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Entre los patrones más característicos de la condición se encuentran los problemas de comunicación y la dificultad para socializar. Los médicos ansían encontrar formas de diagnosticar el trastorno lo antes posible, para poder intervenir y ayudar a los niños autistas a lidiar con él.
La conducta autista característica no suele aparecer antes de los 2 años y los diagnósticos firmes suelen hacerse recién luego de esa edad.
Cualquier mujer que haya tenido un hijo autista está capacitada para detectar el trastorno en bebés de apenas un mes de nacidos.
"Dado que no hay buenos signos conductuales a esa edad tan joven (menos de 1 año), queríamos ver si, midiendo la actividad del cerebro de una forma más directa, podríamos detectar señales de advertencia más tempranas", explicó Johnson.
Su equipo observó a bebés con mayor riesgo de desarrollar autismo más adelante en sus vidas porque tenían un hermano o hermana con la condición.
Los investigadores usaron sensores pasivos ubicados en el cuero cabelludo para registrar la actividad cerebral mientras los bebés observaban rostros que los miraban o los esquivaban.
Los bebés que luego se desarrollaron normalmente presentaron una clara diferencia en la actividad cerebral en respuesta a un rostro que los observaba, comparado con uno que los evitaba.
En cambio, la mayoría de los bebés que luego desarrollaron síntomas autistas mostraron una diferencia mucho menor en la actividad cerebral cuando alguien hacía contacto visual con ellos y luego los evitaba.
Los investigadores advirtieron, no obstante, que los indicadores predictivos no fueron 100 por ciento precisos, dado que el estudio halló casos de bebés que no mostraban diferencias en la actividad cerebral y que luego no fueron diagnosticados con autismo. Y viceversa.
Johnson indicó que los resultados eran el primer paso hacia un diagnostico previo del autismo, aunque se necesitan más estudios para confirmar y fortalecer estos indicadores de actividad cerebral temprana. (REUTERS)