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Matt King (George Clooney) es un agente de bienes raíces que aparentemente lo tiene todo: una esposa hermosa, un par de hijas adolescentes, ahorros y propiedades. Proviene de una de las familias más poderosas de Hawái, descendiente de los príncipes indígenas de las islas. Aunque no lleva una vida lujosa, es dueño —junto con sus primos— de unas cotizadas tierras en las mencionadas islas.
Todo se desmorona cuando su mujer, Elisabeth (Patricia Hastie) sufre un accidente en lancha y queda en coma. Matt se ve obligado a convivir más tiempo con sus hijas y se percata que ambas están fuera de control. La mayor, Alexandra (Shailene Woodley), es rebelde y le gusta beber alcohol. Y la pequeña, Scottie (Amara Miller), parece seguir los pasos de su hermana. Para colmo el protagonista descubre que su esposa le era infiel y planeaba abandonarle. Matt debe enfrentar el dolor y la traición en silencio, sin poder reclamar explicaciones a Elisabeth, mientras trata de acercarse a sus hijas y ayudarles a encauzar sus vidas.
Dirigida por Alexander Payne (Entre copas), Los descendientes (The descendants) es una adaptación de la primera novela de Kaui Hart Hemmings y logra un equilibrio perfecto entre el drama y la comedia sin caer en problemas de tono. La predilección de Payne por la literatura se nota en el uso de la voz en off que nos explica los problemas, puntos de vista, intereses y preocupaciones de Matt King.
Algunos críticos comparan erróneamente a Alexander Payne con Krzysztof Kieslowski por el simple hecho de plantear conflictos internos y dilemas morales. Sin embargo hay grandes distingues entre ambos directores, el más importante es que Kieslowski desarrolla tramas que se cuentan con imágenes, silencios y actuaciones sólidas. El caso de Payne es completamente diferente porque en sus películas los personajes dialogan todo el tiempo, ya sea con el espectador (voz en off) o con otros personajes. Mientras con Kieslowski los conflictos se actúan, con Payne se hablan.
Los descendientes es un filme de guión sólido que sabe narrar asuntos relacionados con la edad adulta. El interés de Matt por influir positivamente en sus hijas le hace valorar el sentido de la descendencia, la trascendencia y los lazos familiares. Payne también se introduce al difícil tema de la infidelidad abordado con madurez e inteligencia. La trama conjuga situaciones de humor sutil e irónico que complejizan a los personajes.
Lo que de plano no entiendo es el por qué de la nominación de George Clooney al Oscar como Mejor Actor cuando su trabajo en este filme deja mucho que desear. Clooney no matiza, no proyecta, se limita a gestos de extrañeza a pesar de que en varios momentos el personaje demanda una interpretación más alta. Una cosa es que Matt sea un hombre que contiene sus emociones y otra muy distinta es que Clooney no pueda expresarlas corporalmente.
Caso opuesto es el de la joven actriz Shailene Woodley, quien literalmente se come la película y al protagonista. Shailene tiene un desempeño sorprendente dándole vida a la insurrecta Alex. Su rostro siempre está comunicando, aún cuando se obliga a guardar sus sentimientos. Sus momentos más memorables son el llanto ahogado al interior de la alberca y la escena en el hospital donde expresa el rencor que siente por su madre.
Los descendientes es una película que seduce por la franqueza de sus personajes y su capacidad de retratarnos. Una historia donde no hay malos ni buenos, solo seres imperfectos que intentan hacer lo mejor para sus vidas. Alexander Payne se interesa en hablar de la existencia y el destino a veces sarcástico. Aunque no llega al lirismo de otros grandes cineastas, por lo menos ofrece un cine más humano y menos artificial del que estamos acostumbrados a ver.
Lo mejor: el guión, sus personajes y Shailene Woodley.
Lo peor: la sobriedad de George Clooney.