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Estrella y media
Sherlock Homes: Juego de sombras es la segunda entrega de las aventuras del detective creado por Sir Arthur Conan Doyle en 1887. Ambas cintas son producidas por Warner Brothers y dirigidas por Guy Ritchie. Llevan en sus roles protagónicos a Robert Downey Jr. (Sherlock Holmes) y al actor inglés Jude Law (Watson).
Una serie de atentados con bomba al parecer son perpetrados por un grupo izquierdista. Sherlock Holmes ha realizado investigaciones que vinculan los hechos con un prestigiado doctor universitario de apellido Moriarty (Jared Harris). Empeñados en encontrar pruebas en contra de Moriarty, Holmes y Watson inician una peligrosa misión que involucra a una joven gitana (Noomi Rapace) cuyo hermano ha sido contratado por Moriarty.
Guy Ritchie —más conocido como ex esposo de Madonna que como director de cine— pierde totalmente la brújula en esta segunda parte. A diferencia de su predecesora, esta película tiene serias deficiencias en el guion y a eso hay que sumarle que como director Ritchie siempre ha sido bastante malo.
Hacer cine de acción pareciera cosa fácil, pero no es así. Dirigir una escena de acción, con personajes moviéndose y girando por todo el espacio, es tan difícil que se vuelve sencillo detectar quién sabe emplazar la cámara y quién está jugando a ser "cineasta". Cuando tenga oportunidad de ver esta película observe con atención la escena donde Holmes intenta detener al cosaco contratado para asesinar a la gitana. Cheque toda la persecución en la taberna y verá como en varios momentos se pierde la ubicación y los movimientos de los personajes. Las tomas nos confunden y se rompen los ejes de movimientos y miradas. Comprobará entonces que Guy Ritchie es mejor esposo de Madonna que director de cine.
La primer película de Sherlock Holmes funciona por el guión, pero al cambiar a los escritores Ritchie se pone la soga al cuello. Se muestra como un director inexperto y casi adolescente. Por ejemplo: las escenas donde el investigador analiza —en tiempo subjetivo— las posibilidades de actuar y las consecuencias que esto generaría; en el primer filme se manejaron con ingenio, pero aquí se emplean de forma burda, arbitraria y hasta excesiva.
Otro error en Juego de sombras es que las escenas de acción no logran un encadenamiento. El guion está tan mal desarrollado que el efecto progresivo de la trama no existe. La historia se queda en saltos anecdóticos carentes de unidad, por eso a veces nos parece estar viendo películas diferentes, mezcladas por la ociosidad del editor. En ocasiones es un filme ubicado en la Londres de finales del siglo XIX y luego brincamos a una cinta de la Segunda Guerra Mundial. Y para colmo se desaprovechan las cualidades de Jared Harris interpretando a Moriarty. El enfrentamiento final entre Holmes y el villano es un completo anticlímax.
Guy Ritchie descuida lo más importante de su trabajo en Sherlock Holmes: Juego de sombras y se dedica a regodearse en lo irrelevante. Es casi un muchachito jugando a ser Quentin Tarantino —con todo e inyección de adrenalina al corazón— engolosinado con los efectos de la cámara Phantom en una escena que nada tiene que ver con el verdadero Sherlock Holmes.
Lo mejor: Jude Law interpretando a Watson, Jared Harris como Moriarty y el perspicaz subtexto que supone una relación homosexual entre Holmes y Watson.
Lo peor: el guión y la dirección —casi nada.
Nota: la Phantom es una cámara de video digital que graba a más de 45 cuadros por segundo. Cuando se reproduce lo grabado, en velocidad normal, se consigue el efecto de cámara lenta pero con una definición y detalle sorprendente. Esta cámara se utiliza en la escena donde Holmes y sus amigos escapan en un bosque nevado de los cañones enemigos.