1296 palabras
¿Quién podría resistirse a esta oferta: toda información secreta sobre economía, defensa y conspiraciones geopolíticas mundiales por sólo 349 dólares al año? Una ganga, ¿no? Eso debieron pensar las decenas de miles de suscriptores que confiaron su identidad y sus datos bancarios a Stratfor, la “agencia de inteligencia civil” creada por el profesor universitario y escritor de intrigantes y catastrofistas ‘best sellers’ George Friedman, a mediados de los años 90.
Hasta que ayer WikiLeaks publicase miles de correos electrónicos, Stratfor estaba rodeada de un halo de misterio y prestigio que la convertía en el lugar a acudir si necesitabas enterarte de las entretelas de la política internacional. Presumía de contar con una amplia red de informantes anónimos a través de la cual ofrecía “información confidencial a gobiernos y grandes corporaciones”.
Wikileaks no ha revelado cómo obtuvo los emails de StratFor, aunque la empresa sí ha reconocido que sus servidores sufrieron un ataque informático el pasado 25 de diciembre de 2011. El grupo de activistas informáticos Anonymous, que apoya públicamente a Wikileaks, reivindicó entonces haber robado la lista de clientes de Stratfor y amenazó con hacerla pública.
De hecho, según ha revelado la filtración realizada por la organización capitaneada por Julian Assange, entre los clientes de la que hasta ahora era conocida como “CIA en la sombra” se contaban las empresas armamentísticas como Lockheed Martin y Northrop Grumann, la compañía química Bhopal's Dow Chemical Co y agencias del Gobierno estadounidense, incluido el Departamento de Seguridad Nacional, el Cuerpo de Marines o el FBI.
Los 300,000 suscriptores de Stratfor, entre ellos el ex secretario de Estado de EE. UU. Henry Kissinger y el ex vicepresidente estadounidense entre 1989 y 1993, Dan Quayle, además de los casi dos millones de personas que recibían su ‘newsletter’ gratuito, leían con avidez los informes diarios que ofrecía la agencia sobre el nuevo misil ruso Iskander, la salud del presidente venezolano Hugo Chávez o las estructuras de lavado de dinero de los carteles mexicanos.
Julian Assange, líder de la organización WikiLeaks, ha declarado en Londres que los correos electrónicos revelan el uso de redes de informadores, estructuras de pago mediante sobornos y técnicas de blanqueo de capitales.
Sin embargo, al contrario de la imagen pública de profesionalidad que ofrecía el entramado ‘espía’ creado por Friedman, la información robada por Anonymous y publicada por Wikileaks ofrece una versión muy distinta de esta supuesta red de espionaje: la presunta “CIA en la sombra” es una organización que obtenía la mayor parte de su información de fuentes al alcance de cualquiera que tenga conexión a internet.
Los datos supuestamente confidenciales que ofrecían a sus abonados procedían en la mayoría de las ocasiones de reportajes de prensa, de búsquedas en páginas web y de estudios gubernamentales desclasificados.
Por si no fuera suficiente, de los mails pirateados también se desprende que “la agencia tenía problemas de organización y sus fuentes estaban sorprendentemente desinformadas, eran interesadas y poco fiables”, asegura el diario libanés Al-Akhbar, uno de los 25 medios internacionales en tener acceso completo a la filtración.
Stratfor es la creación personal de George Friedman. Hijo de supervivientes del Holocausto, logró huir de Hungría a Estados Unidos con sus padres. Tras estudiar Ciencias Políticas, empezó a desarrollar su interés por hipotéticos conflictos militares, incluido el diseño de prehistóricos juegos de ordenador de guerra.
George Friedman era el fundador, gurú y gestor de Stratfor. Él controlaba el funcionamiento de la agencia, apoyado en su esposa Meredith, encargada del área internacional y la relación con los medios de comunicación, y Fred Burton, vicepresidente responsable de la información de contraterrorismo y seguridad corporativa.
Este triunvirato es el que tomaba las decisiones ejecutivas. Tras ellos se situaban en el escalafón los llamados ‘oficiales de vigilancia’, encargados de clasificar según importancia el trabajo de los analistas, responsables últimos de coordinar la recepción de información y del establecimiento de contactos con posibles informantes.
El último eslabón de la cadena informativa eran las fuentes sobre el terreno. Las había de todo tipo, desde periodistas a empleados gubernamentales, pasando por profesores universitarios y ciudadanos de a pie de todo el mundo.
WikiLeaks afirma que Stratfor escuchó las acciones de activistas que buscaban reparar la catástrofe de 1984 de la ciudad Bhopal, el peor accidente de la historia industrial mundial, que dejó miles de muertos por una fuga tóxico de una planta de pesticidas estadounidense. En la imagen, bebé muerto en la tragedia.
Los colaboradores eran clasificados por letras según su fiabilidad y su capacidad. Los analistas daban una ‘A’ a las mejores fuentes, mientras que la ‘F’ designaba a las menos útiles para los propósitos de la organización.
Su trabajo era generosamente recompensado “a través de transferencias realizadas desde una cuenta en Suiza y tarjetas de crédito de prepago”, según ha revelado Wikileaks en un comunicado de prensa.
Uno de los informadores más preciados de Stratfor era el de Oriente Medio, conocido con el nombre en código ME1, siglas que corresponden a ‘Middle East 1’. Por lo que se desprende de la información que vio ayer la luz, la ‘garganta profunda’ de la agencia en el mundo árabe es un oficial del ejército libanés con un buen nivel de inglés cuya información vale nada menos que 6000 dólares mensuales, según la relación de ‘espías’ publicada por Al-Akhbar.
Una de las revelaciones más sorprendentes de la trama Stratfor es que sus clientes podían acceder a los informes de la agencia a través de su teléfono móvil de última generación. En 2010, el centro de estudios estratégicos lanzó su aplicación para el iPhone, por el módico precio de 9.99 dólares.
Con ella, la agencia ofrecía acceso las 24 horas del día a través del móvil a “análisis y previsiones geopolíticas, económicas, financieras y militares, además de sobre energía, terrorismo y seguridad nacional”.
Ahora, por culpa de la filtración en Wikileaks, ofrecen sus servicios de manera gratuita, aunque sólo “temporalmente”.