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Los grupos políticos del gobierno tradicional mexicano sufrieron un colapso cuando se dio el cambio de régimen en diciembre de 2000. Entre ese momento y hoy —febrero de 2012— muchas cosas cambiaron. Sin embargo, el ciudadano mexicano promedio fue bombardeado con mensajes mediáticos —entrevistas, editoriales, libros, comentarios en radio, notas en TV, notas de periódicos— que, en conjunto, le estaban comunicando que las cosas no iban bien.
Durante el tiempo del régimen tradicional, los mensajes fueron siempre totalmente diferentes. Estuvieron llenos de alabanzas a las acciones realizadas o venideras de los políticos en turno. Los medios estaban acostumbrados a recibir línea. Se les dictaban los límites y sus obligaciones. Existía la Hora Nacional y los informes de los presidentes se transmitían en cadena, para que nadie pudiera escuchar o ver, en radio o TV, algo que no fuera ese informe. Los informes de los presidentes Fox y Calderón han sido objeto de castigo constante por parte de los congresos, hasta el punto de impedirles la entrada al recinto. Desde luego, jamás se dio el caso de transmisión en cadena.
Pero resulta que es durante este tiempo —cuando los congresos han tratado de que los mexicanos no oigan los mensajes presidenciales— que México ha gozado del mayor prestigio que jamás tuvo a nivel mundial. Y dentro de México, lo que tiene que ver con el gobierno federal, ha gozado constantemente de puntualidad en obligaciones, responsabilidad administrativa, manejo de presupuestos, obra pública, pagos a maestros, pagos a proveedores, construcción de vivienda, y prácticamente, todo. La reserva internacional es hoy, 10 veces lo que era en 2000. Esta reserva —US$145 mil millones— equivale a 5.75 pesos por cada dólar. La proporción entre reserva y deuda pública internacional se revirtió totalmente durante estos 11 años. La inflación se ha mantenido incluso por debajo de los índices internacionales.
La realidad es que los problemas que no se han resuelto, son aquellos que habrían requerido de la aprobación mayoritaria del congreso. Este, a diferencia de lo que sucedía durante los gobiernos tradicionales —95% de diputados y 100% de senadores le debían su puesto al presidente en turno— jamás apoyó a ninguno de los 2 presidentes en las cuestiones realmente importantes que el país necesitaba para cambiar sustancialmente: reformas fiscal, laboral, educativa, energética, judicial y política.
Solo imaginemos por un momento cómo podríamos haber avanzado con un gobierno federal que ha logrado las cuentas más claras en la historia de México, si este, además, hubiese tenido el apoyo racional —a favor de México— de los senadores y diputados. No es que los senadores y los diputados sirvan para nada, sino que en conjunto, senadores y diputados han funcionado, como mayorías, en contra de las propuestas presidenciales fundamentales. ¿Quieren los mexicanos realmente cambiar? Elijan, entonces, legisladores a favor de gobiernos responsables, de esos que no quiebran al país entero cada 6 años.