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Todos tenemos un boleto a la discapacidad, porque la vida está llena de contingencias y nadie puede afirmar a ciencia cierta que se verá libre de alguna. Lo importante es que socialmente permee el conocimiento de que la discapacidad o sea la pérdida de alguna de las facultades que poseemos o de algún miembro, no implica incapacidad y quienes pertenecemos a éste sector, estamos ávidos de aportar nuestros talentos, nuestro granito de arena a favor del progreso de nuestra comunidad, para que todos sin excepción tengan acceso a una vida digna, expresó Santiago Olivares Herrera, Promotor para la Incorporación al Bienestar de las Personas con Discapacidad.
Debido a un impacto de proyectil de arma de fuego, pierdo mis facultades motoras. Comienzo un proceso de rehabilitación en el que tuve la fortuna de ser atendido oportunamente, de modo que las secuelas de la lesión medular que poseo fueron mínimas. Una vez que fui rehabilitado física y sicológicamente, tuve oportunidad de reincorporarme a mi trabajo, laboraba en la cuestión administrativa y con muletas regresé a mi trabajo por un tiempo, con lo que tuve oportunidad de juntar algo de dinero para casarme. Mi objetivo era rehacer mi vida.
Me casé. Los médicos me habían dicho que yo no iba a poder tener relaciones sexuales, que no iba a poder engendrar hijos. No obstante, más o menos como al año se embarazó mi esposa, por lo que puedo afirmar que lo más valioso que tengo es mi hija que nació después de una lesión medular. Mi hija ha sido mi motivación, la persona por la que he dado todo mi esfuerzo para salir adelante.
Una vez que nació la niña me vi en la necesidad de trabajar. Entre otras cosas soy artesano y gracias a las artesanías saqué a mi hija adelante.
La rehabilitación es el primer paso y la cuestión más importante para la reincorporación social. Una vez terminada esta etapa, pude trabajar y fui un privilegiado al poder contar con la ayuda de mis padres. En este proceso, puede darme cuenta que gente con mayores limitaciones que yo, que pasaba mayores apuros para integrarse a la sociedad. Me di cuenta que no se habían hecho muchas cosas en este sentido y empecé a reunirme con gente que tenía los mismos anhelos que yo, empecé por integrarme a asociaciones civiles que luchaban por los derechos de las personas con discapacidad y desde estas trincheras comenzamos a enarbolar esta bandera y a defender ésta causa.
Me tocó ser parte de la gente que hizo realidad la Ley Para la Integración de las Personas con Discapacidad en 1996, fomentar algunas agrupaciones en municipios que luchaban por éstas y muchas otras cosas más.
Hoy no me siento como una persona con discapacidad, la verdad a veces se me olvida. Lucho por hacer una vida como la hace cualquier otra persona. Me cuesta un poco más de trabajo, es real. Yo requiero algo así como una hora para estar dispuesto para ir a mi trabajo.
En la actualidad vivo solo y todas las actividades las realizo por mi mismo, claro ayudado por la tecnología actual. Antes manejaba una moto adaptada y hoy día conduzco un automóvil e intento hacer mi vida casi tan independiente como cualquier persona.
Creo y he advertido que las limitaciones nos las ponemos nosotros, mas allá de que seamos personas con o sin discapacidad. Pienso que existe gente que como que viene programada para derrotar todos los obstáculos que se le vayan poniendo, no lo digo por mí sino por otros que tienen limitaciones mucho más severas que las que yo presento y siempre salen adelante.
La sociedad es a veces la que nos impide integrarnos plenamente. Por ejemplo, a veces alguna institución publica o privada pone un cajón perfectamente señalizado para utilizarse por personas con discapacidad y llega una persona que no la tiene y lo usa, esta es una manera de segregarnos e ignorarnos, porque parecería que estos llamados obstáculos sociales, son más poderosos a veces que una rampa.
Hago un llamado a la sociedad a construir rampas de amor, a que nos tendamos la mano. Hay mucho que hacer con nosotros, lo importante no siempre es lo económico. No hay que dejarse llevar por las apariencias, a veces va una persona con discapacidad a pedir trabajo y por el puro aspecto físico no se lo dan. A veces alguien tiene aptitudes, que van más alla de lo que podemos ver.
No es fácil pensar en de la noche a la mañana, integrarnos a la sociedad. Esto pasa por varias etapas: desde la etapa en la que uno se deprime, se derrota y quisiera no existir hasta la fase triunfalista donde no existe nada que nos detenga. Siempre he creido que todos traemos un espíritu de lucha, un gran coraje, un corazón guerrero. Creo que cuando la persona descubre sus capacidades, se vuelve triunfadora en todo ámbito de la vida. No hay límites, nosotros somos quienes nos los ponemos y tristemente en ocasiones, los obstáculos de la vida nos los impone la sociedad.
No obstante creo que la gente tiene el don y el poder para salir adelante. Si nos damos cuenta,quienes traen mayor cantidad de medallas y premios cuando van a una justa internacional, llámese mundial u olimpiada son los paralímpicos y a veces, la tecnología y los medios con que cuentan para entrenar, no son ni por asomo, comparables a los que utilizan sus homólogos teóricamente plenos en cuanto a facultades. Sin embargo, su fortaleza, su espíritu de lucha, los saca adelante. No necesitamos lo mejor para triunfar, indicó.
El espíritu del ser humano está hecho para vencer las adversidades. Pero por principio de cuentas, a veces los obstáculos son físicos y los encontramos en nuestras casas que no están adaptadas a nuestras necesidades. Después cuando salimos a la calle, no todas las escarpas tienen rampas. A veces nos da pena pedir apoyo para subir diez centímetros que pueden parecer una altura ridícula, pero que pueden convertirse en una muralla infranqueable.
Nos complican los autobuses que carecen de rampas adaptadas para que una persona en silla de ruedas pueda subir con comodidad. Los patrones no nos dejan demostrar nuestras capacidades y competir al momento de ir a buscar trabajo. Los choferes muchas veces no nos dan parada, las personas con discapacidad en muchas ocasiones parecemos invisibles.
Si la gente reflexionara en que con una pequeña ayuda podríamos sumarnos a la sociedad, dejaríamos de ser una carga social y económica para el estado, destacó.
Mis suegros nunca me dieron oportunidad de demostrar mi capacidad. Siempre decían que yo era un lisiado, un inválido y pensaron que siempre sería una carga para mi esposa, que ella tendría siempre que bañarme y cambiarme. Con el paso del tiempo, cambiaron de opinión. Así pasa con la sociedad que nos juzga a las personas con discapacidad, incapaces de hacer algo.
Toda vez que acepté que no volvería a caminar, discurrí que debía salir adelante. Finalmente, me quedó claro que la silla de ruedas nadie me la iba a quitar pero no era el fin del mundo. Con o sin discapacidad estaba yo ahí y no había vuelta de hoja. La llegada de mi hija, acentuó mis ganas de salir adelante, pero desde antes tuve claro que debía superarme y ser independiente. Fue un gran esfuerzo mental y sicológico, pero gracias a mi familia fue posible.
No hay que abatirse nunca por las circunstancias. Hay que luchar siempre. Dar gracias a Dios al despertar por estar vivos y darnos una nueva oportunidad de conseguir cosas. Creo que el simple hecho de que la gente este viva y en este mundo, ya es una victoria, un triunfo. Poseer una discapacidad no nos hace mejores ni peores. La diferencia estriba en la decisión que seamos capaces de aportar en el afán por ser mejores, finalizó.