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EL CAIRO, 3 de febrero.- La peligrosa mezcla de fútbol y política ha puesto una nueva piedra en la inestable transición egipcia. La violencia que acabó el miércoles con la vida de 74 personas en el estadio de Port Said ha vuelto a poner en el punto de mira a la detestada Policía egipcia, y ha sembrado serias dudas sobre la capacidad del Gobierno de transición para mantener la estabilidad y la seguridad en un país donde cualquier chispa se ha convertido en detonante de una catástrofe. Los dedos señalan a distintos culpables, desde los seguidores del antiguo régimen hasta las propias fuerzas de seguridad.
Un hombre llora durante el recibimiento a los heridos en El Cairo. El Consejo Supremo militar, el órgano que dirige Egipto desde la renuncia hace un año de Mubarak, celebró una reunión extraordinaria y ha decretado tres días de luto.
El primer ministro egipcio, Gamal Ganzuri (en la foto), ha asumido la responsabilidad política por los disturbios del martes en el partido de fútbol en Port Said.
El cuerpo de uno de los fallecidos en Port Said, en la morgue de El Cairo.
Una mujer llora tras conocer que un familiar está entre las víctimas de los incidentes en Port Said.
Centenares de egipcios acudieron a la estación de tren de El Cairo para recibir a los que llegaban de Port Said.
Manifestantes egipcios montan una hoguera cerca del ministerio del Interior, para evitar el avance de las fuerzas antidisturbios.
El hermano de uno de los aficionados muerto en un estadio de la ciudad de Port Said lee el Corán junto al ataúd.
El humo de los gases lacrimógenos durante los enfrentamientos entre los aficionados de Al Ahly y los policías que protegían el ministerio del Interior.
Manifestación de seguidores de Al Ahly, en la plaza Sphinx de El Cairo, en protesta por la falta de seguridad en el estadio de Port Said. Además, las protestas se han extendido a otros puntos del país. Según fuentes médicas citadas por la agencia Reuters, dos personas han muerto por disparos de la policía en la ciudad de Suez, en el noreste del país. Los agentes dispararon fuego real para dispersar a una multitud que pretendía asaltar una comisaría.
Apenas hicieron falta 24 horas para que la violencia se trasladara a El Cairo. Ayer, el primero de los tres días de luto que se han declarado en Egipto, miles de seguidores del Ahli, el equipo atacado en el trágico partido de Port Said, a los que se unieron varios partidos políticos y movimientos juveniles, marcharon por las calles de la capital egipcia para exigir que se haga justicia con las víctimas y para pedir la caída de la Junta Militar que gobierna el país desde la dimisión forzada de Hosni Mubarak hace un año. La cúpula castrense se ha convertido en el nuevo enemigo de los hinchas de fútbol, conocidos en Egipto como Ultras, que en el último año se han ido politizando cada vez más.
Desde primera hora de la mañana, grupos de manifestantes sellaron la plaza Tahrir y los alrededores del edificio de la televisión . Antes, miles de hinchas del Ahli habían recibido a los heridos y los muertos en la estación de El Cairo. Todos los cadáveres han sido trasladados a la capital para practicarles la autopsia, aseguró a este diario el director del hospital Ameri de Port Said, Hassan el Esnami.
Las marchas de protesta, que se iniciaron en distintos puntos de la ciudad, finalizaron en el ágora revolucionaria, mientras que un grupo de hinchas enfurecidos se dirigió hacia el Ministerio del Interior, que se encuentra a pocos metros de la plaza. Los gases lacrimógenos, así como las piedras, no se hicieron esperar, y los heridos comenzaron a aparecer entre las masas de manifestantes.
Pero la batalla en la calle había estado precedida por otra crisis, esta vez en el Parlamento egipcio, donde el presidente de la Cámara de Representantes, Mohamed Saad el Katatni, miembro de los Hermanos Musulmanes, arremetió en un duro discurso contra las fuerzas de seguridad, a las que acusó de negligencia y de 'poner en peligro la revolución'. La cofradía ha vuelto a sacar el viejo sonsonete de las 'manos invisibles' que intentan desestabilizar el país, una opinión que ayer era compartida por muchos en Port Said, donde se acusa a la 'baltaguiya', matones supuestamente pagados por miembros del antiguo régimen, de infiltrarse en el estadio para iniciar los disturbios.
Diputados de distintas fuerzas políticas exigieron dimisiones de alto nivel en el Ejecutivo y amenazaron con promover una moción de censura contra el Gabinete. También compareció el primer ministro egipcio, Kamal Ganzuri, que lidera un Ejecutivo de transición con poco apoyo popular. Ganzuri anunció las primeras víctimas políticas de la catástrofe: el gobernador de la provincia de Port Said y el jefe de Policía de la región, que dimitieron ayer de su cargo. La junta directiva de la Federación Egipcia de Fútbol también ha sido disuelta, aseguró el primer ministro, quien anunció que sus miembros serían investigados por la Fiscalía en relación con los dramáticos sucesos.
Quizá lo más sorprendente fue el reconocimiento por parte de Ganzuri de su responsabilidad política en los incidentes, algo prácticamente insólito en Egipto, por la que rendirá cuentas ante las instituciones, aseguró el Primer Ministro, quien también admitió lo evidente para muchos egipcios: que la calle no le quiere.