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La ONU está en medio de una campaña plurianual para regularizar la homosexualidad y otros comportamientos en el esquema del derecho internacional.
Las disputas comenzaron muchos años atrás con intentos de Brasil de ubicar la orientación sexual dentro de una resolución, en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra. Esto fracasó más de una vez, pero fue una prueba para ver dónde estaban parados.
La escena se trasladó a la sede de la ONU en Nueva York, donde diversas agrupaciones homosexuales polémicas solicitaron estatus como ONG ante el Consejo Económico y Social (ECOSOC, por sus siglas en inglés). Gobiernos del Comité de ONG pudieron bloquear esta maniobra durante muchos años, hasta que todo el ECOSOC tomó la inusual iniciativa de invalidar las decisiones del Comité.
A continuación, vino la declaración encabezada por Francia para que la orientación sexual y la identidad de género pasaran a ser categorías de no discriminación en el derecho internacional. Sus defensores acusaron a los gobiernos que se mostraron reacios de respaldar el asesinato de homosexuales. Esta denuncia, en realidad, se dirigía a la Iglesia Católica. A sus partidarios les llevó meses conseguir 85 signatarios para este documento que la prensa tergiversó y presentó como una resolución oficial de la Asamblea General. Apenas si se informó sobre el hecho de que Egipto inició una contradeclaración y en el transcurso de solo unas semanas consiguió que ochenta naciones la refrendaran.
Después vinieron más debates acerca de la pena de muerte, concretamente la resolución de la Asamblea General sobre las ejecuciones sumarias y extrajudiciales. Aquí, sus defensores intentaron introducir en la resolución un lenguaje que incluía a los homosexuales en la categoría. Esto se rechazó y más tarde, en una inusual maniobra, se reabrió y se acordó.
Luego, el verano pasado, un proyecto de resolución ambicioso sobre derechos para homosexuales surgido en el Consejo de Derechos Humanos se diluyó y se convirtió en una resolución inútil que únicamente solicitaba que se encargara a la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos un estudio. Fue aprobada por 23 votos a favor y 19 en contra, lo cual implica que recibió el respaldo de una fracción mínima de los 193 Estados Miembros de la ONU. Ni siquiera mencionaba a las personas LGBT ni demandaba en forma alguna una nueva categoría de derechos humanos para la orientación sexual o la identidad de género y se centraba únicamente en las prácticas y leyes discriminatorias y en los actos de violencia. Casi indiscutiblemente era otra derrota más, pero funcionarios estadounidenses la aclamaron como si se tratara un importante acontecimiento, y la secretaria de Estado Clinton la calificó de momento histórico para los derechos LGBT.
De este modo, la petición de un simple estudio fue anunciada a bombo y platillo como una enorme victoria para los homosexuales, lo cual dio pie para que la gente pensara que algo normativo había cambiado. Por supuesto, no sucedió nada por el estilo. Pero tal es la esencia deshonesta de este debate y el por qué de que los delegados de la ONU que representan a las personas tradicionales siempre deban permanecer vigilantes y jamás ceder un ápice en este asunto.
Esta cuestión no es sobre el asesinato de homosexuales. Se trata de una campaña deshonesta para forzar a los gobiernos a aceptar el matrimonio homosexual, la adopción por parejas del mismo sexo y que se enseñe la propaganda homosexual a sus hijos.
Debo dejar claro que condenamos toda sanción penal barbárica que se aplica a los homosexuales en algunos países. Pero asumir esta postura es algo muy distinto de aceptar lo que constituye el principal deseo de los activistas y juristas prohomosexuales, que está convirtiendo a la orientación sexual y a la identidad de género en nuevas categorías de no discriminación en el derecho internacional.
Somos muy conscientes de la presión extrema que el gobierno de Estados Unidos está ejerciendo sobre los países que se muestran reacios. Muchos gobiernos que quisieron votar en contra de estas medidas fueron visitados por equipos de diplomáticos estadounidenses que efectúan amenazas no tan encubiertas.
Si los gobiernos no se mantienen firmes y no se agrupan, en los próximos años los comités de la ONU harán sus vidas aún más miserables que ahora. Cada vez más, las condiciones de desarrollo se relacionarán con la aceptación de la amplia agenda homosexual. Abogados de ONGs de Estados Unidos y de la UE invadirán sus países y, a la larga, usted será tachado de no ser mejor que los defensores de la matanza de homosexuales y de parecerse a los racistas manifiestos que deben ser rechazados.
Suponemos que los defensores de los homosexuales intentarán algo más en la próxima Asamblea General. Los delegados deberían comenzar ahora mismo a hablar sobre estrategias para detener este ataque.