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Viernes 27 de julio.- Hay deportes que son una búsqueda interminable de los límites humanos. De un centímetro más o una milésima de segundo menos. Los Juegos Olímpicos sirven de escaparate, cada cuatro años, para que los mejor preparados intenten empujar los récords un poco más allá. Aun así, si compitiesen contra el resto de animales, tendrían que olvidarse de las medallas.
Craig Sharp fue atleta, investigador veterinario y especialista en medicina deportiva y rendimiento humano. También dirigió el Centro Médico Olímpico Británico. Está jubilado, pero ha recopilado las grandes proezas físicas del ser humano y las ha puesto en perspectiva contra las mejores marcas de otros animales.
El antílope americano es capaz de recorrer diez kilómetros en once minutos, mientras que el record olímpico es de 27 minutos.
De momento Usain Bolt es el humano más rápido sobre la faz de la Tierra. En 2009 corrió los 100 metros lisos en 9 segundos y 58 centésimas. Alcanzó los 44.79 kilómetros por hora. Un sprint suave para un galgo, que casi llega a los 70. Un paseo para un guepardo, al que se ha cronometrado por encima de los 100.
Pero la especialidad de los humanos no es la velocidad punta, sino la resistencia. Hay bosquimanos que cazan antílopes persiguiéndolos durante horas, hasta que los matan de agotamiento. Pero tampoco en medias distancias hay medalla posible. El antílope americano es capaz de recorrer diez kilómetros en once minutos —el record olímpico es de 27 minutos— o de galopar a más de 60 km/h durante media hora.
En grandes distancias los seres humanos son muy buenos, pero todavía tienen rivales insuperables. En 2011 una manada de huskies siberianos —perros de tiro— recorrió 2000 kilómetros por bosques, tundra y ríos helados en menos de nueve días. El corredor griego Yiannis Kouros superó la mitad de esa distancia en seis días. El record absoluto de distancia a pie lo tiene el húngaro Istvan Sepos, que metió a sus piernas 20,100 kilómetros en 263 días. Más de 76 cada jornada.
Craig Sharp apunta en su artículo, que se publica en la revista Veterinary Record, un factor clave de las grandes distancias. ¿Qué gasto energético soporta un cuerpo ante estos esfuerzos? Un estudio realizado en 2007 calculó que Scott y el resto de participantes en su expedición al Polo Sur gastaron un millón de kilocalorías a lo largo de los 159 días y 2500 kilómetros que duró su aventura. Casi 6300 diarias. Probablemente, apunta, el esfuerzo mantenido más importante de la historia de la humanidad.
El escalador francés Lionel Terray tituló sus memorias «Los conquistadores de lo inutil». Hay humanos dispuestos a arriesgarlo todo por encontrar su límite. Más alto y más peligroso. En lugares apenas compatibles con la vida.
Más de 3000 personas han llegado al techo del mundo —Everest, 8848 metros sobre el nivel del mar— y han vuelto para contarlo. La geología no ha dispuesto un obstáculo en la Tierra demasiado alto para que lo pueda soportar —un rato— un cuerpo humano, aunque se ha quedado cerca. Cada año fallecen cientos de personas en su intento de acceder a las cimas más altas del planeta.
En 1973 un buitre moteado chocó con un avión que volaba a 11,277 metros sobre Costa de Marfil. En ocasiones se han visto bandadas de ánsares indios —una especie de pato asiático— sobrevolando las cimas más altas del Himalaya. Mientras que un escalador tiene que aclimatarse durante semanas a la altitud, estas aves pueden pasar de cero a ochomil metros en un solo día.
El agua es el elemento más hostil para los seres humanos. No pueden respirar, y su anatomía no está adaptada para moverse con agilidad. El nadador más rápido del mundo no llega a desplazarse a 9 km/h. Una velocidad de «trote» si fuese sobre tierra firme. Un marrajo común, el tiburón con el título del más rápido del océano, es capaz de alcanzar los 124 km/h.
Las inmersiones también son un reto para un animal netamente terrestre como el ser humano. A pesar de sus evidentes limitaciones fisiológicas para las altas presiones, el austriaco Herbert Nitsch descendió a 214 metros de profundidad a pulmón y sin ayuda externa de ningún tipo. Increíble para un humano, pero insignificante dentro del reino animal. Se han registrado inmersiones de cachalotes —mamíferos también— a más de 3000 metros, y hay peces de la familia de los brotulidae que viven por debajo de los 8000.
Craig Sharp confiesa que siempre ha estado interesado en los límites y récords de rendimiento del reino animal. Y esto incluye a los humanos. Primero fue atleta —participó en unos europeos en Barcelona durante los años 50— y después investigador. «En recopilar todos estos datos habré tardado unos cinco años», afirma. «Como me gustan estas cosas, tengo un archivo lleno de datos de animales», dice. Lo cierto es que ninguna persona gana alguna de las medallas disponibles, pero aun así, concluye en su artículo, «los seres humanos son la especie más versátil físicamente, que es lo que, a fin de cuentas, muestran los Juegos Olímpicos».