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Llamados peluqueros, barberos o fígaros, anteriormente fueron figuras cuasi legendarias en nuestra tierra. Con fama de hablar hasta por los codos y ser capaces de abordar coherentemente virtualmente cualquier tema, eran asediados por la clientela que antaño no tenía la variedad actual de opciones, temidos por la infancia a los que intimidaban colgando a la vista inmediata de la clientela orejas de plástico, que aseveraban pertenecieron a niños que no se quedaron quietos a la hora de ser atendidos e inmortalizados por la certera picaresca general que aseguraba vivían dedicados al dolce far niente, encontraron el culmen de su reputación en la persona del Poeta del Crucero, "Max Salazar Primero, barbero y Poeta del Crucero, aunque le pese al mundo entero", según afirmaba el afamado vate. En la actualidad, el oficio languidece pese a que sus exponentes, empecinadamente persisten en la lucha.
Un enemigo: la modernidad Los tiempos han cambiado y la clientela busca la modernidad; tal vez la cuestión relativa a los nuevos cortes y modas y aunque eso a nosotros nos obliga a actualizarnos por si la gente prefiere un corte moderno o más conservador, la realidad es que la comodidad de contar con locales que ofrezcan posibilidades y alternativas a las damas y en nuestro medio, la comodidad de las instalaciones con aire acondicionado, definitivamente ha restado clientela a las peluquerías tradicionales que sin embargo, continuan en la brega, sentenció don Ariel Santos, afamado peluquero del rumbo de la calle 62 de esta ciudad de Mérida.
La apertura de ciertos locales supuestamente especializados en la atención a niños, donde lo que realmente sucede es que los distraen poniéndolos a ver películas con dibujos animados o televisión por cable también ha incidido. Lo cierto es que para atender a un menor, lo que hace falta es paciencia y buen carácter, que quienes nos dedicamos a este oficio debemos de tener.
La plática, obligatoria.- Nuestra obligación es recibir al cliente con una sonrisa y tratarlo del mejor modo. Es un hecho que un peluquero geniudo y malcarado, dificilmente triunfará. Asimismo, es parte de la obligada cortesía interesarse en la persona y hacerle plática. Somos un poco sicólogos, tenemos un algo de consejeros y parte de confesores. La gente se desahoga con nosotros porque sabe que no nos limitamos a oir, sino que hablamos y damos nuestro punto de vista. Un sacerdote de una parroquia cercana es mi cliente, a cambio yo soy su feligrés, cuando viene me solicita una pelada especial: sin plática. Yo le reviro: padre, no es posible. ¿Usted deja de opinar cuando confiesa? y eso lo mata de risa
Clientela variada.- Mi clientela son fundamentalmente médicos, abogados, trabajadores y alguno que otro turista de los hoteles cercanos. Políticos no, porque una vez que llegan al cargo se olvidan del contacto con la gente, aunque cuando era alcalde de Mérida atendí a Gaspar Gómez Chacón, que era un hombre muy sencillo y accesible.
Linaje de barberos.- En mi caso, tuve la fortuna de nacer y desarrollarme en una familia de barberos. Aprendí el oficio de mi abuelo y debido a que me agrada servir a la gente pude desenvolverme de la mejor manera. Hagas lo que hagas, si no lo haces a gusto, estás perdido, indiscutiblemente fracasarás.
Nuestros precios considero son competitivos y trabajamos de lunes a sabado, de la mañana a la tarde. Los servicios que ofrecemos son corte de pelo, recorte de barba y bigote y afeitada. Hay gente que ya por costumbre habitúa contar con la comodidad de ser rasurado estando comodamente recostado, por manos expertas. A menos que el barbero haya enfermado de Parkinson, es prácticamente imposible que el cliente reciba el menor rasguño.
Los tiempos han cambiado.- Ya no es la época de las orejas de hule. En la actualidad todo se considera violencia, agresividad y acoso. Así nuestros abuelos no habrían podido educar a nuestros padres y nosotros no existiríamos, pero los tiempos cambian, no siempre para bien. Entiendo que en peluquerías antiguas el fígaro tenía siempre a la mano una guitarra con la que mataba las horas muertas y daba rienda suelta a la sensibilidad y la inspiración, ni radio necesitaba, pero ahora la variedad de ritmos es tal, que habría que dedicarle más tiempo a la guitarra que a las tijeras y eso no sería muy buen negocio.
La realidad es que antes la peluquería era un centro natural de noticias, superior en muchos casos a la prensa, que en esos tiempos en los que se carecía de adelantos actuales como la internet no hacía las cosas del dominio público con la celeridad actual. La mejor forma de enterarse de las novedades era acudir al peluquero, la botica o la cantina que eran los centros naturales de reunión.
Decir la verdad o darse maña.- Lo esencial en esta labor es hacerle ver a la clientela, que no necesariamente es posible que podamos reproducir fielmente y con exactitud los cortes que portan los y las modelos que se exhiben en posters y revistas, visibles en la propia peluquería, ya que todo depende del tipo de cara y cabello. Ocurre que de pronto nos traen niños con el pelo parado y nos piden a fuerza un corte tipo principito, cosa que si no es a base de gel, no es posible y que por otro lado, si se dice con claridad a la clientela, lo único que lograríamos es disgustarla y perder la atención a esa persona. De pronto tenemos que darnos maña y penetrar la sicología de la gente, para dar al cliente lo que pida.
Hasta donde Dios diga.- Hace treinta y cinco años me dedico al oficio y mientras Dios me conceda vida, salud y sobre todo buen pulso, continuaré en estas lides, Después de todo, no todo el mundo puede, como yo, presumir que viene de un linaje de barberos, finalizó.