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El sueño de todo padre de un niño con discapacidad es que su hijo se integre al mundo "normal", pero para lograrlo tiene que tomar en cuenta aspectos médicos, psicológicos, de conducta, intelectual y social, pero, sobre todo, aceptar en la familia la discapacidad física o motriz del menor, señaló el Licenciado en Rehabilitación, Juan Mex Baas, coordinador del área de discapacidad del Cendi Itzimná.
Agregó que para muchos padres resulta muy difícil aceptar la discapacidad de sus hijos, lo que terminan, inconscientemente, transmitiendo al niño.
—Los padres que no han superado esa etapa, hacen que el niño, que es un espejo de lo que se hace en casa, sea retraído. Y si papá y mamá lo esconden, aprenderá a huir de las situaciones que se le presenten en la vida.
Hay padres que, aunque tienen toda la intención de ayudar a su hijo a integrarse a un sistema educativo regular y al mundo, aún se muestran muy sensibles cuando alguien les pregunta sobre el motivo de la discapacidad de su hijo, lo que no ayuda al proceso.
Comentó que hay madres que aún lloran cuando sucede esto, lo que envía un mensaje al niño de que algo característico de él hace llorar a su mamá.
—Por eso a los padres siempre les digo: arreglen ese problema para ayudar a sus hijos a salir adelante. Ése es el primer paso para la integración.
Admitió que, además de las complejidades que trae en sí una integración efectiva, los niños con discapacidad y sus familias aún tienen que enfrentarse a la discriminación de los adultos.
Indicó que también hay padres que se oponen a que sus hijos estudien o se relacionen con niños con discapacidad, ya que al ver que hay un área con discapacidad en la escuela lo primero que pregunta es si sus hijos van a jugar o estudiar con "esos niños", y cuando escuchan la respuesta dicen "muchas gracias pero no".
El Licenciado en Rehabilitación, Juan Mex Baas, coordinador del área de discapacidad del Cendi Itzimná.
Manifestó que en la guardería integradora, la única en Yucatán, se valora mucho el trabajo que se realiza con los niños con discapacidad para su integración a un sistema educativo regular, por lo que ese tipo de actitudes no son bienvenidas.
—Si como adultos entendemos las diferencias, es más fácil que nuestros hijos sean tolerantes. Si mi hijo va a una escuela donde hay un niño en silla de ruedas y le digo "no te lleves con él", va a entender que la discapacidad es algo malo. Ahora, si le digo: "mira, si ves que tu amiguito necesita avanzar y no puede, ayúdalo". La visión será diferente
Tenemos que crear una cultura de tolerancia para que el niño se integre a la sociedad, pero a una que aprenda a ver esas necesidades, a ser más tolerante y más respetuosa.
Señaló que en el Cendi Itzimná, cuando los niños del sistema regular conviven con los del área de discapacidad, lo más que expresan al verlos es "cómo se llama ese niño".
—A ellos no les importa si tiene discapacidad o no, sólo quieren conocerlo y jugar con él.
En cuanto al proceso de la integración de los niños con discapacidad a un escuela regular, dijo que hay que explicarles a los padres lo que realmente significa ese procedimiento, ya que éstos suelen asociarlo con que sus hijos convivan con niños sin ninguna discapacidad para que vayan copiando las habilidades de ellos y las puedan hacer.
Como ejemplo, citó que tienen la creencia de que si un niño que no camina "normalmente" al ver hacerlo a los demás, aprenderá. Ésa es la idea que tienen de integración
Aclaró que el proceso no es tan sencillo e involucra características de los niños para hacer el movimiento de integración, como la edad, ya que pensar en integrar a un niño de meses a un salón regular no es factible porque, a nivel psicológico, no está a una edad de interrelacionarse con otros iguales o de fijarse de lo que hacen.
—Aunque lo tenga físicamente en ese espacio, el niño no se está integrando, es más una inserción que una integración.
Destacó que otro aspecto a tomar en cuenta para la integración es el médico, que permite ver si el niño está sano o no o si tiene alguna condición médica que deba tratarse de manera especial para integrarlo a las actividades.
Citó que un niño con parálisis cerebral que además tiene crisis epilépticas, puede participar bien en las actividades escolares, si le suministra adecuadamente sus medicamentos y se le ayuda a formar parte de lo que se hace sin exponerlo o hacerlo sentir menos, ya que si al niño se le hace a un lado completamente, éste puede pensar que no es lo suficiente bueno o afectarle su autoestima.
Agregó que también tiene que tomarse en cuenta el aspecto psicológico del niño y recordar que aún está aprendiendo a vivir con su discapacidad.
