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Ningún aspirante encarna mejor que Santorum al republicanismo más conservador. Menos preocupado por el déficit que por los preceptos morales y menos pendiente de la economía que de la religión. El martes ganó en Colorado y arrasó en Misuri y Minnesota: dos estados donde tienen un fuerte peso los votantes evangélicos que no se fían de Romney por moderado y por mormón.
No es la primera vez que Santorum gana un estado en la carrera republicana hacia la Casa Blanca. Venció en Iowa. Pero aquel triunfo no se conoció hasta mediados de enero. Demasiado tarde para atraer donaciones que le ayudaran a competir en estados como Nevada o Carolina del Sur. El impacto de Iowa se diluyó y dejó a Newt Gingrich como el aspirante mejor situado para aglutinar el voto más conservador. Pero Romney se las arregló para borrar del mapa a su rival en Florida y por ahora su campaña no parece llamada a resurgir.
Hijo de una familia italiana que emigró a Estados Unidos escapando del fascismo, Richard John “Rick” Santorum es uno de los representantes más consecuentes de la derecha religiosa estadounidense.
A Santorum todos le daban por muerto desde hace semanas. Algunas voces le habían invitado a retirarse para ayudar a los conservadores a forjar un frente común contra el moderado Romney. El martes ese guión saltó por los aires y Santorum lo celebró en su discurso como ganador: “A mí me importan los que son muy ricos y los que son muy pobres. Yo no soy la alternativa conservadora a Romney sino la alternativa conservadora a Barack Obama”.
Santorum habló flanqueado por su esposa y por Foster Friess: el multimillonario que ha ejercido como mecenas casi exclusivo de su campaña. Lanzó elogios al Tea Party y presentó a Romney como un candidato al que sólo sostienen su dinero y su organización. Dos atributos de los que por ahora carece la campaña de Santorum.
Se podría decir que el aspirante conservador es el negativo de Romney. Y no sólo por sus principios ideológicos sino por sus orígenes humildes, que podrían ayudarle a conectar con la clase obrera blanca que nunca conectó con Obama. Pero antes debería superar una carrera en la que pese a todo sigue siendo favorito Romney.
A Santorum no le asustan los desafíos. Sus primeras elecciones las ganó con 32 años en un distrito que siempre había votado demócrata y aguantó en el Capitolio durante tres lustros sin renunciar a expresar opiniones polémicas sobre el aborto o la homosexualidad. Fue ascendiendo poco a poco en el escalafón. Primero como lugarteniente de Newt Gingrich en la Cámara de Representantes y luego como hiperactivo senador por Pensilvania.
A menudo se le recuerda por sus palabras gruesas sobre los homosexuales, cuyas prácticas comparó con la zoofilia o con una disfunción social. Pero su acción legislativa incluyó propuestas para ayudar a los enfermos de sida, financiar la investigación sobre el autismo o frenar el genocidio de Sudán. Su hoja de servicios lo retrata como un senador conservador en asuntos morales. Más preocupado por ayudar a las familias que por reducir el desempleo o cuadrar las cuentas.
Ex diputado y ex senador de Pennsylvania, Santorum ha dicho en múltiples ocasiones que se opone a la distinción entre las convicciones religiosas privadas y la responsabilidad pública. También rechaza el aborto y la investigación con células madre. Pese a oponerse a la homosexualidad y a los casamientos gays, Santorum votó en favor de una ley para ayudar los enfermos de Sida.
A Santorum lo barrió del mapa en 2006 el “tsunami” demócrata que ganó el control del Senado y la Cámara de Representantes. La derrota le dejó tiempo para dedicar a sus hijos y a su esposa Karen, que en su juventud mantuvo una relación sentimental con el ginecólogo abortista que la trajo al mundo. Juntos Rick y Karen han vivido momentos muy difíciles. El más terrible fue la muerte de su hijo Gabriel cuatro horas después de nacer. Los Santorum se llevaron a casa el cadáver del niño, se lo enseñaron a sus hijos y durmieron con él antes de enterrarlo.
El candidato presume de haber educado a sus niños en casa y habla a menudo en campaña de su pequeña Bella: la niña a la que los médicos dieron un año de vida al nacer con una trisomía en el cromosoma 18. Santorum suele definir a la niña como “un don”. Un detalle que le ha ayudado a conectar con quienes hacen campaña contra el aborto y que recuerda el drama del premier británico David Cameron con su hijo Ivan.
En las imágenes, Santorum con su hija Bella, quien nació con trisomía 18.
A Santorum se le considera un “halcón” en política exterior. Pero eso no le ha impedido tejer alianzas con sectores progresistas en asuntos como la condonación de la deuda o la ayuda a familias sin recursos. Algo tienen que ver sus raíces obreras y su condición de católico de origen italiano, que cita siempre que puede para distinguir sus orígenes de los del patricio Romney.
Rick Santorum selló el martes su resurrección electoral besando a su esposa Karen y agradeciendo sus triunfos a Dios. Dos gestos espontáneos que ayudan a comprender el retorno de un candidato cuyas mejores bazas son sus convicciones religiosas y su atractivo entre la derecha familiar.
Es raro el debate en el que no cuente la historia de su abuelo Pietro: un italiano que combatió en la Gran Guerra y llegó luego a América huyendo del fascismo. A Santorum le gusta presentar su historia como un ejemplo del sueño americano y retratarse a sí mismo como la prueba de que es posible prosperar en un país cada vez menos propenso a la movilidad social.
Al contrario que otros políticos estadounidenses, Santorum no esconde su condición de católico. Los domingos asiste con su esposa a una misa en latín en la parroquía de Santa Catalina de Washington y en 2002 estuvo en Roma en un evento que celebraba el centenario del fundador del Opus Dei.
No es la primera vez que Santorum se plantea el asalto a la Casa Blanca. En 2007 sopesó su candidatura pero renunció porque no le salían las cuentas. Esta vez decidió probar suerte y no renunció en los meses en los que pasaba inadvertido. Ahora deberá demostrar que puede ganar en estados menos propicios como Arizona o Michigan: los dos estados que celebran sus primarias el 28 de febrero.