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Para no ser menos que su jefa y manejadora, Angélica Araujo se dedica a cometer toda clase de tonterías en cuanto las esperadas y algunas otras más. Lo peor del caso, que esto podría suponerse en el caso de la gobernadora, por una cuestión de personalidad y estilo propios, aunado a la carencia de formación profesional, política y social, consecuencia de su meteórico ascenso, pero no cabía esperarlo de Angélica, quien, por su condición de subordinada, su carrera de arquitecta y su realidad de verse inmersa en un gobierno que coexiste entre las pugnas de zapatistas y quintalistas, no era previsible que reaccionara de manera semejante.
Angélica prometió el oro y el moro y nada ha cumplido. Uno de sus ofrecimientos más sonados, la tarifa de transporte de dos pesos con cincuenta centavos para estudiantes y grupos vulnerables, es algo que no se ha materializado, ni se materializará toda vez que ya se habla de subir en enero la tarifa de autobús a siete pesos. Por lo que si antes no pudo concretarse el asunto del monto de los boletos, en enero menos será posible, cuando los permisionarios empiecen a lloriquear el aumento de la inflación.
Lastimosamente y a ejemplo de su mentora que utiliza Chichén Itzá a su sabor, Angélica ha insistido en echar mano del monumento a la patria como escenografía de sus montajes de mal gusto, en una actitud no solamente cortesana, sino chabacana a ojos vistas.
Sin importarle en lo mínimo la inquietud planteada por sus gobernados menos favorecidos respecto a la necesidad de poner un freno al alcoholismo como causa de males endémicos, Angélica decidió dar luz verde a la instalación indiscriminada de licorerías y agencias de cerveza; y para garantizar que nada ose oponerse a lo sagrado de sus designios, determinó instruir a sus regidores lacayos para modificar la ley y que los asuntos en cabildo se decidan por mayoría simple, con lo cual niega al cuerpo edilicio mismo, su razón de ser.
Haciendo gala de su supina ignorancia, Angélica y sus regidores hicieron un problema social de la instalación de la estatua de los fundadores de esta ciudad, evidenciando su espíritu pueblerino y su cortedad de alcances, al confrontar diversos grupos sociales, en vez de mediar como habría sido su deber y de esperarse.
No ha vacilado Angélica en hacer uso de la policía municipal para reprimir toda manifestación de protesta que se atreva a contrariar al ejecutivo estatal, intentando desalentar toda señal de disidencia.
El ayuntamiento se ha llenado de recomendados priistas. Para esto, Angélica ha despedido valiosos integrantes de la planta laboral municipal, pisoteando sus derechos y demostrando, una vez más, la inoperancia y obsolescencia de los sindicatos para defender a los trabajadores. Son comunes y frecuentes los malos tratos a aquellos empleados a los que se supone vinculados a la administración anterior, se les encomiendan las tareas más pesadas y las labores más ingratas, se les presiona con absurdos, se les obliga a ser comparsa en los desfiguros de Angélica. La ciudad de nuevo está sucia, obscura, cubierta de mosquitos y llena de baches. Los meridanos empiezan a darse cuenta del error que cometieron, pero es demasiado tarde...
Dios, Patria y Libertad