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Las buenas propuestas, tengan su origen de donde sea que lo tengan, deben ser presentadas al público con objetividad. Hoy no podemos dejar de mencionar la propuesta fiscal de Beltrones, sería injusto y desequilibrado. Es una buena propuesta en la medida en que los números cuadren. Esa parte no la hemos analizado ni han presentado elementos para hacerlo. A continuación, por qué vemos adecuada la propuesta.
El IVA que el público seguiría pagando sería de 16%. Sin embargo, todo ciudadano que pague 16% de IVA tendrá derecho a recuperar 3% durante un periodo determinado del año en que hizo el pago. ¿Por qué esto es importante? Sencillamente porque la realidad es que el IVA que hoy es de 16%, para efectos prácticos, bajaría a 13% pero —y éste es un “pero” muy grande— siempre y cuando el ciudadano haga consciencia de su pago y ayude o contribuya a que la nación contabilice correctamente el IVA que se ha cobrado.
El ciudadano, con la propuesta de Beltrones, se convierte en un auditor fiscal. Podemos imaginarnos —aunque esto aún no está claro en la propuesta— que el ciudadano podrá introducir 3 datos en un sitio WEB del SAT, una vez que se haya registrado con su cuenta personal. Estos datos serían: 1) el RFC del negocio que le cobró IVA, 2) el número y fecha de la factura o documento fiscal en que se lo cobró y 3) la cantidad de IVA que pagó.
Otra importante parte es la relativa al ISR —además de que el IETU quedaría cancelado. En vez de un ISR “parejo”, todo aquel que gane arriba de $500,000 mensuales, pagará 35% de ISR en tanto que los que tengan ingresos inferiores a esa cantidad, pagarán 25% sobre sus ingresos.
Esto hará que quienes mucho más ganan, mucho más paguen. Es en esa parte de la ecuación que las cosas no san tan interesantes. Podría ser el país menos atractivo para las grandes inversiones del extranjero si de cada peso ganado deberán entregar 35 centavos al fisco mexicano. Nuevamente, aunque la propuesta es mejor que algunas que hemos oído, vuelve a premiar la ineficiencia: no se debe pagar impuesto sobre la utilidad, sino sobre la facturación. Es decir, a la sociedad no le debe interesar qué tan eficiente o ineficiente es una empresa en “hacer negocio”, sino cuánto factura.
Eso haría que el pago de los impuestos premiara la eficiencia y la productividad —y, por ende, el buen servicio al cliente. A fin de cuentas lo que importa es el consumidor. Los negocios están para dejar contentos a los consumidores. Por lo tanto, la propuesta de Beltrones es aún mejorable.