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Hace unos días celebramos el día del maestro. Pero ¿quién es el maestro? ¿Es sólo aquel que da clases en una escuela o el que enseña desde ese humilde rincón, donde encuentre alguien deseoso de aprender? De esto último ¿cuántos maestros hay? ¿Será papá, abuelo o mamá? ¿Quién? Ellos, sin tener una plaza o una jubilación por los años trabajados, se mantienen firmes en el timón de la conducción de la vida, la de enseñar a su familia.
Entonces, ¿quién es el maestro?
Es aquel que reparte muchas chevas o es aquel que está pendiente de nosotros, para guiarnos por los senderos de la vida.
¿Quién es el maestro? Persisto. ¿Será aquel que nos ha inspirado a navegar en este inmenso océano, donde las tempestades están al acecho y cuyas aguas están plagadas de tiburones? Aunque el mar, sigue siendo el mar, porque en él encontramos algo muy nuestro. Nosotros lo desafiamos, tal como sucedió con el Titánic, la prueba está en el fondo del océano y hace unos días se conmemoraron100 años del hundimiento.
Hay maestros que por donde sea que estemos, su figura está presente ¿Pero quién es esa persona? ¿Y cómo lo distinguimos en la penumbra de la tarde? ¿Dónde está?
En mi caso, sobresalen las figuras de varios maestros; los conocí en los últimos años de la década de los 70, en la escuela primaria Benito Juárez. Puedo decir que ahí tuve la oportunidad de distinguir al maestro Oswaldo, el temple de Rafael, la paciencia de la maestra Teresa y el fomento de las artes con el maestro William (a él le debo mi formación artística, incluso me compró una caja de crayolas para pintar.) Mientras que en los años 80 me debo a Jaime Santos Burgos (+), el profe Chuc; Inoan y la maestra Celia de música.
Muchos de mis compañeros de secundaria son flamantes maestros hoy. Cada vez que los veo, mis recuerdos vuelan del último viaje que entre todos hicimos a la Riviera maya: un 23 de marzo, bajo la compañía del maestro Chuc. Nada de comodidades; sencillamente usamos un inmenso camión de redilas. Todos interesados en estar en las playas con los cuates, y en ese tiempo con las rolas de Menudo y de Parchís.
El Bachillerato lo hice en el CBTA NO. 118 de Oxkutzcab, la huerta del estado. Fue otro lugar que me inspiró, porque observé cómo los campesinos desde las 3 de la mañana están bajando huacales y sus mujeres haciendo la venta de sus productos.
En el CBTA, sobresalen otras figuras de otros grandes maestros. Ahora recuerdo a varios de ellos, como el que nos ilustraba con pasión la historia de México; la paciencia del maestro Cuevas, para enseñarnos trigonometría: “¡qué fastidio!”, dirán algunos.
En Chapingo, tuve la oportunidad de encontrar un sinfín de maestros y hoy aun me mantengo en contacto con ellos. En el Centro Regional Universitario de esta misma universidad, que se encuentra en Yucatán, están otros maestros, que me han enseñado a luchar por la vida. Los consejos del maestro Pedro, Luis, Catarino, entre otros.
Recuerdo mis tiempos universitarios —cuando era recién llegado a finales de los 80 a Chapingo— uno de ellos nos enseñó cómo trabajar con las células vegetales en el laboratorio, parte del conocimiento de la botánica. Un día vacilaba con los otros compas en la escuela de agronomía, y decía, “esta es foliolo y este es foliolulo,” en referencia a algunas partes de las plantas; de repente vi que la maestra de botánica entraba al salón: “seguramente me escuchó”, pensé; “ahora sí que me llegó la tostada…”
¡Bernardo, ya te escuché! “Espero que lo machaques bien en el día del examen.” Mis compañeros se rieron. Fueron tiempos sin celulares y sin computadoras.
En Radio Chapingo me encontré a otra maestra. Ella me inspiró y le debo mi estancia en los últimos 17 años en los medios electrónicos. Me guió y me motivó a adentrarme, a conocer mi cultura. Aunque Conchita —como le decimos de cariño— no sabía maya, pero me decía: “¿Por qué no haces tú servicio social en esto? Sé que te apasiona; ¡éntrale! La radio se aprende haciendo…” Y fue así que en radio Universidad grababa en lengua maya y lo enviaba a la radio de mi pueblo…
Hoy, a 17 años de haber egresado de la Universidad Autónoma Chapingo, como agrónomo y comunicador, ahora me encuentro en otro momento histórico de mi vida. ¿Seré profeta en mi propia tierra?
Lo que sí sé es que hoy, a todos los maestros que guían a las futuras generaciones de petuleños, yucatecos y mexicanos, con esta experiencia mía, les hago extensivo mi reconocimiento sincero y fraterno: que no se olviden de este gran país que ha sido producto de los ideales de nuestros y abuelos y que la historia nos lo enseña ¡Felicidades!