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Cuatro estrellas y media
En el cine latinoamericano Venezuela y Argentina son los que llevan la batuta en cuanto a calidad. Y no me refiero a aspectos técnicos, sino a las propuestas más interesantes a nivel de contenido. Por supuesto Hollywood no va a premiar una película venezolana cuando su presidente se ha convertido en uno de sus mayores enemigos políticos. Pero si puede reconocer el talento del cine argentino. Así ocurrió cuando "El secreto de sus ojos" ganó el Oscar a Mejor Película Extranjera.
Pero regresando al tema de la película, "El secreto de sus ojos" se estuvo proyectando en algunas salas de Cinépolis. Como suele pasar, poca gente le hizo caso. Muchos se perdieron de una gran película que desarrolla con precisión una trama compuesta de varias historias. Una mezcla inteligente del presente y el pasado a través de los recuerdos de un hombre jubilado que desea escribir una novela autobiográfica.
Dicha cinta está dirigida por Juan José Campanella, autor también de "El hijo de la novia". Campanella ha trabajado mucho en la televisión estadounidense. Actualmente está detrás de cámaras en series como "Doctor House" y "La ley y el orden". Curiosamente la semana pasada comentaba que los mejores productos norteamericanos estaban en la TV y no en su cine. El hecho de que cineasta como este sean contratados para hacer series nos habla del interés de hacer buenos contenidos televisivos.
Benjamín Espósito, secretario de un Juzgado de Instrucción de la Ciudad de Buenos Aires, está a punto de retirarse y decide escribir una novela basada en un caso que lo conmovió treinta años antes, del cual fue testigo y protagonista.
Su obsesión con el brutal asesinato ocurrido en 1975 lo lleva a revivir aquellos años, trayendo al presente no sólo la violencia del crimen y de su perpetrador, sino también una profunda historia de amor con su compañera de trabajo, a quien ha deseado y amado fervorosamente y en silencio durante años. La novela que escribe Espósito nos hace recorrer los años 70, cuando en Argentina se vivían épocas turbulentas, el aire estaba enrarecido y nada era necesariamente lo que parecía ser.
La remembranza de la dictadura militar en la Argentina de los años setenta sirve para hacer un relato sobre la impunidad de los gobiernos. El mensaje es fuerte y actual, combinando aspectos del thriller político con elementos melodramáticos y otros de tono más intimista.
Se nota la influencia televisiva en el cuidado con que se trabaja los elementos de la intriga y la forma en que la historia atrapa al espectador. Los personajes evitan caer en clichés y muestran un lado más complejo. La emotividad es abordada con precaución y sutileza. Se ve también la cultura cinematográfica de su creador en la revaloración que hace de las estructuras del cine clásico hollywoodense.
La cámara navega entre primeros planos impregnados de fuerza actoral y movimientos de cámara en mano que rompen ligeramente con ese halo de artificialidad que presenta el filme. Un equilibrio funcional de técnicas televisivas y fílmicas.
La mayor cualidad del filme es la dirección de actores que sostienen su naturalidad con el apoyo de diálogos realistas. Ricardo Darín manifiesta un amplio registro al dar vida a un personaje de muchos matices.
Quizá lo criticable sea una ligera imprecisión en el tono de la película, pues se debate entre la búsqueda de la indignación del espectador ante el contenido político y por otra parte se pretende un efecto melodramático en la historia amorosa.
Lo mejor: que combina técnicas televisivas y de cine con mucha eficacia, el guión se nota muy trabajado y los actores son estupendos.
Lo peor: cierta indefinición dramática entre la denuncia y el romanticismo.