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Cuatro estrellas
Aún con altibajos, Danny Boyle se ha consolidado como uno de los pocos cineastas contemporáneos que mantienen viva la llama artística de Hollywood. Boyle comenzó desde 1987 dirigiendo series de televisión de mediano éxito, hasta que en 1995 decide probar suerte en el cine con "Tumba al ras de la tierra", un thriller donde aborda la primera de sus obsesiones: el hombre conflictuado entre la amistad y el dinero. Este tema inspiraría también su segunda cinta, "Trainspotting. La vida en el abismo".
Hoy considerada de culto, "Trainspotting" afronta el tema de la drogadicción sin caer en posturas moralistas y aleccionadoras, centrándose en el dilema de un joven que no se decide entre someterse a las reglas de una sociedad consumista o seguir en la efímera fiesta de la heroína. En Boyle se manifiesta un abierto rechazo al tratamiento melodramático de los conflictos, así como un marcado interés por la cultura pop.
Sus mayores éxitos en taquilla han sido "La playa" y "Exterminio". En ambas mantiene un estilo de complicados emplazamientos, edición de cortes rápidos y uso creativo de la banda sonora —especializada en contrapuntos e influida por el videoclip.
Después de su infructuosa experiencia con "Alerta solar", llegó el oscarizado triunfo de "Quisiera ser millonario", donde reafirma su búsqueda artística del formato digital a través de un homenaje a Bollywood. La estilización del encuadre y la predilección por el flashback se vuelven sus sellos característicos.
"127 horas" —su más reciente filme— es un relato unipersonal basado en una novela de supervivencia y plantea, una vez más, al héroe acorralado situacionalmente. James Franco interpreta a Aron Ralston, un joven adicto a la adrenalina que recorre, de manera irresponsable, el Gran Cañón. De súbito Aron queda atrapado en un resquicio con el brazo aplastado por una roca. El argumento sirve para que el director justifique su predilección por mezclar el digital con el 35, pues gran parte de la acción es narrada por una cámara de video que Ralston utiliza para dejar testimonio de su angustioso accidente.
En 90 minutos de proyección, Boyle consigue sostener el ritmo por medio de recursos formales. Edición y música imprimen fluidez y dinamismo a una historia contada a una sola voz y en un solo escenario. Aron lucha por liberarse de una roca y, al mismo tiempo, su aislamiento le obliga a enfrentarse a una piedra más grande llamada ego. El inconveniente de esta cinta es que el director no logra descender a las capas más profundas del protagonista.
La cámara llega al interior de una botella y hasta a los cabezales de una videograbadora, pero no toca al fondo de Aron Ralston. Boyle queda atrapado en su propio peñasco: el relato morboso de un sujeto que debe tomar una resolución extrema para sobrevivir.
Pese a ello, "127 horas" goza de todo el vigor estilístico de su autor y es además la victoria actoral de James Franco, que deja testimonio —por si alguien lo dudaba— de su tremenda capacidad interpretativa. Preciso y maduro, Franco se sumerge en el mundo psicológico de un hombre aferrado a la vida y estremecido por sus propios fantasmas.
Lo mejor: la actuación de James Franco, la banda sonora y la soltura formal típica de Danny Boyle.
Lo peor: las posibilidades introspectivas eran mayores.