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Cuando una periodista preguntó a Larry Page y Sergey Brin, los creadores de Google, si creían que su gran éxito y su capacidad para la innovación se debió a la influencia de sus padres, profesores de universidad, ellos contestaron que no. En todo caso, dijeron, su espíritu autodidacta, su capacidad de iniciativa, la libertad de pensar por sí mismos, la aprendieron, en gran parte, en las aulas de Montessori.
Pero la historia no acaba ahí. Fieles a ese pasado, decidieron utilizar el método con el que aprendieron de pequeños como base para organizar su empresa. De esta forma, en sus oficinas hay libertad de horarios, de relajarse cuando uno quiera, de desarrollar el trabajo, el ocio, la comida, en el momento en el que mejor les parezca. Tienen salas de juego y de masajes. Tienen gimnasios. Se pueden llevar a sus hijos o a sus mascotas si lo necesitan. La decoración es creativa, juvenil, alegre. Todo lo que es necesario para fomentar la creatividad, estimular el espíritu libre, el sentirse a gusto en la oficina. Y, por supuesto, con la exigencia y la disciplina, entendida como la premisa de respetar la calidad de lo que hacen y de entregarlo en el momento previsto, que necesita una gran empresa.
Maria Montessori fue una científica italiana que se dio cuenta de una cosa muy simple: los niños están preparados para aprender desde el momento en el que nacen. Con esta idea tan sencilla ideó un método que consiste en dejar que las criaturas aprendan por ellas mismas.
En sus colegios, normalmente preescolares, el profesor no es quien les enseña. Se les da libertad, controlada, en la que hay unas ciertas reglas, para que ellos solos elijan a qué dedicar su tiempo. Se les da todos los materiales, se crea un ambiente tranquilo, basado en la concentración y el silencio, en la creatividad y la armonía, y se les deja que hagan lo que quieran.
Sus pequeñas mentes infantiles, deseosas de aprender, de desarrollar sus potenciales, se sienten estimuladas. Sólo se necesita que las dejen hacer, y, con ciertas directrices y con la ayuda de juguetes preparados, consiguen aprender a escribir, a leer, a tener capacidad matemática, a hacer música y arte.
Y también otras muchas cosas. Porque en esa “libertad vigilada” desarrollan su autoestima, su capacidad autodidacta, la pasión por resolver problemas y por imaginar cosas nuevas. Cosas, todas ellas, imprescindibles en la empresa moderna. Y más en un sector como este, el tecnológico, donde todo cambia a una velocidad de vértigo.
Empresarios como Jeff Bezos, el nuevo gurú informático, creador de Amazon, o Jimmy Wales, de Wikipedia, también pasaron por ese método. Los resultados saltan a la vista.