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BERLÍN, 29 de julio.- No es un secreto que el músico y compositor alemán Richard Wagner era conocido por su antisemitismo, ni tampoco que los festivales Wagnerianos que fundó en 1876, y los cuales se celebran desde entonces cada verano en la Colina Verde de Bayreuth, han sido herederos de esa simpatía con el régimen nazi.
No obstante, en esta edición del Festival, considerado uno de los hitos culturales más relevantes de Alemania, se ha expuesto abiertamente esa faceta, a través de la exposición “Voces silenciadas. El festival de Bayreuth y los judíos. 1876-1945 ”.
Hitler, el director de orquesta Franz von Haesslin, la cantante Maria Müller, una persona no identificada y Joseph Goebbels en una recepción organizada por Winifred Wagner en Wahnfried, en Bayreuth.
La exposición explora la relación de sus organizadores con el antisemitismo y la glorificación del nacionalismo alemán en el evento, aspectos que alcanzaron su máxima expresión durante el Tercer Reich de Adolf Hitler (1933-1945) y está dedicada a 53 artistas perseguidos por los nazis.
El dictador alemán acudía asiduamente a Bayreuth y era un gran admirador de la obra de Wagner, una atención que se veía correspondida en el festival de Bayreuth. “No hay atenuantes: Bayreuth fue bastión del régimen nazi”, dijo la alcaldesa de la ciudad alemana, Brigitte Merk-Erbe, durante la presentación de la muestra.
Sin embargo, el antisemitismo y el nacionalismo de Bayreuth no nacieron con aquel régimen, sino que se remontaban a mucho antes de su ascenso. Ya cuando la viuda del propio Wagner, Cosima Wagner, asumió la dirección de los festivales en 1883, y se negó abiertamente a que un judío ocupara un lugar prominente en el festival.
Cinco años después se vanaglorió de haber puesto en escena “Los maestros cantores de Núremberg” sin presencia judía alguna, ya que creía que los judíos no tenían relación con la obra, detalló el historiador y organizador de la muestra, Hannes Heer.
Teatro del Festival de Bayreuth.
Heer compartió cómo las notas del director de orquesta Karl Muck muestran la obsesión por evitar que entrará en la misma algún músico judío, algo no siempre fácil, porque a veces no había otros músicos más competentes que ellos.
Su aversión se extendía los socialdemócratas y en sus notas manifiesta el temor de que el grupo “se tiñera de rojo”, anotó.
En este sentido, poner en pie la exposición no fue fácil, pues las dificultades para investigar un tema en el que se mezcla la historia política, la de la música y, especialmente, la de la familia Wagner, cuyos miembros están enfrentados entre sí, es algo extremadamente delicado. Además, el legado de uno de los descendientes, Siegfried, no puede consultarse, explicó el historiador.
No obstante, dijo, la actual dirección, a cargo de las descendientes de Wagner, Katharina Wagner y Eva Wagner-Pasquier, se mostró muy colaboradora e incluso colocó carteles informativos frente al edificio de las actuaciones.
Otra parte de la muestra, en la alcaldía de la ciudad, recuerda también a grandes figuras de la ópera alemana marginadas por su origen judío.
La iniciativa se enmarca en un proyecto más amplio, “Voces silenciadas” (Verstummte Stimmen), que recorre diversos escenarios alemanes recordando a artistas judíos marginados, reprimidos o deportados durante el régimen nazi.
Un escándalo relacionado con el nazismo sacudió el festival a unos días de su comienzo: el artista ruso Eugeni Nikitin, que iba a actuar en “El holandés errante”, se retiró de las actuaciones después de que la televisión alemana mostró imágenes de hace unos años en las que el ruso llevaba tatuajes pro-nazis.
Hoy en día, la esvástica tatuada en el torso está tapada con otro tatuaje colorido. El artista declaró que sus tatuajes fueron “un error de juventud” y se los hizo cuando formó parte de un grupo de metal-rock. Sin embargo, la dirección del festival se reunió con Nikitin y poco después éste anunció su decisión de no actuar, pocos días antes del estreno de la ópera, para no herir sensibilidades. (NTX)