1297 palabras
GUANAJUATO, 24 de marzo.- El corazón de la Iglesia católica latió ayer en Guanajuato, donde miles de ciudadanos de todo el país vitorearon por las calles a Benedicto XVI e hicieron que sintiera la enorme calidez y fervor de los mexicanos hacia el papado. El Pontífice, quien mantuvo una entrevista privada con el presidente de la nación, Felipe Calderón, en la sede del Gobierno estatal de Guanajuato, dedicó desde el balcón de la terraza de este edificio un cariñoso saludo a los niños y adultos que le esperaban desde hacía más de doce horas.
«Le recibimos en el aeropuerto cuando llegó de Roma y ahora hemos venido a Guanajuato para poder verle. Es tan padre poder estar tan cerca del Santo Padre», decía emocionada Zeidi, de 19 años, estudiante de la Universidad Panamericana de Guadalajara que viajó a Guanajuato junto a otras 60 compañeras. A su lado, Vanesa, que no podía contener la emoción por ver al Papa, explicaba alguno de los eslóganes que habían preparado para el Pontífice: «Además de ‘‘Benedicto, hermano, ya eres mexicano’’, marcaremos con los brazos la ‘‘x’’, la ‘‘v’’ y la ‘‘i’’, las tres cifras en latín que acompañan al nombre del Santo Padre». Para aprovechar las largas horas de espera, estas jóvenes llevaban los textos de Benedicto XVI referentes a los jóvenes para leerlos y debatir sobre ellos. «Le queremos muchísimo y rezamos tantísimo por él», dijo Andrea, quien había perdido la voz de tanto dar vítores al obispo de Roma.
Dirigiéndose a los niños, el Sumo Pontífice ha asegurado: "Ustedes, mis pequeños amigos, no están solos. Cuentan con la ayuda de Cristo y de su Iglesia para llevar un estilo de vida cristiano. Participen en la Misa del domingo, en la catequesis, en algún grupo de apostolado, buscando lugares de oración, fraternidad y caridad".
Frente al Teatro Juárez, en el centro colonial de esta ciudad cuyos edificios están pintados de vivos colores, Magdalena Vallejo y su familia, venida desde la localidad de Celaya, llevaba desde las seis de la mañana esperando a que pasase el papamóvil. «Para nosotros es algo inolvidable. Benedicto XVI se va a quedar impresionado de ver la belleza de Guanajuato y el cariño que sentimos los mexicanos hacia él».
Los niños de Guanajuato soltaron palomas desde el balcón donde el Papa se dirigió a los fieles
Por las estrechas calles de la ciudad podían escucharse canciones tradicionales como «Cielito lindo» para ir calentando el ambiente durante la espera. Rosa, una hermosa joven de 19 años, explicaba que iban a estar durante el día cantando y tocando para celebrar que el Papa había venido a verles. «Y cuando todo termine seguiremos haciendo ‘‘callejonadas’’ por toda la ciudad», contaba, mientras sus compañeros, terminada la canción, animaban a la multitud gritando a pleno pulmón «¡Viva Cristo Rey!».
Entre las miles de personas que se congregaron en Guanajato había un buen número de niños, llegados de todas las partes de México para recibir el saludo del Papa. Gloria, una pequeña de siete años, de tez oscura y amplia sonrisa, decía con su vocecilla que, para ella, Benedicto XVI era «como su otro papá» y que verle está «muy bonito». También había multitud de estudiantes. «Para nosotros el Santo Padres es una referencia. Hay mucho que aprender de él. Sus textos son excelentes, se ve el gran profesor que fue antes de ser elegido Papa», contaba Luis, estudiante de Ingeniería.
Mientras el Papa se reunía con el presidente Calderón, el secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone; el presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, Carlos Aguiar, y otros eclesiásticos de la comitiva papal mantuvieron un encuentro con miembros del Gobierno.
Tras mantener una entrevista con el presidente mexicano, Felipe Calderón, Benedicto XVI saludó ayer con afecto y dedicó un cariñoso mensaje a los miles de niños que le esperaban en la Plaza de la Paz de Guanajuato. El centro histórico de esta hermosa ciudad de 70,000 habitantes, a la que llegaron ciudadanos de todo el país para ver al Papa, se tiñó de blanco y amarillo, los colores vaticanos, y vivió un ambiente de fiesta y alegría inmensa.
Decenas de católicos dan la bienvenida al Papa en la ciudad de León.
En su mensaje, el Pontífice habló sobre todo de uno de los grandes anhelos de México, la paz. Deseó que este “don que proviene de lo alto” llegase a todos los presentes, de forma que los mexicanos se transformen en “sembradores y mensajeros de esa paz por la que Cristo entregó su vida”. Les dijo a los niños, sobre todo a los que “soportan el peso del sufrimiento, el abandono, la violencia o el hambre”, que ocupan “un lugar muy importante” en su corazón.
También les recordó el Papa a los pequeños que todos ellos son un “regalo de Dios para México y para el mundo” y les pidió que “amen siempre a todos y hagan el bien”. Luego hizo un llamamiento a la familia, a la Iglesia, a la escuela y a los políticos, instando a todos estos sectores a que trabajen de la mano para que los niños reciban en “herencia un mundo mejor, sin envidias ni divisiones”. “Elevo mi voz invitando a todos a proteger y cuidar a los niños, para que nunca se apague su sonrisa, puedan vivir en paz y mirar al futuro con confianza”, dijo.
El Papa se reúne con arzobispos en el Colegio Miraflores en León.
Las miles de personas que abarrotaban las estrechas calles del centro de Guanajuato interrumpieron varias veces a Benedicto XVI durante su discurso con aplausos y vítores. El Papa se despidió lamentando tener que irse y recordando a todos que “en la oración seguiremos juntos”. “Les invito a rezar por todos, también por mí. Yo rezaré por ustedes, para que México sea un hogar en el que todos sus hijos vivan con serenidad y armonía”, concluyó el Pontífice su saludo.
A continuación, saludó con paciencia y cariño a una multitud de niños y autoridades y volvió a León, donde se hospeda en el Colegio Santísima Virgen de Miraflores, regentado por religiosas españolas. En las calles también le saludaron miles de personas que llevaban varias horas esperándole.