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BUENOS AIRES, 19 de abril.- Como bajo el sol del fútbol hay lugar para todos, el partido en Stamford Bridge actualizó el debate sobre estilos futbolísticos antagónicos. La cuestión de gustos y preferencias no hay que respaldarlas con resultados, porque los resultados, a la corta o a la larga, le dan la razón a todos. En el fútbol nadie es dueño de la verdad absoluta y revelada, sino de sus ideas y convicciones para defenderlas en la cancha. Y Chelsea y Barcelona lo hicieron a conciencia en un duelo de contrapuestos que le dio al equipo inglés el triunfo 1 a 0 por la primera semifinal de la Liga de Campeones.
El Chelsea no descuidó a Messi en toda la noche londinense en el Stamford Bridge Stadim. (Getty Images)
Bajo una lluvia fina y persistente, el partido tuvo reminiscencias, en cuanto al planteo de uno y otro, de la clasificación que consiguió el Inter de Mourinho ante Barcelona en 2010 en el Camp Nou. Fue el éxito de la resistencia, de la defensa en barricada, frente al equipo que vive enamorado de la pelota, el toque y el ataque. La roca pudo con la seda. También hubo un instante en el que sobrevoló el espíritu de aquella semifinal que ambos protagonizaron en 2009, cuando Barcelona consiguió una agónica clasificación con el golazo de Iniesta. Ayer, en tiempo de descuento, una definición cruzada de Pedro dio en un poste y el rebote que cayó en los pies de Busquets tuvo una deficiente definición.
De todo aquello que Chelsea no había podido quitar, bloquear y taponar, la suerte se encargó de conjurar. Igual, para dejar a Barcelona en cero se necesita algo más que fortuna. El esquema ultraconservador de Chelsea lo utiliza casi el 95 por ciento de los equipos que enfrenta Barcelona, y la mayoría se lleva una buena ración de goles en contra. La diferencia la hizo el conjunto de Roberto Di Matteo con su rigor táctico y físico para cubrir espacios en campo propio.
Volvió el viejo Chelsea, el que todavía le debe al ruso Roman Abramovich el cumplimiento del sueño de campeón de Europa que cerca estuvo de materializarse con Mourinho, Grant y Hiddink. No cuajó la idea del portugués Villas Boas, uno de los técnicos que se había puesto de moda en Europa por su muy buen trabajo en Porto. No pudo implementar una progresiva renovación generacional ni un juego de más posesión y estético. Lo condenaron los resultados (descolgado en la Premier League, en la Liga de Campeones quedó condenado tras una dura derrota en Napoli) y su ex ayudante y sucesor, el ítalo-suizo Di Matteo, regresó a las fuentes. Le devolvió los galones a los jerarcas del vestuario (Terry, Lampard, Drogba) y apostó por el juego directo: defensa y pelotazo para el contraataque. Ayer saboreó la victoria con su cóctel preferido: Cech bajó la persiana en el arco, siempre tuvo a 10 jugadores en su campo por detrás de la línea de la pelota y Drogba, un viejo zorro, a la pesca de un contraataque salvador.
Chelsea se impuso con una situación y media de gol y a Barcelona no le alcanzaron las 9 que creó. Si bien los recursos ofensivos del defensor del título son muy variados, no es menos cierto que depende mucho de la eficacia de Messi. Leo no marcó y Barça lo sintió. Lleva 63 goles en esta temporada, y el compañero que lo sigue en la lista de goleadores es Cesc, con 15. Messi había convertido 26 tantos en los 14 cotejos anteriores (marcó consecutivamente en los últimos cinco). Barcelona ganó el 90 por ciento de los encuentros en los que el rosarino vio la red. De ahí que este 0-1 está muy vinculado con el gol que ayer no encontró Messi, que sólo estuvo cerca con un cabezazo que controló Cech. Ejerció más de asistidor en la posición de falso centrodelantero. Intervino en las jugadas que terminaron con un toque de Alexis Sánchez en el travesaño y en la que la definición de Cesc fue despejada sobre la línea por Cole. Cech se erigió en el figura de la noche al desviar un remate de Adriano y una dificilísima peinada de Puyol.
La semifinal cumplió con el precepto futbolístico que indica que todo equipo, aun colgado del travesaño, tiene una oportunidad. A Chelsea se le presentó en una pelota que le robaron a Messi (un rato antes había sentido una molestia muscular en un mal movimiento) y Ramires condujo el contraataque que definió Drogba. Cada uno ganó y perdió en su ley. La semifinal está a vista de sentencia de lo que ocurra el martes próximo en el Camp Nou. (CLAUDIO MAURI / LA NACIÓN)