En medio de una ferviente algarabía, marcada por violentas protestas al final de la jornada, el Papa Francisco llegó ayer a Río de Janeiro, en el inicio de una visita para participar en la Jornada Mundial de la Juventud.
El Papa descendió del avión en que viajaba a las 15:45 (hora local) y Río estalló en júbilo, mientras era recibido al pie de la escalinata por la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.
Antes de que Francisco bajara del avión que lo llevó a Brasil, periodistas brasileños le obsequiaron una bandera de su país como una muestra de cariño.
El Papa Francisco descendió del avión en que viajaba a las 15:45 (hora local) y Río estalló en júbilo, mientras era recibido al pie de la escalinata por la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff (foto de abajo).
Allí, en la base aérea del Aeropuerto do Galeao, un coro de niños de tres parroquias de la ciudad le dio la bienvenida con cánticos alegóricos a un Papa que se notaba relajado y fresco, a pesar de las 11 horas de viaje.
Desde ese momento todo fue alegría y contacto cercano con la multitud, que se fue aglomerando al paso del Ford blindado en que atravesó toda la zona sur de la ciudad, desde el aeropuerto hasta el centro.
Pese a los tumultos, el Papa en todo momento llevó la ventanilla abierta. Al llegar a la avenida Getulio Vargas los agentes de seguridad entraron en pánico, cuando la comitiva quedó atrapada en el tránsito. En ese momento, la multitud se acercó peligrosamente para tocar al Pontífice, que no se inmutó. Su ventanilla siguió abierta hasta llegar a la Catedral de una ciudad que desde temprano rebosaba de la alegría de los jóvenes.
En la Catedral lo esperaba el papamóvil abierto, con el que recorrió el centro de la ciudad. Ordenó frenar en dos oportunidades para bendecir a dos pequeños y casi al llegar al Teatro Municipal le pidió a la custodia que dejara llegar a una mujer que pugnaba por acercarse, en una nueva demostración del poco apego al protocolo y a los esquemas de seguridad.
“Aprendí que para entrar al corazón de pueblo brasileño hay que hacerlo por la inmensa puerta de su corazón, permítanme golpear a esa puerta. No traigo oro ni plata, sino lo más preciado que me fue dado: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que existe en su corazón”, dijo el Papa en el inicio de su discurso a su llegada al palacio de Guanabara, sede del Gobierno de Río de Janeiro, adonde llegó a bordo de un helicóptero militar que aterrizó en el campo de juego del club Fluminense.
Allí lo recibió la Presidenta Rousseff, quien le reconoció su liderazgo y su “sacerdocio por la justicia social y su sensibilidad para con los más débiles”, proponiéndole una alianza para combatir las desigualdades y para diseminar por el mundo iniciativas de superación de la pobreza que han sido exitosas en Brasil.
“Un hombre que viene del pueblo latinoamericano, de nuestra vecina Argentina, agrega más condiciones para crear una alianza (entre el gobierno brasileño y la Iglesia católica) de combate a la pobreza y de diseminación de buenas experiencias”, dijo Rousseff.
Jorge Bergoglio, con una sonrisa inalterable, agradeció “a la divina providencia que “el primer viaje de mi Pontificado sea a mi amada América Latina”.
Dijo que había llegado para reunirse con jóvenes de todo el mundo “que encuentran todavía en Cristo las respuestas a sus máximas aspiraciones”.
Mientras Rousseff justificó la inquietud de los jóvenes “en las manifestaciones de los últimos días en esta ciudad y en el resto de Brasil”, Francisco sostuvo que “la juventud es la ventana por donde le futuro entra en el mundo”.
Antes, en el avión que lo llevó a Brasil —al que por cierto abordó cargando él mismo su pequeño maletín negro— el Papa dijo a los periodistas que lo acompañaban: “La crisis mundial no está tratando bien a la gente joven (...) Estamos corriendo el riesgo de tener una generación que no trabaja. Del trabajo viene la dignidad de una persona”.
“Este primer viaje es justo para encontrar a los jóvenes, pero encontrarlos no aislados de su vida: sino que quisiera encontrarlos en el tejido social, en la sociedad. Porque cuando aislamos a los jóvenes cometemos una injusticia: les quitamos su pertenencia”, dijo. Y también tuvo palabras para los ancianos, al asegurar que la sociedad “precisa de la sabiduría de los viejos... Un pueblo avanza con los jóvenes y con los viejos”.
“Llegó con el mismo mensaje sencillo y directo con el que llegó al pontificado; creo que será un viaje en el que no dejará de tocar los temas que más le preocupan como la pobreza, la corrupción y las injusticias”, dijo el sacerdote jesuita Jesus Aldao, de la Pontificia Universidad de Río de Janeiro, y amigo personal del Papa.
Los desacoples del esquema de seguridad dejaron abierta más de una incógnita para los próximos días, máxime cuando la Policía Federal reportó que en el Santuario de Aparecida, que mañana será visitado por el Papa, se encontró una bomba de fabricación casera en uno de los baños, misma que fue detonada.
Por lo pronto, en Río todo es alegría y esperanza, que se desparraman por cada rincón de una ciudad que parece más maravillosa que nunca. (Agencias)