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CIUDAD DEL VATICANO, 22 de mayo.- El Vaticano ordenó revelar oficialmente y por primera vez el contenido de normas que aplica la Iglesia católica para juzgar la veracidad de presuntas apariciones de la Virgen, manifestaciones divinas y revelaciones místicas.
Según fuentes eclesiásticas, en los próximos días la Sede Apostólica distribuirá las traducciones en italiano, inglés, francés, alemán y español del documento utilizado por obispos y teólogos de todo el mundo para analizar supuestos fenómenos sobrenaturales.
El documento que contiene las claves para el análisis de estos casos, del cual esta agencia de noticias tiene una copia, lleva por título “Normas sobre el modo de proceder en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones”.
Aprobado en 1978 por el Papa Paulo VI, durante años su contenido estuvo reservado sólo a prelados y especialistas. Entre otras cosas porque la única versión oficial disponible estaba en latín.
Eso cambiará cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe publique las traducciones. Serán versiones oficiales y definitivas. De hecho la Librería Editorial Vaticana ya imprimió numerosos ejemplares y la noticia será incluida en el diario pontificio “L’Osservatore Romano”.
Se trata de un verdadero vademécum sobre los pasos a seguir cuando se tiene conocimiento de una posible aparición.
Contrariamente a la creencia popular, corresponde siempre al obispo de cada lugar y no al Vaticano el estudio, en primera persona, de un supuesto fenómeno sobrenatural. La Sede Apostólica puede intervenir en casos particulares, aunque es raro que utilice esa potestad.
Aún así la Curia Romana recibe, cada año, diversos expedientes de presuntas revelaciones. Episodios de lo más variados que, en casi todos los casos, son remitidos a las diócesis.
En los tiempos de internet las noticias de tales visiones se difunden rápidamente entre los fieles y la facilidad de viajar favorece peregrinaciones espontáneas. Esto se ha convertido en un desafío para la autoridad eclesiástica.
Una preocupación compartida por Benedicto XVI, que en su exhortación apostólica post-sinodal “Verbum Domini” reconoció la necesidad “ayudar a los fieles a distinguir bien la palabra de Dios de las revelaciones privadas”.
Para identificar la credibilidad de un fenómeno extraordinario, las normas ofrecen criterios “positivos” y “negativos”.
El objetivo principal es salvaguardar la fe del pueblo y evitar la proliferación de advocaciones que desmientan las enseñanzas de la Iglesia o, directamente, se contrapongan a ella.
Una investigación rigurosa del presunto hecho es clave para garantizar la certeza moral de su existencia y debe ser el primer punto que los prelados deben tomar en cuenta al analizar un caso.
Además, deben cerciorarse del equilibrio psíquico del “vidente” así como de su honestidad, rectitud de vida, sinceridad, docilidad a la autoridad eclesiástica y capacidad para retornar a una normal vida de fe. Junto a esto se requiere excluir episodios de psicosis o histeria colectiva.
Sólo los cambios de vida de las personas que entran en contacto con el hecho, conocidas como “conversiones”, no bastan para avalar una manifestación divina, aunque los “frutos espirituales abundantes y constantes” tienen su peso.
Asimismo, los estudiosos deben tomar en cuenta elementos de desconfianza como, por ejemplo, un evidente afán de lucro vinculado al hecho o actos inmorales cometidos por el sujeto o sus seguidores cuando durante o con ocasión del mismo.
Según las normas vaticanas es deber de cada obispo vigilar, informarse y actuar para corregir o prevenir abusos en el ejercicio del culto, para condenar doctrinas erróneas y para evitar el peligro de misticismo falso o inconveniente.
En caso de llegar a la certeza de encontrarse ante un episodio divino, tiene la facultad de permitir manifestaciones públicas de devoción. (NTX)