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MADRID, 8 de julio.- Al pensar en un retrato familiar de Vicente del Bosque (23 de diciembre de 1950, Salamanca), el entrenador que habla del éxito como si se tratara de un hecho cotidiano, que ha encadenado triunfos tan extraordinarios que han elevado la autoestima de un país deprimido a la enésima potencia, podría imaginarse al seleccionador metido en una burbuja, temeroso de salir de casa, huidizo y alérgico, sobre todo, a los periodistas, con quienes ha compartido el último mes y medio casi tanto tiempo como con sus jugadores y muchísimo más que con su familia, el motor de su vida. No conozco a nadie que conviva con el dulce sabor de la fama, en ocasiones empalagoso, con tanta naturalidad y sencillez. Es difícil imaginarle incluso enfadado, aunque Toni Grande, su segundo, su mano derecha, su amigo, advierte: «Aunque no lo creas, Vicente tiene muy mala leche». No lo demuestra, ni en público ni en el ámbito familiar.
Del Bosque disfrutó del título europeo por las calles de Madrid, junto a todos sus futbolistas y en compañía de su hijo mediano, Álvaro, un habitual en estas fiestas - Foto: Familia Del Bosque/Efe
Hace aproximadamente un año, Del Bosque escribió un artículo en LA RAZÓN sobre sus valores, vigentes y comprometidos, excelsos como el fútbol de la Selección, arte y esencia. «Integridad, rectitud, ética y obediencia», se los inculcaron en casa. Cumplidos los 16 años, ingresó en el Real Madrid y le descubrieron éstos: «Responsabilidad, constancia, afán de superación y respeto hacia quien no piensa como tú». Tuvo maestros, Miguel Malbo, Luis Molowny, y «un líder moral», Santiago Bernabéu. Creció como futbolista y como persona y encontró a Trini (Trinidad López). Contrajeron matrimonio en 1986. Nació Vicente, el hijo mayor, hoy 25 años; después, Álvaro (22), con síndrome de Down, y a continuación Gema (19), la niña. Desde su piso antes veían la antigua Ciudad Deportiva; ahora, las cuatro torres. El matrimonio no cambia, ni siquiera, de domicilio; lo que cambia es el entorno.
PREMIOS COMPARTIDOS Vicente del Bosque y Trini, instantes después de que el seleccionador recogiera uno de los muchos premios que ha recibido.
Con el Teide al fondo, los tres hijos de Trini y Del Bosque, el motor de sus vidas, su eje. Gema ya ha cumplido 19 años; Vicente, 25, y Álvaro, 22.
Con todos aquellos principios moldeó su personalidad, la de un tipo admirable: «He aprendido a ser flexible, a huir de los radicalismos, a escuchar. A obedecer para saber mandar; si ignoras lo primero, te estrellas en lo segundo. Para ello hay que ser humilde. La humildad es un don, más en el mundo del fútbol, donde el éxito es pasajero». No son palabras huecas. Está convencido de lo que dice y prepara los partidos con tanta meticulosidad como camina por la vida, procurando no pisar a nadie y sin regatear un elogio a cualquiera que lo merezca, sea amigo o adversario. Pero no es un pusilánime. Cuando Maradona, responsable técnico de Argentina en el Mundial de Sudáfrica, un día sí y otro también no dejaba pasar la oportunidad de lanzar un dardo contra «La Roja», Vicente le contestó con el respeto y la gramática parda del castellano viejo: «Es un tío majo, simpático; pero muy pesado». No fue necesario que ensancharan las porterías, como aconsejaba «el pesao», para que España se proclamara campeona del mundo.
Sus conquistas como entrenador del Real Madrid no le sirvieron, sin embargo, para permanecer donde habían transcurrido 36 años de su vida. Cuando afirma que el «éxito es pasajero», probablemente recuerda la cantera blanca, las dos Ligas de Campeones, las dos Ligas, la Intercontinental y las Supercopas que empujó hacia las vitrinas del Bernabéu y que, no obstante, no garantizaron su continuidad. De aquel trance, porque lo fue, más que la salida le duelen las formas en que se produjo. Pero ni entonces ni ahora su familia estuvo por debajo de los trofeos.
