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El documental "Presunto culpable" se ha vuelto tema en los noticieros a raíz de que un juez federal intentara prohibir su exhibición comercial. Lejos de evitar que la película se difundiera, la fallida censura tuvo efecto contrario: ahora, más que antes, la gente está ávida de ver la película. La premisa "prohibir es incitar" ha vuelto a confirmarse.
La cinta es dirigida por Roberto Hernández y Geoffrey Smith, que hacen un acercamiento al indignante mundo de la justicia mexicana. Retrato de terror que supera la ficción. Personajes de la vida diaria que causan más repulsión y miedo que cualquier ficción. Estos judiciales, magistrados, jueces y fiscales son mostrados como ignorantes, prepotentes, vulgares, irresponsables y corruptos. Lo más espeluznante es saber que son una pequeña muestra de un universo más amplio.
"Presunto culpable" retrata el viacrucis de Antonio Zúñiga, inculpado sin pruebas de un asesinato. El abogado Rafael Heredia intenta liberarlo, pero el testigo, Víctor Daniel Reyes, insiste en acusarlo. Un juez que desconoce la justicia, una fiscal burócrata, tres judiciales
soberbios y una serie de mentiras que forman parte de la cotidianidad en la justicia mexicana.
La frase "Porque es mi chamba", que responde la fiscal cuando Zúñiga le pregunta ¿Por qué me acusa?, es la mejor síntesis del pensamiento burócrata que ha puesto a este país de cabeza.
Considero que el documental peca de tendencioso. No niego la inocencia de Toño, pero tampoco puedo eludir que el trabajo de Hernández y Smith se limita a encauzar la opinión y emoción del público hacia un solo punto. Por ejemplo: cuando vemos al testigo —Víctor Daniel Reyes— cruzar palabra con uno de los judiciales, se escucha una risa macabra que sirve de inicio para una canción. Sólo faltó que les pusieran cuernos y trinches por computadora. No es correcto emplear recursos tan patéticos para manipular la sensibilidad del auditorio. Es más, ni siquiera los necesita. La historia ya es lo suficientemente indignante como para caer en reiteraciones tan ordinarias.
A pesar de que su impericia narrativa, su desigual fotografía y sus sobrados videoclips de rap, "Presunto culpable" supera sus defectos porque la realidad que denuncia es mucho más fuerte que sus errores. Hay muchas cosas que aún se pueden mejorar en edición, minutos de más y tomas que no contribuyen en nada, pero los careos entre Toño y sus acusadores son un valioso material que eleva dramáticamente la película.
Otro punto criticable es la ligera búsqueda de protagonismo de sus realizadores. Entiendo que son abogados y que fueron ellos quienes iniciaron el proceso, pero hay algunos flashes egocéntricos. ¿De qué sirve la toma de Roberto Hernández paseando en bicicleta? ¿Por qué
Layda Negrete —en un closeup— tiene que explicar lo que ya está claro?
Aunque insisto, la película tiene la gran virtud de desnudar al putrefacto sistema judicial y esa valentía merece un gran reconocimiento. Otro acierto es que no se limita a denunciar, también invita al espectador a participar activamente externando sus opiniones en la web.
Al calor de la emoción mediática, hay quien considera a "Presunto culpable" como la obra maestra del documentalismo mexicano; no hay que llegar a esos excesos. Aunque tampoco hay que satanizar o trivializar esa polémica, pues a la larga puede servir para que las
distribuidoras vislumbre posibilidades económicas en el documental, y se genere un incremento en la producción y exhibición de los mismos.
Lo mejor: muestra la podredumbre del sistema de impartición de justicia, el escándalo mediático puede ser favorable para el futuro comercial del documental en México.
Lo peor: necesita mejorarse la edición, pues hay elementos, minutos y tomas que están demás.