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MADRID, 29 de julio.- A José Antonio Del Barrio el esperanto le ha permitido seguir en los últimos meses desde dentro las últimas manifestaciones en Rusia contra Putin, hablando a través de internet en este idioma universal con ciudadanos rusos y conociendo así de primera mano sus preocupaciones y sus anhelos. Por eso, cuando se le pregunta por si ve posible que el idioma creado en 1887 por el joven doctor Lázaro Zamenhof llegue a convertirse algún día en una lengua universal, responde con contundencia: «Ya es una realidad».
El ahora presidente de la Federación Española de Esperanto lee libros en esta lengua, contacta con personas de otros países, lo utiliza en las redes sociales y hasta escucha la radio. «Incluso Radio Vaticano emite en esperanto tres programas a la semana», explica Del Barrio, a quien esta lengua le sirve para «estar al tanto de lo que pasa en el mundo, pero no de lo que sale en las noticias. Me interesa para saber cómo vive la gente desde Rusia hasta China o Brasil». Eso fue lo que le atrajo en los años 80 a aprender este lenguaje que, gracias a internet, ha conocido un nuevo renacimiento. Hoy se encuentra entre los idiomas más difundidos, de las aproximadamente 6000 lenguas conocidas en todo el planeta. La Wikipedia en Esperanto ocupa el número 27 en cuanto a número de artículos y es posible usarlo como idioma predefinido en Google, Skype, Firefox, Ubuntu y Facebook, entre otros muchos sitios y aplicaciones, según señalan desde la Federación.
Congreso de Esperanto de Barcelona en 1909. En el recuadro, Lázaro Zamenhof.
La sencillez es una de las ventajas del esperanto. A cada una de las 27 letras que forman su alfabeto le corresponde un sonido, de forma que se lee tal como se escribe. Construido mediante asociaciones de palabras, en un 80% procedentes del latín (padre-padro, hombre-homo), evita además todo tipo de irregularidades y problemas de aprendizaje y gramática, logrando que se necesite «6 ó 7 veces menos tiempo en aprenderlo que para cualquier otro idioma». «Hay personas que lo aprenden en tres meses si lo han tomado con interés y de forma intensiva», asegura Del Barrio.
Sin embargo, la gran baza de esta lengua, a juicio de este esperanto-parlante, es que proporciona una comunicación «más profunda» porque «permite un conocimiento más real de lo que opina la gente».
Poema de García Lorca en uno de los congresos de esperanto que se celebran cada año en España
«A todo el que hable en inglés con un británico o un estadounidense le cuesta dar los matices adecuados, pero en esperanto estás en las mismas condiciones utilizando una herramienta común a los dos que te une y te pone en una situación de confianza y de igualdad», explica Del Barrio.
Con ese afán Lázaro Zamenhof publicó el 26 de julio de 1887 en Varsovia el primer libro sobre los fundamentos de este nuevo idioma con el que pretendía romper las barreras levantadas con el uso de distintos lenguajes. Solo tenía 27 años, pero este oftalmólogo políglota (hablaba ruso, polaco y alemán de forma fluida y conocía el latín, hebreo y francés, además de tener conocimientos básicos de griego, inglés, italiano y algunas otras lenguas) ya había constatado cómo en la ciudad polaca en la que vivía, Bialystok, las lenguas separaban y enfrentaban a judíos, polacos, rusos, alemanes y bielorrusos que integraban la población.
Convencido de que los conflictos y los prejuicios son producto en buena parte de los malentendidos causados por la falta de un lenguaje común, se lanzó a la creación de un instrumento neutral de comunicación que sirviera de puente para facilitar el entendimiento. El nuevo idioma tomaría con el tiempo el nombre del seudónimo con el que firmó su propuesta, «Doktoro Esperanto» («el que tiene esperanza»).
De esta utópica aspiración están impregnados los dos millones de esperantistas que se estima que existen en el mundo, de los que entre 10,000 y 20,000 serían españoles, aunque sólo cientos de miles lo utilizan habitualmente. «El idioma se utiliza para fijar identidades y por eso conduce a guerras», señala Del Barrio, que defiende el uso del esperanto como un segundo idioma neutral incluso en este momento actual de hegemonía del inglés. «Nadie garantiza que el inglés vaya a ser el idioma del futuro. Antes lo fue el francés y ahora mira dónde está. Igual dentro de 30 años estamos todos aprendiendo chino», argumenta.
El presidente de la Federación Española de Esperanto detecta además un «cierto cansancio hacia el inglés», causado en su opinión por una reacción ante la influencia del mundo anglosajón. Este hastío, unido a la facilidad con que uno puede aprender esperanto por su cuenta a través de internet, está impulsando el aprendizaje de este idioma, que cuenta con el reconocimiento de la ONU y el apoyo de la Unesco. «A sus 125 años, está viviendo un rejuvenecimiento», asegura Del Barrio.
En su esencia, como una herramienta de comunicación que utilizan personas de distintas ideologías y creencias, se promueve hoy en España huyendo de etiquetas que en otros tiempos le vincularon con círculos masones o anarquistas. No llegó a ser perseguido, como en la Alemania nazi (Hitler describió el esperanto en su «Mein Kampf» como parte de la conspiración judía para esclavizar a las razas arias del mundo) o en la Rusia de Stalin, pero se le colgaron etiquetas de las que se quiere desprender, dosificando por ejemplo el uso de las estrellas verdes de su bandera.
Lengua paterna de George Soros, en sus 125 años de historia el esperanto ha contado con seguidores ilustres, como Alfonso XII, Miguel de Unamuno o Leon Tolstoi. El escritor Luis de Castresana, autor de «El otro árbol de Guernica», también mostró su apoyo en un artículo publicado en ABC en 1969: «Es un intento importante, honrado, fraternal, entusiasta, de acabar de una vez con el babelismo idiomático que pone fronteras entre los hombres».
Juan Pablo II fue el primer Papa en hablar públicamente en esperanto en 1991, pero el idioma creado por Zamenhof tuvo en Pío XII un importante defensor que llegó a afirmar: «El esperanto está llamado a desempeñar en el porvenir el mismo papel que el latín en la Edad Media». ¿Acertará en su predicción? (M. ARRIZABALAGA / ABC)