La familia marca el rumbo de su vida y Trini es el soporte. Ya han celebrado las bodas de plata y el secreto de su relación, según Vicente, «es ceder». Ella dice que cuando se conocieron «el flechazo fue mutuo». A Vicente, según confesión hecha al cumplir los 20 años de matrimonio, le enamoró «el físico» de ella «y su personalidad». Entonces, hace seis años ya, exponía de esta manera tan sencilla cómo mantenían viva la llama del amor: «Cultivamos el afecto y lo hacemos, sobre todo, a través de los hijos, que unen mucho, por esa labor nuestra de ayudarlos a crecer y a formarse».
Los hijos, el quid de la cuestión. Vicente dice: «Nuestro móvil son los hijos. Los educamos para trabajar. Álvaro ya lo está haciendo como administrativo en la empresa Ramstad». Álvaro... «Nos ha ayudado a relativizar las cosas. De la tristeza inicial no tardamos en arrepentirnos y nos dimos cuenta de lo gilipollas que fuimos. Álvaro es un tío estupendo y feliz que nos hace felices a todos».
'Alvarete' saluda a su papá tras el triunfo en el Mundial 2010.
Hay una fotografía, que no aparece en este reportaje, en la que se ve a Álvaro abrazado a otro compañero también con síndrome de Down. En el pie, me escribe Trini cuando la envía: «Julián, mira el amor de mi vida». Trini le llama «Alvarete». «Es locura lo que siente por su padre. Que es un padrazo, demasiado, con todos. El papel de sargento lo interpreto yo». Coincide con el marido en la importancia de los hijos, «son el eje de nuestras vidas». Vicente, el mayor, estudia márketing y gestión de empresas; Gema ha terminado el bachillerato. «Pero tenemos otra hija, ¿sabes? Arola, la novia de Vicente. Salen desde el colegio, hace ocho años». «Y, sí, ‘‘Alvarete» es el que más nos preocupa, claro; pero es la alegría de la casa. Ahora está en un campamento». Y el matrimonio, en Madrid: «Como el mayor y Gema están trabajando en el campus de su padre, no iremos a la playa hasta agosto. Me gusta que coman en casa, en condiciones».
Hemos hablado de los hijos, a quienes el matrimonio prepara «para trabajar, para enfrentarse a la vida». Hablemos del seleccionador, ¿cómo es Vicente? «La bondad en persona, un caballero» –Del Bosque hace gestos, como si lo que dice Trini fuera exagerado–. ¿Y cuando pierde? «Igual que cuando gana. Es poco expresivo, no exterioriza sus emociones».
Durante la Eurocopa, le llovieron las críticas desde algunos sectores. ¿Sufre la esposa? «¡Cómo no voy a sufrir! Pero hay que estar a las duras y a las maduras. Te tienes que aguantar. Pero ha merecido la pena». Y luego está la fama, quizá no poder comer tranquilos en un restaurante, o no dar un paso por la calle sin que alguien requiera un autógrafo... «Es todo cariño y es de agradecer –continúa Trini–. Y hay que asumirlo con naturalidad». Como lo de ser marqueses. En España hay 1372; pero Del Bosque, sólo uno, y la referencia no es al título nobiliario, que se explica en el enunciado, sino al personaje en sí mismo.
El seleccionador, entrenador, hombre de fútbol, está en las antípodas de Mourinho y, sí, también de Guardiola, personajes lejanos, rodeados de un aura que los aleja del aficionado. Del Bosque es un hombre celoso de su intimidad, pero no la oculta. Le sale a borbotones, como la sencillez, la humildad, el respeto y la educación. Entiende el trabajo de todo el mundo y es capaz de meterse en la piel del periodista cuando no tiene una entrevista que llevarse a la boca. Muchas veces ha acudido al rescate del reportero. Y no se le caen los anillos. (JULIÁN REDONDO / larazon.es)