—Hay que valorar si el pasarlo a una escuela regular va a traerle un beneficio a nivel emocional y en su autoestima. "Porque si no lo manejo adecuadamente puedo crear otros problemas".
Como ejemplo, citó el que los niños pregunten por qué camina de una forma y si el niño no tiene mucho reforzamiento positivo pueden suceder dos cosas: que no quiera o que deje de caminar.
Explicó que esto sucedería no por un problema previo sino porque no quiere que se burlen de él, ya que en ese espacio se siente agredido.
Insistió que todo cambio que se haga como integración sea en pro de su persona.
Propuso que a los niños con discapacidad se les hable de su condición sin darle mucho énfasis; que sea sólo para que cuando pregunten por qué camina de un modo diferente se diga: porque es un niño con una necesidad especial pero va a caminar normalmente.
Dio a conocer que un niño es consciente de su propia discapacidad desde alrededor de los 3 años y medio hasta los 5. Es cuando empieza a ver sus diferencias.
Precisó que dentro de lo psicológico también se debe tomar en cuenta la conducta porque ésta va a facilitar que un niño se integre. Si la conducta no es la adecuada, como morder o gritar, puede generarle etiquetas sociales, como el niño mordelón o el gritón.
En cuanto al área intelectual, indicó que el niño debe ser capaz de entender las indicaciones que se le hagan, de lo contrario, el maestro puede creer que se trata de un niño con mala conducta.
Agregó que también se debe tomar en cuenta el aspecto social, el cual se puede lograr enseñando al niño con discapacidad que todo beneficio -como la integración- trae consigo derechos y responsabilidades, y en su caso, podría ser obedecer a la maestra o avisarle que quiere ir al baño.
—Pero esto no basta porque hay cuatro niveles de integración que deben cumplirse para hablar de un verdadero éxito.
Manifestó que en primer lugar se encuentra la integración física, relacionada a un lugar, un salón o una escuela al que llevar al niño; y después la integración personal, que permite apreciar los beneficios y a sacar algo positivo de esto.
Explicó que la integración personal puede apreciarse cuando los compañeros animan al niño con discapacidad a hacer sus actividades y lo motivan a superarse. Si esta fase se logra, se pasa al siguiente nivel: la efectividad.
—Si esta etapa no se logra, el niño no está recibiendo ningún beneficio a nivel personal y por lo tanto, la integración no es funcional. Sólo será efectiva cuando el niño logre algún beneficio del ambiente que le permita funcionar y ejercer sus derechos y obligaciones.
—Lo que papás me piden es una integración física, que esté en un lugar, haciendo a un lado si va a ser personal, si va a ser efectivo, si va a ser social. Se deben tomar en cuenta para hacer algo bien.
El Lic en Rehabilitación Juan Mex Baas dijo que también hay padres que desconocen por completo los beneficios de una estimulación temprana para sus hijos con discapacidad, de los que se dan cuenta tardíamente cuando van a inscribirlo en una escuela regular.
—Hay mamás que buscan estar todo el tiempo con su hijo y que dejan de trabajar para atender al niño y centrar su vida en la de él sin saber que antes de inscribirlo a un preescolar tiene que aprender a caminar, a socializar, a dejar el biberón y sobre todo, a dejar el apego materno.Eso sucede por falta de información y porque no saben a dónde recurrir.
Destacó que ahí radica la importancia de las guarderías alternativas, ya que las madres trabajadoras no sólo tienen espacios para dejar a sus hijos con discapacidad, si no para que su hijo se prepare a ser el ciudadano que es.
Agregó que a los 4 años el niño tiene una personalidad muy definida, por lo que si se es muy inseguro por haber crecido en casa, será muy difícil de romper con eso porque no se cultivó a edad temprana.
—Los beneficios de ir a una guardería alternativa son que el niño aprende a temprana edad que tiene una responsabilidad de ir a la escuela, de hacer trabajitos, de ver a otros niños. Va a aprendiendo que no es único, que no lo hace un niño bueno o malo, sino que es igual a los demás. No es un angelito: tiene que experimentar otras experiencias en la vida.
Lamentó que en algunos casos los padres de familia están interesados en rehabilitar a su hijo a través de atención temprana lo cual no pueden realizar por falta de recursos económicos.
—Eso no debería suceder, pero es una realidad.
Finalmente, dijo que hay que estar conscientes desde el principio de cómo queremos que nuestro hijo con discapacidad crezca porque no somos eternos y hay que prepararlo para la vida.
—Como padres, hay que informarnos y como guarderías participativas hay que acercar información a quien lo necesita. L.I.