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LONDRES, 14 de julio.- El 7 de julio de 2005 una joven de Irlanda del Norte de ojos verdes, mejillas rosadas y sonrisa de marfil se ganó el apodo de la "viuda blanca". Era Samantha Lewthwaite, viuda de Germaine Lindsay, uno de los cuatro terroristas que ese día detonaron las bombas en el centro de Londres que dejaron 52 muertos y cerca de 700 heridos.
El seudónimo colocado por la prensa británica pareció en su momento un tanto injusto, pero noticias llegadas en las últimas semanas del continente africano revelaron que quizás estaba acertado, y reavivaron al mismo tiempo el temor a una ola de "terror vestido de faldas".
Samantha Lewthwaite, con una de sus hijas. Ya se volvió a casar.
Según informaciones publicadas por el periódico The Daily Telegraph, la "viuda blanca" vive ahora en Somalia, donde recluta terroristas y entrena a un ejército de mujeres mujaidines (combatientes en la Guerra Santa de los extremistas islámicos). De acuerdo con la versión, Samantha dijo en un blog que ha sido "elegida por Alá para convertirse en el tormento de los kuffar [aquellos que no son musulmanes]".
Oficiales de la división antiterrorista de Scotland Yard la buscaban en Kenia, desde donde huyó de la policía tras un intento fallido de volar por los aires con armas químicas un enclave turístico.
También se la culpa allí de estar envuelta en el ataque con una granada contra un bar en Mombasa, donde varios turistas estaban viendo el partido de fútbol entre Inglaterra e Italia de la Eurocopa, y que terminó con la vida de tres personas, entre ellas un niño pequeño.
Samantha, de 28 años, nació en Irlanda del Norte, donde su padre, un militar británico, había sido destinado durante el momento más duro del conflicto sectario entre católicos y protestantes. La mayor parte de su vida, sin embargo, la pasó en Aylesbury, una pequeña ciudad en el condado rural de Buckingham. Se convirtió al islamismo durante la adolescencia, a instancias de unos vecinos musulmanes que la ayudaron a superar el trauma creado por el divorcio de sus padres.
A poco de cumplir los 18 años, conoció a Germaine Lindsay, que era dos años menor. Fue entonces cuando Samantha abandonó un curso en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres, y comenzó a vestirse con una túnica negra o hiyab. Se casaron en 2002.
Cuando Lindsay decidió inmolarse en el sangriento ataque contra el metro de Londres, ella -embarazada de su segundo hijo- condenó públicamente sus actos. Tan convincente fue su descargo que las autoridades no dudaron en ponerla bajo protección oficial por varios meses.
Pasadas las investigaciones judiciales del atentado, sin embargo, Samantha desapareció. Nada se supo de su paradero, hasta que en diciembre último varios informes de inteligencia empezaron a vincularla con Al-Shabaab, la fuerza paramilitar islámica de Al Qaedaen el Este de Africa. Se dijo que se había vuelto a casar y que había tenido otra hija. Su segundo marido sería Habib Saleh Ghani, un británico de origen keniano-paquistaní que se hace llamar Osama y que la policía considera "extremadamente peligroso".
Se cree que Samantha cumplió durante mucho tiempo el papel de "banquera" de Al-Shabaab, recolectando fondos para la adquisición de armas, detonadores y explosivos a ser utilizados por la insurgencia islámica a nivel internacional. Habría llegado a Kenia con un pasaporte falso sudafricano bajo el nombre de Natalie Faye Webb.
En un departamento que alquiló con su nuevo esposo, la policía encontró el borrador de un libro titulado Miedos y lágrimas: quiero ser una mujaidín. En las notas manuscritas, redactadas como un diario, la autora explica por qué decidió seguir el camino de la violencia.
"Mi marido [Habib] estaba hablando con mi hijo de cinco años y mi hija de ocho. Les preguntó qué querían ser cuando fueran mayores. Los dos tenían muchas respuestas, pero al final todas se reducían a que querían ser mujaidines. Entonces les preguntó cómo querían llegar a ese objetivo. ¿Qué es un mujaidín? Respuestas a este tipo de preguntas sólo las encuentra alguien que ha seguido el camino de la yihad," indicó.
De acuerdo con un mensaje dado a conocer hace dos semanas en un blog utilizado por un grupo radical islámico de Kenia, el Centro Islámico de la Juventud, quien fuera una vez la "viuda blanca" es ahora Dada Mzungu, lo que en swahili significa "hermana blanca". Una de sus simpatizantes dijo que se encuentra en Somalia comandando una banda de mujeres que, como ella, "están dispuestas a dar su vida por Alá".
"Ella dio su vida por Alá y ahora sirve a Alá como Su mujer soldado. En Somalia comanda el «escuadrón de mujeres mujaidines» y conduce sus operaciones contra los kuffar", agrega esta admiradora de Samantha.
Por más que la historia esté plagada de ejemplos, la radicalización de mujeres - especialmente de compatriotas- todavía sorprende a los británicos.
En las décadas del 70 y del 80, hasta un tercio de los miembros de grupos terroristas como el alemán Fracción del Ejército Rojo y el vasco ETA eran mujeres. Pero su papel solía reducirse a dar asistencia. En los últimos años, la tendencia parece ir claramente hacia un papel mucho más operativo.
Entre 1985 y 2008, unos 230 ataques fueron cometidos por mujeres suicidas, es decir, un cuarto del total. Tan sólo en 2002, superaron la barrera del 50 por ciento de los atentados exitosos perpetrados en numerosas regiones, especialmente en Sri Lanka, Turquía y Chechenia. (LA NACIÓN)