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JERUSALÉN, Israel, 20 de febrero.- La controvertida figura de Herodes el Grande, el rey cruel, lujurioso y megalómano pero también el gran constructor de colosales palacios, templos y obras públicas ha regresado a la ciudad santa de la mano de la mayor exposición arqueológica realizada nunca en Israel que se inauguró el pasado día 13 y permanecerá abierta hasta el 5 de octubre.
Bajo el título de «Herodes el Grande: el último viaje del rey», la muestra sigue el hilo conductor trazado por su cortejo fúnebre desde su palacio de invierno en Jericó hasta el gigantesco mausoleo que se hizo construir en Herodión, cerca de Belén, para exhibir la cara menos conocida del monarca que gobernó Judea durante 33 años (37-4 a.C.)
Reproducción del mausoleo de Herodes que se puede ver en la exposición.
Por miedo a perder su poder, Herodes mandó matar a una de sus diez mujeres y a tres de sus hijos, incluso ordenó encerrar en el hipódromo de Cesarea a 300 notables de la época para que fueran ejecutados a su muerte y conseguir así que ésta fuese la más llorada de todos los tiempos, una orden que nadie quiso cumplir en cuanto desapareció. Su nombre quedó para siempre asociado con el relato del Nuevo Testamento sobre la matanza de los Santos Inocentes en Belén.
Pero el rey levantó también el Segundo Templo de Jerusalén, la fortaleza de Masada, la ciudad de Cesarea, lujosos palacios y su propio mausoleo de Herodión, cuya reconstrucción en una de las salas del Museo de Israel es uno de los principales atractivos de la exposición.
«Herodes tiene muy mala prensa, se le conoce como un asesino, pero queríamos arrojar alguna luz sobre el gran constructor, el apasionado del arte, el político, el prolífico amante, el hombre", explicó a Efe el comisario de la muestra, David Mevorah.
Uno de los sarcófagos reconstruidos.
Para ello, los expertos del museo han reconstruido durante tres años más de 250 objetos, mosaicos, baldosas, sarcófagos, ánforas y pinturas, a partir de los miles de fragmentos encontrados entre las ruinas de los yacimientos arqueológicos herodianos. Pero además se han transportado cerca de 30 toneladas de piedra en forma de columnas, frisos, capiteles, frontispicios o piletas para recrear en el museo el salón del trono del palacio de Jericó o la sala real y el mausoleo de Herodión.
El suelo del Museo de Israel tuvo que ser reforzado para soportar el peso de la piedra y sus techos debieron elevarse para dar cabida a la recreación de la cámara funeraria del monarca.
Entre los objetos expuestos se cuentan tres sarcófagos de la tumba de Herodes y frescos restaurados de Herodión, su cuarto de baño privado en el palacio en Cypros, elementos de piedra tallada nunca vistos antes del Monte del Templo y un recipiente imperial de mármol considerado como un obsequio de Augusto.
«Es la exposición arqueológica más compleja que hemos hecho nunca y también la de mayor inversión», afirmó el director del museo, James Snyder, quien destacó los logros de Herodes en mantener «fuertes lazos con la Roma imperial y facilitar al mismo tiempo el florecimiento de un período muy importante en la historia de la cultura judía», el del Segundo Templo.
Una escultura de Cleopatra.
El rey ordenó destruir a su muerte todos las obras arquitectónicas alrededor de su mausoleo, coronado por una torre de 25 metros de altura en la ladera de una colina orientada hacia Jerusalén, para que éste pudiera apreciarse en todo su esplendor desde lejos. Sin embargo, el monumento fúnebre con el que quiso ser recordado eternamente quedó reducido a cenizas apenas 70 años después, durante las revueltas judías contra el poder de Roma.
Los judíos -que no tenían especial aprecio a Herodes por su cultura helenística, su crueldad y su escaso espíritu religioso- destruyeron también su sarcófago en mil pedazos, que los arqueólogos israelíes tuvieron que recomponer.
Otra de las joyas de la muestra, junto a baldosas y mosaicos con estilizadas figuras geométricas que reflejan el talento de los artistas llegados expresamente desde Italia o Grecia para decorar sus palacios, son dos pinturas de colores realizadas en seco sobre las piedras de las paredes de la estancia real de Herodión.
Las pinturas, que conservaban el color original, fueron reconstruidas en un laborioso puzzle arqueológico a partir de cientos de fragmentos de apenas un centímetro de diámetro encontrados en las excavaciones.
«Herodes era un hombre atlético, muy rudo y agresivo pero tenía un lado poético, decoraba todos sus palacios con el mejor y último estilo, le apasionaba el arte y apreciaba la buena comida», destaca Mevorah, aunque reconoce que en muchos aspectos el conocido rey de Judea «sigue siendo todavía un enigma».
Pese a todo lo que mandó construir, nunca se han encontrado retratos de él, ni estampas, ni monedas con su efigie, ni grabados con su imagen en ninguna de sus edificaciones.
La idea de organizar la exposición surgió tras el descubrimiento en 2007 del mausoleo en Herodión, un complejo de palacios y balnearios construidos por Herodes en un paraje colindante con el desierto de Judea entre Jerusalén y Belén, apenas a cuatro kilómetros de la ciudad santa.
Tras casi 40 años excavando en diferentes yacimientos, el arqueólogo israelí Ehud Netzer encontró el codiciado mausoleo en lo que es actualmente territorio de Cisjordania y pensó enseguida en organizar una exhibición del hallazgo. Netzer no pudo, sin embargo, ver su último sueño cumplido al morir en 2010 a causa de una caída cuando trabajaba en la cámara funeraria. (EFE)