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«Y aunque fui yo quien decidió que ya no más, y no me canse de jurarte que no habrá segunda parte, me cuesta tanto olvidarte». ¿Reconoces la letra de esta canción? Es uno de los grandes éxitos de Mecano, que narra la dificultad para reponerse de una ruptura amorosa, incluso cuando somos nosotros los que decidimos poner tierra de por medio. ¿Quién no ha experimentado esa sensación de vacío y rabia irracional cuando una historia termina?
Nadie dijo que fuera fácil, ni siquiera cuando está claro que el amor se ha esfumado o que la convivencia es imposible. Pero se puede y se debe superar. «Hay que llorar todo lo que haga falta y tener cerca una amiga, un familiar o un especialista que nos escuche una y otra vez. Solamente así podremos volver a levantarnos», explica la psicoanalista Mariela Michelena, autora del libro Me cuesta tanto olvidarte (La Esfera de los Libros), desde donde pretende darle la mano al lector para acompañarle durante el «duelo».
'De pronto me vi/como un perro de nadie/ladrando, a las puertas del cielo./Me dejó un neceser con agravios,/la miel en los labios/ y escarcha en el pelo.
Un recorrido que consta de varias etapas que tendrás que atravesar para poder cerrar la herida: negación, rabia, miedo, dolor y pena, aceptación y reconocimiento, y reconstrucción de la vida.
P-¿Por qué nos cuesta tanto olvidar?
R-Porque hemos invertido mucho en esa pareja: ilusiones, planes de futuro, tiempo, esperanza, mucho amor... No estamos dispuestos a perder esa inversión. Es como los bancos, pensamos "vamos a inyectarle capital y a lo mejor así consigo que vuelva". Eso forma parte de la dificultad para olvidar. Preferimos atascarnos en el recuerdo obsesivo a experimentar el vacío. Olvidar supone vacío y angustia.
P-¿A veces confundimos dependencia emocional con amor?
En cualquier relación de amor hay una dependencia emocional, el problema es cuando se vuelve patológica. En el momento de la separación todos creemos que nos vamos a morir, pero si realmente somos incapaces de dejar que el otro se vaya, de separarnos y, haga lo que haga, estamos esperando, ahí ya hay que pedir ayuda. Si somos capaces de perdonarlo todo por amor, malo. Uno no puede estar dispuesto a pagar cualquier precio.
P-El famoso «no puedo vivir sin él/ella»...
-No somos autónomos del todo, vivimos con el agujero de la dependencia primitiva entre madre y recién nacido, con el terror de que si el otro se va, nos podemos morir. Pero ya no tenemos dos meses, somos grandes, y cuando consigues superarlo te preguntas: "cómo pude sufrir tanto por semejante idiota".
P-Los mitos del «príncipe azul» y la «media naranja» han hecho mucho daño...
-Son mitos inevitables, siempre estamos añorando un paraíso terrenal que perdimos y que a lo mejor no existió nunca. Exigimos a veces de las relaciones cosas que no pueden ser y, al mismo tiempo, nos conformamos con poco.
P-¿Superar una ruptura es sólo cuestión de tiempo?
-No sólo de tiempo, porque si te atascas en la rabia y la venganza, no avanzarás nada. A un ritmo normal, una persona puede tardar hasta dos años en pasar el duelo.
P-Y qué pasa con las segundas partes, ¿realmente nunca fueron buenas?
Es verdad que a veces las crisis sirven para que la pareja salga más fortalecida. El peligro está en caer en el «pecado de la intermitencia»: terminar-volver-terminar-volver. Esto tiene dos sentidos: evita la ruptura y mantiene el estado de enamoramiento. Las reconciliaciones son tan espectaculares que es difícil dejarlo. En esas relaciones hay algo de montaña rusa, con subidas enormes y bajones. Renunciar a esa emoción es difícil.
...la fui, poco a poco,/dando por perdida./Y eso que yo.../tanto la quería,/que tardé, en aprender/a olvidarla, diecinueve días/ y quinientas noches...
P-¿De verdad se puede ser amigo de un ex?
Se puede, pero después de mucho tiempo. En el momento de la ruptura hay que hacer un corte limpio. No puede pretenderse hacer como que aquí no ha pasado nada cuando una persona está sufriendo. Si después de la ruptura seguimos quedando, es una manera de no romper. Romper es acostumbrarte a estar solo.
P-Dicen que para olvidar lo mejor es buscarse otro «clavo»
Sobre todo los hombres, inmediatamente después de la ruptura, buscan consuelo en otros brazos. Suelen ser «relaciones clavo», efímeras, que están para tapar el dolor. Hay que tener mucho cuidado, porque a las mujeres nos encanta rescatar al pobre ser humano que dejó la otra. Y los clavos tienen un único destino: terminar con un martillazo en la cabeza. Hasta que una persona no atraviesa el duelo, no está preparada para otra relación. (Entrevista de Cristina Garrido para ABC)