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EL CAIRO, 22 de mayo.- Los egipcios están llamados a las urnas el próximo miércoles para elegir al primer presidente democrático de su milenaria historia. Tendrá ante sí retos inconmensurables y, muy probablemente, será un presidente de transición, un hombre que servirá de puente entre los vicios del pasado y las incógnitas del futuro y que, por primera vez, deberá rendir cuentas ante un pueblo que ha aprendido a alzar la voz. Un presidente que tendrá los días contados, no por los rigores de la vejez o por las veleidades de los terroristas, sino por el arma que los egipcios están aún aprendiendo a usar: el voto.
Al haber muchos egipcios analfabetos, los símbolos se vuelven muy importantes. El caballo representa a Abdelmoneim Abul Futuh, un islamista antiguo miembro de los Hermanos Musulmanes (Fotos del Spiegel).
Once candidatos se disputan ocupar el sillón que la revolución popular arrebató justamente al viejo dictador Hosni Mubarak. Representan a un amplio espectro político, pero son dos las tendencias que realmente cuentan con posibilidades de hacerse con la presidencia: una laicista y nacionalista, representada por Amro Musa, y otra islamista, más moderada en el caso de Abdelmoneim Abul Futuh y más conservadora encarnada en Mohamed Mursi, el candidato de los Hermanos Musulmanes.
Los comicios se celebran en un ambiente de apertura y debate democrático. Por primera vez, los egipcios irán a las urnas sin conocer de antemano los resultados, y los candidatos son conscientes de que ya no basta con poner su foto y su nombre en una pancarta, que deben convencer a los ciudadanos de por qué su programa es mejor. El debate televisado que enfrentó el pasado 10 de mayo a Musa y Abul Futuh fue una buena muestra de la nueva normalidad democrática que se impone tímidamente en Egipto.
Nacido en El Cairo en 1951, Abul Futuh es un médico prestigioso y ha sido un dirigente nacional de los Hermanos Musulmanes en las últimas cuatro décadas.
Las elecciones legislativas del pasado noviembre y diciembre demostraron que el islamismo, que obtuvo el 70% de los escaños, está arraigado en la sociedad egipcia, un pueblo por lo general religioso y conservador. Pero el patrón no tendría por qué repetirse. Tras décadas de dejadez, en las que el Estado delegó funciones tan básicas como la sanidad o la educación públicas en grupos “caritativos”, que resultaron ser la cofradía musulmana y los salafistas, muchos votantes apostaron por aquellos vecinos que les habían ayudado en los momentos de necesidad. Otros consideraron que la Hermandad era el único partido realmente organizado y con capacidad de ponerse a trabajar desde el primer día en un panorama político atomizado. La presidencia podría ser distinta.
Amro Musa, de 75 años, ministro de Asuntos Exteriores del ex presidente Mubarak entre 1991 y 2001, se postuló para sustituirlo poco después de que el «faraón» fuera derrocado en febrero de 2011. Dice que no quiere un Egipto islamista.
La popularidad de los Hermanos Musulmanes se ha desgastado en los últimos meses. “La cofradía ha defraudado a muchos al postular finalmente a un candidato. Algunos votantes sienten que han roto sus promesas y que los Hermanos están ávidos de poder”, asevera el analista Yusri Azzabewi, del Centro Al Ahram de Estudios Políticos y Estratégicos. Este centro es el responsable de las únicas encuestas electorales que se han realizado para estos comicios, y que dan una amplísima mayoría a Musa, el ex-secretario general de la Liga Árabe.
Segidores de Mohamed Mursi, quien entró en campaña en el último suspiro.
“Las encuestas están guiadas, no son científicas. Aunque el voto islamista se haya desgastado y pierdan un 10 o un 20% del apoyo que consiguieron en las parlamentarias, es imposible que el patrón cambie completamente en las presidenciales”, opina Ashraf el Sherif, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Americana de El Cairo, quien aventura que el próximo presidente egipcio será un islamista.
Los resultados que arrojan los votos de los egipcios en el extranjero, que ya han ido anunciando los diferentes consulados, sitúan a Mursi en cabeza, seguido de Abul Futuh y el nasserista Hamdeen Sabahi. Musa queda en cuarto lugar y Ahmed Shafiq, el último primer ministro de Mubarak y el candidato más próximo al antiguo régimen, se sitúa en quinto lugar. “Si Musa llega a pasar a una segunda vuelta, tendrá que vérselas con un islamista, y entonces no tendrá ningún tipo de oportunidad”, afirma el analista.
Ahmed Shafiq, el último primer ministro de Mubarak, es el único candidato con credenciales militares.
Muchas incertidumbres rodean aún estas elecciones. La primera y principal afecta directamente a las prerrogativas que tendrá el presidente, que dos días antes de los comicios aún no se conocen. Según la actual Constitución egipcia, el jefe del Estado está dotado de un poder ejecutivo tan mayúsculo que relega al Gobierno a un papel casi administrativo. Los nuevos legisladores egipcios quieren cambiar este modelo de Estado por uno más parlamentario, y se han hecho referencias al modelo francés. Sin embargo, los diputados no han conseguido llegar a un acuerdo, y la junta militar que gobierna el país de forma interina desde la caída de Mubarak podría sacar en las próximas horas una declaración constitucional de forma unilateral que especifique los poderes de la presidencia.
Hamdeen Sabahi, un nacionalista árabe de izquierda.
Pero ya no hay marcha atrás para estos comicios que pondrán fin a la complicada y delicada transición egipcia, y que definirán el rumbo que tomará el país más poblado del mundo árabe, que aspira a dejar definitivamente atrás la época de los faraones. (PAULA ROSAS, corresponsal de ABC en Egipto)