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Todo tiene un motivo, nada es casual en este mundo. Cualquier efecto pertenece a una causa en particular que lo explica y da origen. Tal cual ocurre en nuestra sufrida entidad: nada ocurre por azar y circunstancialmente, todo tiene una razón de ser y una justificación para suceder.
El mal gobierno de Ivonne Ortega no es casual. Es el peor de todos los tiempos en la historia de Yucatán, pero hay acontecimientos que se han presentado para que esto sea, examinemos cuales son:
En primer lugar, Ivonne Ortega llegó muy joven a la titularidad del ejecutivo estatal. Es positivamente seguro que ni ella misma creyó jamás que fructificara a las primeras de cambio su ambición por llegar a la gubernatura, que a muchos analistas, fuerza es reconocerlo, nos pareció un sueño guajiro.
En segundo lugar, Ivonne llegó muy pronto a la inmensa responsabilidad de hacerse cargo del destino de sus coterráneos. Por ende, no tuvo tiempo de analizar, de prever, de planificar, de concertar alianzas, de meditar y tomar decisiones con el suficiente espacio de reflexión. Es un hecho, reitero, que jamás creyó que se materializara su sueño y por otro lado, su propia personalidad y características no la hacían proclive a la exégesis e interpretación, ni al seguimiento de políticas de revisión estratégica. En suma: la planeación nunca ha sido su fuerte, ni lo será tampoco, su tiempo se ha agotado y perdió hace mucho la oportunidad de hacerlo. Es demasiado tarde ya para intentarlo.
En tercer lugar, Ivonne asumió el cargo sin contar con la preparación académica ni con el perfil requerido para tan delicada tarea. No es una lectora consuetudinaria que pueda oponer una formación autodidacta a los señalamientos de su escaso bagaje cultural; y cuando mencionamos esto, no nos referimos a la carencia de un título universitario, sino al total desconocimiento de la realidad estatal que Ivonne exhibe no solo en lo práctico, sino también en lo teórico. La carencia de formación adecuada la convierte en presa fácil para cometer excesos y desatinos que dañan y ofenden nuestra entidad y a los integrantes de sus diversos sectores.
Por último, Ivonne llegó sin equipo propio, sin gente de su entera confianza. Por eso mismo tuvo que avenirse prácticamente a constituirse en rehén del grupo que hábilmente se percató de esta carencia y que desde el primer día, procedió a tender en su torno un cerco del que ya no podrá librarse. Me refiero al grupo encabezado por Rolando Zapata Bello, que ni tardo ni perezoso, se apuró a copar las más destacadas posiciones que le fue posible acumular; y así podemos ver a Víctor Sánchez en la Secretaría de Gobierno, a Sergio Cuevas en la Consejería Jurídica, a Francisco Torres en Obras Públicas, a Héctor Cabrera en la Procuraduría, a Mauricio Sahuí en el Congreso, a Ariel Aldecua en el IPEPAC, a Celia Rivas en la Procuraduría de la Defensa del Menor, a Leticia Tejero en el INAIP, a Marco Celis en el Tribunal Superior. En fin, la lista es larga y sería prolijo enumerar. A todo lo anterior, cabe destacar que merced a su condición de afiliado a la masonería, Rolando cuenta con el apoyo y alineamiento de Ángel Prieto, titular del poder judicial.
La realidad es que en Yucatán el verdadero poder, quien manda deveras, se llama Rolando Zapata Bello, mismo que ha cultivado a la gobernadora a tal grado, que la ha convencido de que constituye un proyecto político de relieve nacional, cuando lo único que ha causado es su descrédito, convirtiéndola en factor de división y molestia al interior del PRI.
¿Se dará cuenta la gobernadora de esto? Difícilmente, carece de gente leal, interesada en rescatar su tambaleante régimen, cada día más desprestigiado. Rolando entretanto, analiza el panorama político local con detenimiento, para saber si se lanza al ruedo como precandidato o se refugia en la cómoda seguridad de una senaduría plurinominal. Muy pronto lo sabremos.
Dios, Patria y Libertad