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Lizbeth Medina, diputada panista hasta ahora, cada día anda peor. Tras votar en tres ocasiones junto al PRI amparándose en su supuesta libertad de conciencia, ahora a la polémica diputada le ha dado por constituirse en defensora de los derechos de los homosexuales y lesbianas. Indudablemente la comisión de equidad de género es un encargo que le ha sentado muy mal a la legisladora.
La diputada Medina Rodríguez olvida completamente los valores y postulados panistas que privilegian la familia como piedra angular del andamiaje social y como si fuera activista o militante de algún partido de izquierda, se dispone a romper lanzas a favor de los derechos de los homosexuales y lesbianas.
No faltará quien tilde a este editorial y a su autor de intolerante, de homofóbico incluso. No hay tal. Simplemente guste o no a los activistas en este sentido, los homosexuales, lesbianas y demás grupos de la llamada comunidad lésbico-gay, constituyen facciones inconfundiblemente minoritarias de nuestra sociedad, que rompen con la normalidad de roles y patrones socialmente constituidos, amén de que transgreden los postulados de la naturaleza. Por ende, no representan ejemplos edificantes, ni dignos de ser difundidos, sino antes bien, de ser tan solo respetados, tolerados y permitidos.
Tolerancia no significa aceptación, ni la posibilidad de promover paradigmas socialmente perniciosos, que confundan y perviertan la óptica sexual de integrantes de la colectividad sin capacidad de análisis y discernimiento, como es el caso de niños y adolescentes, que pueden adoptar modelos equivocados o francamente insanos, por la desinformación mediática, por rebeldía o por simple imitación o afán de diferenciarse.
Mal, muy mal, anda la diputada Medina, a quien los priistas cultivan y dan alas, en aras de atizar sus divergencias con sus correligionarios o de alimentar su ego y afán de protagonismo, que parecen francamente fuera de control, desde el momento en que decidió ponerse del lado de la gobernadora y discrepar del resto de sus compañeros de bancada, realizando un exhorto por completo fuera de lugar, ilegal e ilegítimo.
Estamos, reitero, en posibilidad de un rompimiento en ciernes, como aconteció anteriormente con Antonio Hadad Manzur, Ana Rosa Payán o Silvia López, que se apartaron de la ortodoxia partidista, víctimas del perverso cultivo al que las sometieron los tricolores.
Desafortunadamente la diputada Medina en vez de rectificar, se empecina más en sus posturas radicales, que en nada benefician al instituto político que hasta ahora representa. Cabe preguntarse al respecto, que es lo que opina su coordinadora, la diputada Magaly Cruz Nucamendi y conocer si la díscola diputada ha sido llamada al orden o apercibida para allanarse al ideario panista.
Volvemos nuevamente a exhortar a la diputada Medina Rodríguez a apegarse al quehacer legislativo blanquiazul y a definir si el PAN es el partido político que representa sus ideales y aspiraciones, porque con la conducta que hasta el momento exhibe, todo parece indicar que no es así.
Nada bueno se avizora en lontananza con semejantes procederes, que son el caldo de cultivo idóneo para la traición y el rompimiento. Ojalá que este vaticinio sea errado. Hago votos por ello.
Dios, Patria y Libertad
Guillermo Barrera Fernández