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Fotos: Guillermo de Anda (INAH)
México, D.F., 17 de enero de 2012.- Por primera vez se presentan al público las imágenes en video del interior de una caverna sumergida de Yucatán, donde desde hace 12,000 años reposan cuatro cráneos completos y mandíbulas de osos semejantes a los de una especie ya extinta en América, así como los restos óseos de seis humanos que podrían tener la misma antigüedad.
Como si se tratara de un laboratorio natural, donde el tiempo dejó grabados los cambios ocurridos en la Tierra desde hace miles de años por la modificación del clima, además de los restos de osos prehistóricos, en el mismo cenote —de más 50 metros de profundidad— se descubrieron marcas en sus paredes de los distintos niveles del agua que ha tenido desde hace 12,000 años hasta el siglo X (en la época prehispánica), y que dan cuenta de los cambios climáticos ocurridos en esa región de la península de Yucatán.
Las marcas de los distintos niveles de agua que ha tenido la superficie de la Tierra en esa entidad, fueron descubiertas durante la temporada de exploraciones efectuada en 2011, en el interior de una caverna sumergida, ubicada entre las poblaciones de Sotuta y Homun, donde también en los últimos dos años se hallaron cuatro cráneos completos y mandíbulas de osos posiblemente de la especie Arctotherium, que se extinguió hace 11,300 años.
Los descubrimientos forman parte de un proyecto de investigación encabezado desde 2007 hasta la fecha por el arqueólogo Guillermo de Anda Alanís, investigador de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady), con autorización del Consejo de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), y pueden consultarse en la liga en Internet: http://youtu.be/96a9M8kYukE
Dichas exploraciones vienen a enriquecer las investigaciones realizadas durante los últimos diez años en otros cinco cenotes de Yucatán, así como en diversas cuevas inundadas de Quintana Roo, donde también se han encontrado restos humanos muy antiguos y de fauna extinta.
En su conjunto, los descubrimientos en ambas entidades "están dando a la ciencia evidencias importantes de cambios climáticos fuertes, ocurridos en el Pleistoceno (hace 15,000 años), y que podrían comprobar los periodos de sequía que, de acuerdo con diversas fuentes documentales, ocurrieron en la época prehispánica, durante los siglos VIII, IX y X, como lo refieren las fuentes históricas", reveló Guillermo de Anda, al dar a conocer los avances de la investigación hasta este 2012.
Antes de la última glaciación, durante el periodo Pleistoceno, la cueva estaba seca; posteriormente con el deshielo el mar subió 50 metros su nivel, lo que provocó que la oquedad se llenara de agua. En este sentido, los restos de los osos encontrados quedaron en lo que hoy es la parte más profunda del cenote.
En la cueva inundada, los investigadores han detectado en sus paredes una serie de líneas que indican una baja en los niveles de agua durante distintos periodos, que varían —desde la superficie— entre los 2 y 6 metros.
"Las marcas que ahora se descubrieron vienen a ser un elemento importante para comprobar desde la arqueología que sí sucedieron esos cambios climáticos; que el deshielo provocó que aumentara el mar 50 metros de su nivel e inundara esas cuevas, donde hace 12,000 años el hombre y los animales podían caminar".
Guillermo de Anda advierte que aún no es posible determinar a qué fecha corresponde cada marca porque hay que realizar estudios de laboratorio en la roca, pero la hipótesis planteada es que pueden corresponder a los siglos VIII, IX y X, es decir, a los periodos Clásico Terminal y Posclásico, cuyas fuentes históricas refieren a sequías prolongadas.
La hipótesis se refuerza porque a dos metros de profundidad del cenote, también se descubrió una vasija maya que contiene huesos humanos, "al parecer se trata de una ofrenda prehispánica que fue depositada entre los siglos IX y X, lo que preliminarmente se da deducido por la tipología del recipiente.
"Estamos encontrando elementos materiales que comprueban las sequías de las que hablan las fuentes históricas de los antiguos mayas. Consideramos que se trata de una evidencia arqueológica de lo que nos dicen los paleoclimatólogos en los diversos estudios en esta materia en la zona peninsular, y los datos recabados de manera metodológica y científica durante casi dos décadas".
La arqueología no los había tomado en cuenta, "es la primera vez que se estudian estos cambios a partir de elementos arqueológicos, lo que da gran relevancia a la investigación", aseveró el especialista al señalar que el equipo de investigación actualmente intenta establecer un método científico para fechar el periodo al que corresponde cada marca de nivel de agua del cenote, a partir de análisis de muestras de la piedra de la cueva; "es un procedimiento muy difícil, que previa autorización del Consejo de Arqueología del INAH, se podría realizar en un laboratorio especializado de la Universidad de Florida".
De Anda Alanís indicó que en el caso de Quintana Roo, investigadores del INAH, la UNAM y el Museo del Desierto de Saltillo, también han registrado en varios cenotes restos de seres humanos antiguos y fauna pleistocena que se quedó dentro de las cavidades cuando aún estaban secas hace miles de años. "Estos descubrimientos se han dado aproximadamente a profundidades de entre 42 y 60 metros, es decir, las mismas que en las cuevas inundadas de Yucatán".
Además de coincidir el nivel de profundidad a la que se han registrado los hallazgos en Yucatán y Quintana Roo, su antigüedad también parece ser la misma. De acuerdo con los fechamientos que se les han aplicado a los vestigios de ambos estados, arrojan una antigüedad de entre 10,000 y 14,000 años; además de ser similares las especies de animales extintos localizadas. "Todo lo anterior indica una uniformidad en la región de las Tierras Baja del norte del área maya en cuanto a descubrimientos paleontológicos", destacó el experto de la Uady.
"Lo que nos arroja la información es lo extremadamente sensible que es esta zona costera a los cambios, que pueden ser drásticos en periodos cortos de tiempo, geológicamente hablando, y nos está diciendo que los cenotes tienen una gran dinámica en cuanto al movimiento del agua y que no sólo modifica el tipo de fauna y clima, sino que tiene efectos posteriores, cuando ya habitaba ahí la civilización maya, e influyó directamente en las sociedades que construyeron los grandes sitios arqueológicos.
"El movimiento del agua no sólo modifica la geografía de la península en el pasado remoto, sino también las diferentes etapas culturales más recientes. "Por eso los cenotes son como laboratorios/termómetros que ahora tenemos que entender en cada uno de esos niveles que ha tenido el agua; en algunos de estos depósitos naturales las huellas del agua se ven como si las hubieran mandado pintar".
De Anda Alanís comentó que en lo que respecta al hallazgo de los restos de osos, éstos aún se encuentran en el cenote en un proceso de estudio in situ, así como de análisis en gabinete, a través de fotografías captadas bajo el agua.
El arqueólogo también dio a conocer que en la última temporada de exploraciones, en el mismo cenote además se localizaron una mandíbula más y un hueso largo de esta especie de mamífero extinto, así como otra osamenta humana, que se suma a las cinco detectadas en 2010.
Se hallaron a 42 metros de profundidad y hasta el momento no se ha podido definir la temporalidad de estos esqueletos, comentó el investigador al referir que podrían tener la misma antigüedad de los osos, 12,000 años, porque no presentan deformación del cráneo, una práctica común de los mayas prehispánicos.
"Las osamentas están cubiertas por grandes dunas de sedimento y no tienen señales de estar relacionadas con objetos de cerámica, aunque no se descarta la posibilidad de que sean de la época prehispánica", concluyó Guillermo de Anda. Boletín del INAH.