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A Emilio Azcárraga Jean y a la opinión pública:
Al ver que mis anteriores misivas enviadas a usted hace unos días, para conciliar y darle mi versión sobre lo ocurrido en la emisión Iniciativa México, y por la que se me culpa injustamente de rebeldía, de actor difícil y conflictivo, jamás tuvieron respuesta de su parte; no me deja más alternativa que hacerlo por este medio.
¿Está enterado de que durante más de 38 años colaboré en la que ahora es su empresa en programas que no sólo le dieron rating sino mucho dinero a Televisa? Y, por ende, a mí también, naturalmente. ¿Sabe que la emisión creada por mí y titulada ¿Qué Nos Pasa? fue una punta de lanza que vino a revolucionar las anodinas comedias que se hacían en televisión? Fue un honor participar en ella. Lástima que, en la segunda época, sus subordinados coartaron toda la libertad y crítica social de la que yo gozaba, al grado de querer reducir ¿Qué Nos Pasa? a uno más de los inanes programas cómicos que se hacían a puñados. De ahí que mejor decidiera abandonar dicha emisión para no traicionar el espíritu de crítica que la hiciera famosa.
Comento lo anterior porque ¿Qué Nos Pasa? le dio a Televisa la altura y la madurez de una televisión inteligente, analítica y pensante, además de valiente. Ésta es la televisión y el trabajo que hago y que siempre me han caracterizado a lo largo de mi carrera. Me pregunto, entonces, ¿para qué solicitaron mis servicios en Iniciativa México?
Con respecto a lo acontecido en torno a esa emisión, donde de seguro los señores Rubén y Santiago Galindo, productores de dicho programa, ya le dieron su particular visión de los hechos; es mi deseo que usted conozca la mía y así, juntando los dos pareceres, se pueda dar una idea de lo que ocurrió.
Comprendo que los Galindo cuiden su fuente de trabajo. Entiendo también que hay muchos medios involucrados en Iniciativa México y que los contenidos deben ser cuidadosos, pero la esencia de la comedia es, por antonomasia, crítica y burla. No se puede pretender hacer reír al público, sin ejercer dichos elementos, y menos con el temor de "molestar a alguien". Actitud moralista, temerosa y prejuiciosa constante de los Galindo; de ahí los repetidos desacuerdos que tuve con los mencionados productores.
¿Le informaron a usted estos señores que, para cuidar los contenidos de los tres sketches que cada ocho días salían al aire, acordamos, entonces, que yo les entregaría mi trabajo editado con 72 horas de antelación para que, si algo no les pareciera, me lo informaran y así yo pudiera tener el tiempo suficiente para reeditarlos y corregirlos?
En las seis semanas en que les entregué puntualmente, por alguna razón que desconozco, mi trabajo nunca fue checado en el tiempo acordado. Siempre lo hicieron a última hora, cuando ya no había ni tiempo ni oportunidad de corregir ni hacer nada. De ahí que los Galindo, con una falta de respeto por mi trabajo como creador y enarbolando la bandera de la moral, censuraron y decidieron lo que el público debía de ver y lo que no, mutilando siempre con torpeza, desconsideración, con un desconocimiento total del género y sin participármelo siquiera.
¿A qué le temían los señores Galindo? ¿A quién le cuidaban las espaldas? ¿Temían ofender a los que han depredado este País? ¿O simplemente estaban cumpliendo órdenes superiores?
¿Está usted enterado de que el señor Rubén Galindo está faltando a la ética y a la verdad al no cumplir su compromiso conmigo, pretendiendo pagarme mucho menos dinero del que, como caballeros, acordamos? Yo ya cumplí, ya trabajé y realicé programas para completar ocho semanas, que fueron las que acordamos Rubén Galindo y yo.
