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Fue hondamente reveladora la entrevista que recientemente le realizó Víctor Trujillo, caracterizado como Brozo a Renán Guillermo, director del Instituto de Cultura de Yucatán. El tema central de la entrevista, es sin duda interesante y merecedor de minucioso análisis: utilizar la cultura como herramienta para la prevención del delito. Ni duda cabe, la idea es francamente seductora.
Sorprende únicamente que Renán formulara semejante aportación, primeramente merced a que su enfoque como promotor cultural de dilatada trayectoria, no contribuye a concebir la cultura como auxiliar contra la delincuencia, toda vez que carece de visión y formación jurídica.
Llama la atención también, porque la seguridad como consecuencia del aserto anterior, no es su área de especialidad, por mucho que haya podido intercambiar opiniones con allegados suyos, con mucha experiencia al respecto, pero en perseguir el crimen, no en evitarlo.
Es notable pues, la propuesta para remediar inseguridad con cultura, porque si la pretensión es literal, el argumento resulta parcial e incompleto, toda vez que la cultura como atenuante de la problemática social, solo es eficaz cuando va acompañada de un entorno de atención integral que contemple: salud, educación y empleo. Pero independientemente de todo lo citado con antelación, semejante idea era completamente desconocida en el estado y requería para su premier, ser presentada en un programa con audiencia nacional, conducido por una figura de prestigio.
Fue además, sospechosa y acusadamente complaciente la actitud que adoptó Brozo, un personaje beligerante, contestatario, sarcástico y poseedor de un amplísimo arsenal retórico, pródigo en albures, retruécanos y demás recursos que otorga el doble sentido, manejado no siempre con distinción y finura, dado que refleja fielmente o al menos pretende hacerlo, la idiosincrasia del habitante de clase baja de la capital del país, con todas sus peculiaridades y atavismos. Lo anterior, con mayor razón cuando Trujillo, exhibió una mansedumbre evangélica, al permitir que su interlocutor expusiera cabalmente sus planteamientos, sin hacerlo víctima de la sátira y sin interrumpirlo, con la cimbreante y estremecedora figura de su asistente, a la que no convocó ni por casualidad como ha hecho con otros entrevistados, siendo Lujambio el que más recientemente puede dar fe de lo eficaz del recurso como distractor pero sobre todo, por el desmesurado panegírico realizado a la tranquilidad de Yucatán, la diferencia existente con el resto de la república y los esfuerzos de su gobernadora.
Confieso que admiraba a Víctor Trujillo en su caracterización de Brozo por su irreverencia, por su desparpajo, por su capacidad inquisitiva, por la hábil y elaborada crueldad que utilizaba para exhibir y poner en evidencia a los asistentes a su programa, completamente eclipsada con Renán. El ídolo tenía pies de barro. Fue decepcionante ver a Brozo de rodillas, cumplimentando las órdenes de sus patrones, de permitir el lucimiento de su huésped.
Sobre todo, ésta última impresión fue nutrida por una de las postreras exclamaciones del comediante, protestando no haber recibido un centavo por la entrevista, lo que a juicio de los conocedores implica una vindicación de la afrenta inferida a la dignidad de su personaje, forzado a humillarse al poder y las conveniencias de su empresa, haciendo válido el adagio jurídico que prescribe que aclaración no pedida, es acusación manifiesta.
Por otro lado, es también obligado cuestionarse porque el director del Instituto de Cultura condescendió a presentarse en una emisión tan poco seria, conducida por un individuo que si bien en lo personal, es público y notorio que es culto y bien educado, en su caracterización es chacotero, vulgar e irrespetuoso. Solamente hay tres posibles respuestas a este postulado: Primera: se recurrió a Trujillo-Brozo para no echar mano de Loret y López Dóriga, pues uno había desairado al ejecutivo local rehusando la Medalla Yucatán y el otro, le enmendó públicamente la plana y la hizo parecer como en efecto es: limitada y carente de oficio político. Segunda: se trata de un acto de desagravio del consorcio aliado ante lo catalogado como maltrato por la titular del ejecutivo, merced a sus desencuentros con el empresariado. Tercera y última: la entrevista por un payaso es un reflejo del espíritu, la imagen y la obra de la pandilla en el poder. Saque Usted sus propias conclusiones.
Dios, Patria y Libertad