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Miércoles 6 de febrero.- La mayoría de los mamíferos, incluidos los seres humanos, ven y escuchan en estéreo. Pero si también es posible oler en estéreo ha sido objeto de controversia científica desde hace mucho tiempo. Ahora, un nuevo estudio demuestra definitivamente que el topo común (Scalopus aquaticus) -la misma criatura que aparece en el césped de los jardines de muchos lugares del mundo- es capaz de hacerlo para localizar a su presa. La investigación aparece publicada en Nature Communications.
«Era un escéptico. Pensaba que las fosas nasales de la nariz de los topos estaban demasiado juntas para detectar eficazmente los gradientes de olor», dice Kenneth Catania, investigador de la Universidad de Vanderbilt y responsable de la investigación. Lo que encontró puede cambiar todo lo que se sabía hasta ahora al respecto y puede suponer que otros animales también se comporten de la misma forma. «El hecho de que los topos utilicen señales de olores en estéreo para localizar los alimentos sugiere que otros mamíferos que dependen en gran medida de su sentido del olfato, como los perros y los cerdos, también pueden tener esta habilidad», afirma Catania.
El investidor empezó a interesarse por el sentido del olfato del topo común hace diez años, cuando investigaba el estupendo sentido del tacto de un primo de este animal, el topo de nariz estrellada, que utiliza un conjunto de tentáculos carnosos que rodean su nariz para detectar objetos comestibles mientras excava. Catania decidió poner a prueba la capacidad de los topos comunes para encontrar a sus presas con fines de comparación. «Esperaba que el topo común, que es prácticamente ciego y no tiene un muy buen sentido del tacto, fuera mucho peor que el topo de nariz estrellada. Así que me sorprendí bastante cuando resultó ser muy bueno encontrando presas. En ese momento, me di cuenta de que debía de usar su sentido del olfato».
El neurocientífico creó un escenario con pozos de alimentos distribuidos alrededor de un arco de 180 grados con la entrada para el topo situada en el centro. Después realizó una serie de ensayos con el alimento (lombrices de tierra) colocadas al azar en diferentes pozos. La cámara se sellaba temporalmente para poder detectar cada vez que los topos olfateaban por el cambio en la presión del aire.
«Fue increíble. Encontraban el alimento en menos de cinco segundos e iban directamente a la comida adecuada casi todo el tiempo», recuerda Catania. «Tienen un sentido hipersensible del olfato».
Después de observar docenas de ensayos, se dio cuenta de un patrón general. Cuando el topo entraba en la cámara, movía el hocico hacia atrás y adelante cuando olfateaba, pero luego parecía apuntar a la fuente de alimentación y se movía en una trayectoria directa. Esto hizo que el investigador reconsiderara la posibilidad de que el animal pudiera oler en estéreo.
Entonces, Catania bloqueó la nariz de uno de los topos con un pequeño tubo de plástico. Cuando la fosa nasal izquierda estaba bloqueada, el topo se desviaba siempre hacia la derecha. Cuando la fosa nasal derecha era la bloqueada, constantemente se desviaba hacia la izquierda. Todavía encontraban la comida pero les llevaba mucho más tiempo.
A continuación, el investigador diseñó una cámara en la que se coloca el alimento siempre en la misma posición, justo enfrente de la entrada. Los topos que utilizaban ambas fosas nasales pasaron casi directamente a la comida, pero el camino de los que tenían la parque izquierda del hocico bloqueada se dirigía siempre a la derecha y los que tenían tapada la parte derecha se iban a la izquierda.
«Esto es muy similar a un estudio histórico de la audición en las lechuzas realizadas en 1979 por el Instituto de Tecnología de California, que encontró que el bloqueo de una de las orejas les hacía juzgar mal la ubicación de la fuente de sonido», dice el investigador.
Pero la prueba definitiva fue la siguiente: Catania insertó pequeños tubos de plástico en las dos fosas nasales de los topos y los cruzó, de forma que la ventana de la nariz derecha olfateaba el aire en el lado izquierdo del animal y la de la fosa nasal izquierda hacía lo propio en el lado derecho. Cuando sus fosas nasales se cruzaron de esta manera, los animales buscaron de un lado a otro y con frecuencia no podían encontrar la comida.
Catania no cree que los seres humanos dispongan de esta habilidad del olfato estereofónico. Una habilidad similar ha sido comprobada en ratas entrenadas para detectar corrientes de aire, pero el investigador dice que esto no se ha observado en un comportamiento natural.