Otro de sus trabajadores, el señor Juan Antonio Mateos, pretende pagarme sólo seis semanas argumentando que debí haber trabajado 10 semanas, de las cuales, repito, el señor Galindo jamás me habló. Trabajé únicamente seis semanas, pero grabé suficiente material para cubrir las ocho semanas, que, además, ya salieron al aire. Por lo tanto, cumplí mi compromiso. ¿Por qué entonces este atropello de obligarme a cobrar menos dinero de lo acordado y quitarme mi trabajo evidenciándome como lo han hecho de manera tan humillante e injusta?
¿Está enterado de que, por todo esto, algunos de sus empleados decidieron dar órdenes estrictas de no permitirme la entrada a la empresa, de que acabo de sufrir la humillación y la vergüenza de no poder entrar a su empresa para recoger mis pertenencias, mi vestuario, mi maquillaje y mis pelucas?
¿Está enterado de que sus subordinados ejercen una política de terror laboral en contra de mis compañeros actores y actrices al amenazarlos abierta o veladamente con vetarlos si trabajan en otra parte? O sea que no se les permite trabajar, pero tampoco se les da la seguridad de un trabajo en su empresa. ¿Y de qué se supone que van a vivir mis compañeros? ¿Qué clase de Iniciativa es ésta? Lo comprendo si gozan de una exclusividad, pero los que no gozamos de eso, ¿por qué también? Señor Azcárraga, estamos en el siglo 21. Esta imagen de señores de horca y cuchillo es denigrante para cualquier trabajador, que debe tener la libertad de buscar otras fuentes de ingreso, y más en estas épocas difíciles.
¿Está enterado de que me encontraba yo trabajando en la serie que produce Televisa Deportes, Cloroformo, con un rol importantísimo, el de un ex boxeador, y que por la misma razón fui retirado de dicha serie, afectando con esto la producción que ya estaba lista y a su director, Gustavo Loza, obligándolo a buscar quién me sustituyera? ¿Que el señor Juan Antonio Mateos le comunicó a mi representante que de ninguna manera podía yo trabajar en Cloroformo porque estaba vetado y que si quería trabajar en Televisa tendría yo que dejar de trabajar primero en la televisora Estrella TV de Los Ángeles, California, empresa en la que hace dos años trabajo y me da para comer.
Señor Azcárraga, acepté gustosamente colaborar en Iniciativa México, porque, sinceramente, creí en el proyecto, involucrándome y comprometiéndome con toda mi pasión y profesionalismo, sin importarme ni tomar en cuenta el veto que llevo padeciendo en su empresa desde hace 12 largos años.
Señor Azcárraga, ¿le parece honesta y sinceramente que merezco este "castigo" impuesto por sus trabajadores que, abusando de sus "jerarquías", ejercen el pequeño poder evidenciando una carrera de 53 años de trayectoria?
¿Está enterado señor Azcárraga? Si no lo está, lo invito a tomar medidas, y obligue a sus subordinados a cumplir sus compromisos como hombres y con ética profesional y laboral. Señor Azcárraga, en su empresa están acostumbrados a someter a sus trabajadores y, en muchas ocasiones, a pisotear sus derechos, como en esta ocasión lo están haciendo una vez más conmigo, pero más acostumbrados están a que nadie les reclame ni les diga nada por terror a perder su trabajo y su seguridad económica, razón que no juzgo y respeto.
Pero habemos personas como yo que por ningún motivo lo permitimos y nos arriesgamos a sufrir las consecuencias antes que perder la dignidad. Y eso, señor Azcárraga, no me hace ni rebelde ni mucho menos conflictivo. Me hace un hombre valiente, honorable, confiable y respetable ante mis hijos, mi familia, el mundo que habito y ante Dios.
Le pregunto ahora, señor Azcárraga, por estas palabras que hoy le externo: ¿me esperan otros 12 años de veto? ¿Extenderán sus medidas a mi familia, como lo hicieron injustamente con mi hijo Héctor Suárez Gomís, quien, sin deberla ni temerla, también fue "castigado" y vetado?
Dígales que, si me "castigaron" otra vez no volviéndome a llamar en su empresa pa′ trabajar, por lo menos que me den mi resto, ¿no?
¿Tiene usted el valor... o le vale?