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¿Qué sentimos? “¡Qué fabuloso que podemos ver las devastadoras imágenes que están llegando de Japón!” No, no podemos sentir eso: sentimos miedo, pánico, pavor y una profunda compasión por esa gente que ahora ha sido injustamente atacada por fuerzas ciegas. Eso puede suceder en cualquier parte del planeta, no importa lo que hagamos, no lo podemos evitar. Sí, lo podemos ver: acaba de suceder. Allí esta en YouTube: http://youtu.be/EQg4kHYrZ9c. Sólo 85 personas han visto ese video en todo el mundo al momento en que lo tenemos por primera vez a la vista: acaban de subirlo.
Destrucción masiva. Pueblos enteros, con todas las casas, edificios, fábricas, muelles, barcos, camiones, puentes: todo arrasado en unos cuantos segundos. Y todo filmado desde helicópteros del país con la economía más sólida, la más alta productividad y creatividad de las última décadas.
El evento catastrófico nos muestra la insignificancia de nuestra especie en el universo, aún dentro de nuestro pequeño globito azul, somos prácticamente nada.
No se hagan bolas: esto no tiene absolutamente nada qué ver con el calentamiento global o el uso de insecticidas o las grandes cantidades de vacas que comen pasto para convertirse en nuestra carne de mesa. El evento de japón del 11 de marzo de 2010 es un recordatorio de nuestra insignificancia y fragilidad en el universo.
Nuestra especie ha ocupado hasta el último rincón del planeta. Eso nos hace sentirnos un mamífero muy “orgulloso” de sus logros. El evento en Japón nos muestra físicamente el costo de esa ocupación generalizada del planeta.
Lo que hace el ser humano en cientos o miles de años, puede ser destruido en unos cuantos segundos por las fuerzas regulares del universo; de éste forman parte las fuerzas alimentadas por la energía de la estructura del globo azul y, con éste, flotamos en un insignificante punto de una galaxia promedio.